-Clarita despertate-gritó Zulema aporreando la puerta de Clara.
-¿Que pasa? -pregunto Clara desorientada, con un ligero murmullo.
-Pasa que ya es la hora de comer, duchate y vestite que te invito a comer fuera.
-¿Y eso?-trato de averiguar Clara abriendo la puerta de su habitación con sus cosas de aseo en la mano.
-Es para pagarte el favor de que vayás a venir a misa conmigo.
-No es necesario Zu, voy porque me apetece acompañarte, y eso que Dios y las iglesias no son lo mío.
-¿Zu?
-Sí, Zu de Zulema ¿no te gusta?
-No me gusta, me copa-explicó Zulema soltando una gran carcajada-¿no es así como dicen ustedes, los jóvenes?
Clara se encogió de hombros con una sonrisilla pícara.
-De todas maneras no se lo digas al resto de las chicas, que me van a perder el poco respeto que me tenían. -Mantendré el secreto-le prometió Clara guiñandole un ojo
-Ahora duchate que no llegamos a comer. ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! -la apuro Zulema.Tres cuartos de hora, y cinco quejas de Zulema después Clara estaba lista y ambas mujeres salían de casa en busca de un restaurante donde comer.
Las dos se aventuraron en una gran avenida repleta de restaurantes .
-¿Y bien dónde querés comer?
-No sé-se mostró dubitativa Clara- todos parecen igual de buenos y de caros
-Vos no te preocupés por la plata, ya te dije que invitó yo
-Pero es que me da rabia que gastés tanta guita en mi.
-En ti no, en comida, y yo también voy a comer. Y por el hambre que tengo creó que me voy a comer tu parte y la mía.
Clara sonrió.-¿Zulema?- la llamó en voz alta una mujer que se encontraba con un chico joven a unos 50 metro de ella.
- Adela -la saludo con alegría Zulena cuando la mujer llegó a donde se encontraban ella y Clara.
-¡Jorge!-no pudo contenerse Clara, arrepintiéndose instantáneamnete, al ver la mirada que le dirigía el muchacho, de haber pronunciado su nombre en voz alta
-¿Os conciais? -se apresuró a preguntar Adela bastante sorprendida.
-No-mintió Clara.
-Sí-se apresuró a improvisar Jorge.
Las dos respuestas sonaron a la vez, y tanto Adela como Zulema se quedaron mirando a los dos muchachos, la primera intrigada y confusa y la segunda divertida, con una sonrisa pícara que le abarcaba toda la cara.