Clara se miró en el espejo antes de quitarse el uniforme de mukama. Se observó en silencio durante un minuto y luego negó con la cabeza. No le gustaba en absoluto ese vestido, era demasiado ceñido para su gusto, pero no pensaba protestar. Necesitaba ese trabajo y pensaba hacer todo lo posible para conservarlo.
Con parsimonia se desabrochó el lazo de la espalda, le dolían un montón los brazos y estaba agotada, había estado todo el día limpiando la casa y haciendo la colada. Por suerte entre sus tareas no se encontraba la de cocinar, cosa que hacía horriblemente mal, la dueña de la casa tenía a otra mujer contratada solo para ese trabajo.
Clara pensó otra vez en la señora que se había convertido en su jefa hacía solo unas horas, era alta delgada y de porte elegante. Bastante conocida por ser la viuda de un famoso empresario. La mujer, vivía con su hijo, en una enorme casa en uno de los mejores barrios de todo Buenos Aires. Al hijo todavía no había tenido el placer de conocerlo, pero de la señora ya podía decir que aunque muy respetuosa era también muy exigente y bastante autoritaria.
Cuando llegó a su propia casa Clara se fue directamente a la cocina a buscar algo para cenar. Pensaba tomarse un yogurt o algo de fruta, no tenía ganas de cocinar nada, los ojos se le cerraban del cansancio. Pero para su sorpresa Zulema la estaba esperando allí, le había preparado una sopa caliente y un filete frito.
- ¿Qué tal el primer día Clarita?
-Un poco cansado pero bien
-Me alegro. Me imaginé que vendrías cansada así que te he preparado una rica cena.
-Sos un amor Zulema.
Zulema se sentó en frente de Clara y las dos se pusieron a hablar tranquilamente. Cuando Clara estaba terminando de comer entraron en la cocina dos chicas jóvenes que las saludaron educadamente, calentaron en el microondas un tupper de comida y se sentaron junto a ellas a comer. Pronto comenzaron a hablar y surgieron las anécdotas del día, los cotilleos y las risas.
Zulema tenía todas las habitaciones de su casa, excepto la suya propia, alquiladas. En la casa vivían un total seis personas. Era por tanto habitual que en la comida y en la cena se juntasen varias personas y surgieran las charlas y las conversaciones de sobremesa.
-Se me está haciendo tardísimo- interrumpió la conversación Clara- me lo estaba pasabdo muy bien pero mañana tengo que madrugar.
Clara se levanto de la mesa y se dirigió a su habitación.
-Sí yo también me voy a ir yendo a dormir- agregó Zulema levantándose y bostezando disimuladamente- Hasta mañana.
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Clara dormía apaciblemente en su cama. Se había dormido en cuanto había apoyado la cabeza sobre su almohada, todo el día trabajando la había dejado rendida.
De repente unos golpes en la puerta la despertaron, sobresaltada abrió los ojos y trató de identificar el origen del ruido. Alguien estaba llamando a la puerta de su habitación.
Abrió la puerta asustada y nerviosa y se encontró con Zulema en bata y zapatillas que la miraba con un semblante serio.
-Clara tenés una llamada de teléfono. Supongo que sera algo importante para llamar a estas horas.
Zulema guió a Clara hasta el salón donde la esperaba el auricular descolgado del teléfono.
-Espero que no sea nada grave-la animó Zulema al ver la expresión dubitativa en los ojos de Clara
Mientras se llevaba el auricular al oído izquierdo Clara trató de adivinar quién podía necesitarla a esas horas. Sus padres habían muerto hacía ya unos años y nunca había conocido a sus primos. ¿Sería alguna de sus antiguas compañeras de colegio?. No, imposible, ninguna tenía el número de la casa de Zulema.
-Soy Clara ¿quién habla?-se ánimo a decir al fin.