Capítulo 1.

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La noche había caído de forma pesada sobre las colinas situadas en las afueras del pueblo de Eldor. El paisaje estaba cubierto por la espesura nocturna y un cielo tan nuboso que hacía imposible vislumbrar la luz de la Luna. Además, el silencio estaba caracterizado por un frío capaz de acongojar a la criatura más brava, este silencio únicamente fue interrumpido por unos golpes a la puerta de una cabaña. Ahí se hallaba, en la frondosidad nocturna, una figura que precipitaba una y otra vez su puño contra una puerta de madera que bailaba al compás de cada impacto como si estuviera a punto de resquebrajarse.

Los segundos parecieron minutos hasta que un hombre de baja estatura, entrado en años y de rostro tan cansado como enjuto, abrió dicha puerta. Dejó pasar a su precipitado visitante y posteriormente se asomó a las afueras de la cabaña como si buscara algo en el oscuro paisaje. Aunque no tardó en volver al interior de la cabaña, cerrando la puerta con tres candados.

-Mevi, el tiempo apremia y has tardado demasiado.- Sus palabras sonaron rudas, de lo cual se arrepintió al ver como aquél visitante que había dejado entrar, se quitaba la capucha de su capa y le mostraba unos ojos que no dejaban lugar a dudas de lo que había acontecido. Mevi, era una joven que mostraba elegancia en cada uno de sus movimientos, lucía un cabello rojizo y cada mechón parecía acariciar su espalda. Sus ojos negros parecían clavados en las paredes de aquella cabaña, sin embargo, cualquiera se hubiera dado cuenta de que estaban perdidos y ausentes.

-Algunos contratiempos han acontecido esta noche, buen señor, le ruego que me disculpe.- Las palabras salieron de su boca como un fino hilo musical, su tono triste inundó la escena de una melancolía e hizo que ambos repasaran el peligro inminente al que estaban expuestos aquella terrible noche. El hombre se detuvo a contemplar a Mevi, la conocía desde hacía muchas lunas y jamás hubiera imaginado que pudiera perder la sonrisa.

-Es mejor que comencemos, estoy seguro de que llegarán pronto.

-Tiene razón...- La bella dama se deshizo por completo de su gruesa capa mostrando un bebé dormido, que parecía ser el único en aquella habitación capaz de guardar la calma. La madre de la criatura no pudo evitar sonreír y darle un beso en la frente. Ese era su precioso bebé, lo que más amaba y que protegería de la única forma que podía... No obstante ya no había tiempo así que susurró un ''Te quiero'' y le entregó lo más preciado que tenía al anciano.

''En el anochecer del decimoctavo solsticio de verano, regresará a su tierra legítima, la promesa de paz que prosperará para los siglos venideros.''

- Maestro, no comprendo, han pasado muchos solsticios, muchos más que dieciocho y no ha pasado nada, ni ha llegado nadie en busca de la paz.- dijo el joven con tono molesto mientras cerraba el libro de su escritorio. Era un niño de unos aparentes ocho o nueve años, sin embargo su tono y semblante mostraban una madurez singular para tan temprana edad.

-Bendita juventud.- Pronunció quejoso el hombre al que había llamado maestro.- Edrax, la impaciencia sólo lleva a cometer errores ¿Insinuas que los escritos mienten?

-No quiero decir eso, pero es que está hablando de un futuro que ya ha pasado, entonces el libro es erróneo, así que no entiendo por qué este tomo de las escrituras de Drahar es tan importante.

El joven llamado Edrax comenzó a deambular por la biblioteca con premura, confiaba en su maestro y le tenía un gran respeto, estaba acostumbrado a tener que leer libros complicados de entender, polvorientos o con espantosa caligrafía, algunos ininteligibles por el paso de los años, pero siempre aprendía algo de todos ellos. Excepto de ese, aparentemente sólo recogía algunas historias o profecías que le sonaban a fábulas encargadas de vender esperanza sin basarse en nada tangible. Concretamente, aquella se consideraba un cuento, uno que ya había oído por las calles de Indornerf, una promesa de paz en tiempos de guerra, solo que esta vez no se lo escuchaba a ninguna anciana gentil y senil que se acercaba a consolar su estómago vacío, sino que lo leía en las escrituras maestras. En teoría esas líneas poseían algunos retos para su capacidad de raciocinio, pero no mentiras, por lo que se encontraba completamente perdido y decepcionado.

Crónicas de DraharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora