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Me despierto. Quiero quedarme un rato más en la cama pero tengo que bajar a desayunar. Me pongo unos zapatos planos y al pasar por el espejo veo que tengo los ojos rojos e hinchados de llorar. Una oleada de realidad me golpea. Todos los recuerdos del día anterior vienen a mi mente. Me siento feliz por ver esas cortinas tan conocidas de nuevo, pero dentro de mí hay un vacío que sólo se puede llenar de una manera, y esa manera no sé dónde está. Tengo que ayudarle. Abro la puerta de un tirón.
Salgo corriendo hacia el comedor. Una criada se pega a la pared para que no me la lleve por delante.

—¡Princesa!—exclama ante mi falta de buen comportamiento.

—¡Perdón!—grito sin pararme.

Recorro los pasillos que me han visto crecer.

—¡Padre, madre!

—Hija.

La voz de mi madre suena por detrás. Me giro sobre mis talones y estiro los brazos para abrazarla. No puedo parar de sonreír, ni ella tampoco.

—¿Estás bien?

Asiento.

—¿Dónde está Zeke?

—¿Zeke?

—El duque Ezequiel, vino conmigo ayer—explico.

Se queda en silencio.

—Tu padre lo a metido en la mazmorra.

—¡¿Qué?!

Rápidamente me dirijo a la mazmorra. En la entrada hay dos guardias reales.

—Denme la llave por favor.

Uno me la tiende en la mano. Les hago un gesto con la cabeza para que me dejen pasar. Allí está sentado en un banco de piedra.
Al abrir la puerta oye el sonido de las llaves y levanta la cabeza. Se le ilumina la mirada. Corro hacia él, le agarro la cara y le beso la frente. Es mi mejor amigo, es más, es como mi hermano.

—Zeke, ¿te han hecho algo?

Juro que como le hayan hecho algo...

—No, tranquila.

—Ven, vamos a buscar a un mayordomo para ti.

Salimos al pasillo principal. Veo una doncella pasar.

—Espere,¿puede llamar a James?

Uno segundos después llega.

—Princesa, ha vuelto—hace una reverencia—el palacio se notaba vacío sin su presencia.

—Hola James, ¿puedes atender al hijo del duque?, quiero que lo traten como a un príncipe.

—Lo lamentó pero ya estoy atendiendo a otra persona.

Dicho esto hace otra reverencia y se va.

—¿A otra persona? Él era el mayordomo de Dedrick.

Miro al duque el cual se encoge de hombros. Aparece mi madre con su sonrisa más inocente.

—¡Ezequiel! Cuánto tiempo sin verte.

Pongo los ojos en blanco.

—Este mayordomo te enseñará tu habitación.

Nunca había visto a ese mayordomo. Zeke le sigue escaleras arriba.

—¿Dónde está padre?—pregunto.

Y como si hubiera sido invocado, las puertas principales se abren y entra seguido de varios caballeros. Uno en concreto se me queda mirando fijamente.

—Breena—dice haciéndome perder el hilo de mis pensamientos.

Un trono de tormento y susurros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora