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Hoy están los chicos muy raros, pero cada vez que les pregunto que pasa ninguno me da una respuesta. Están tensos, parece que han visto un fantasma. Tienen la mente en otro lugar.

—Dedrick...

Niega.

—No pasa nada.

—Puedes contarme lo que sea—insisto.

No responde. Golpeo con una mano la mesa, frustrada. Voy en busca del objetivo fácil. Llego a su habitación. Sobre la mesa tiene varios instrumentos de dibujo, hojas con planos y una pila de libros de arquitectura. Hace poco descubrió que era su pasión. Busco por todos lados pero no se encuentra allí. Suspiro. Cruzo el pasillo de nuevo, poco a poco se está volviendo más acogedor. Le hallo en el salón, sentado en una silla mirando por la ventana, parece un alma en pena. No ver esa sonrisa tan característica de él me da escalofríos.

—Zeke, ¿qué ocurre?

—Nada mi reina—intenta que no me preocupe.

—Bien, pues como soy tu reina exijo saber que es lo que pasa.

No estoy allanando su privacidad. Bueno, puede que un poco. Pero estoy preocupada.

—No pasa nada.

Si no pasara nada no tendrían esa cara. Uuug bueno, si no quieren hablar que no hablen. Salgo del salón enfadada.

—Buenos días, Breena.

—Hola Eloísa, ¿a dónde vas?

Se pone el abrigo y abre la puerta.

—Iba a hacer unas compras...

—¿Puedo ir contigo?—interrumpo—por favor.

Confusa ante mi petición acepta.

—Claro.

—Gracias.

Me pongo las botas rápidamente. Llegamos a la plaza donde se encuentra el mercado. Nos paramos enfrente de un puesto con frutas y verduras adornado con bombillas pequeñas de luz amarilla. Mientras ella escoge lo que necesita yo medito el comportamiento de los chicos.

Dedrick suele saber cosas y no me lo cuenta hasta que tienen que ocurrir, ya sea para que no intervenga en su plan, para no preocuparme o para hacerme una sorpresa, pero Zeke no suele hacer eso a no ser que Dedrick se lo diga, pero esta vez parece que lo hace de su propia cosecha. Uf es todo tan confuso. Ojalá pudiera leer y entender sus mentes.

—¿Hay algo que no va bien?—me pregunta Eloísa.

—¿Tanto se nota?

—He notado a el príncipe Dedrick y a Zeke extraños hoy.

Me llama la atención que Zeke le haya dicho que le llame por su apodo, pero Dedrick no.

—Tienes razón, hoy estaban distintos, pero no me han dicho el motivo.

—Bueno, a veces las personas necesitan tener las cosas que no entienden, saben controlar, o incluso les hace daño solo para ellos.

—¿Y qué puedo hacer?

Es tan frustrante ver que algo va mal y no poder ayudarles porque no se dejan ayudar. Se encoge de hombros.

—Eso deberás elegirlo tú.

—No quiero invadir su privacidad, pero es que me hace daño verlos así.

Me rodea con los brazos en forma de consuelo.

—Según tengo entendido pronto te casas, ¿quieres que vallamos a ver vestidos?

Asiento. La verdad es que necesito distraerme. Me va indicando cada parte del pueblo por la que pasamos, agradezco su compañía, no me conoce de nada pero está siendo muy buena conmigo.

Un trono de tormento y susurros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora