Capítulo 2: Jay Hopkins y Las Pulgas

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     Jay Hopkins, (hijo del doctor Leonard Hopkins, un gran científico e investigador) era un joven estudiante, tranquilo y aplicado. No compartía los gustos de su padre, como la ciencia o la química, sino que era más apasionado al deporte. Jay tenía diecisiete años de edad. Sus notas eran regulares, su desempeño deportivo también. Tenía pocos amigos con los cuales compartir, pero con solía salir con ellos. De todas formas, todos los días, después de la escuela, se iba a su casa.

     Caminando hacía su hogar, cerca del mediodía se detuvo en un parque para llamar a su madre por teléfono. El sol golpeaba su cabello castaño y quemaba su piel, mientras esperaba que su madre contestara.

-¿Mamá? ¿Estás ahí?
-Hola cariño. ¿Todo bien? -dijo su madre, la Sra. Gisel Hopkins.
-Sí, todo bien. ¿Papá ya salió del laboratorio?
-Fíjate que sí. Al parecer logró lo que quería y salió a conversarlo con uno de sus amigos.
-Que bien. Ya era hora de que saliera.¿Estás en la casa? -preguntó Jay.
-Sí, pero ahora estoy saliendo. Voy a la universidad porque tengo que dar clases. Te dejé el almuerzo listo y por favor, limpia la casa esta tarde.
-¿Puedo limpiarla otro día? Quería dormir esta tarde. -dijo Jay algo irritado.
-No, por favor, límpiala esta tarde. Es posible que tu padre lleve gente a la casa esta semana con la cuestión del invento.
-Está bien. Lo haré, te amo.

     Jay era un muchacho perezoso para ordenar. Siempre quería dormir y dejar todo para la última hora. Sin embargo, cuando se trataba de hacer deporte, parecía que tenía más energías que cualquiera. A veces hablaba mucho, y otras veces, era calmado y prudente. Era muy obediente a sus padres, leal a sus amigos y respetuoso. Su principal defecto era que tenía un temperamento muy volátil. Sin duda, era uno de sus más grandes defectos.

     Jay llegó a su casa como todos los días. Entró y se sentó a comer. Resulta que, estando solo en la casa, encararía un peligro leve. El laboratorio de su padre se encontraba en el sótano de la casa. Había conductos de ventilación que conectaba al laboratorio con toda la casa. Por ahí era fácil el traslado de animales pequeños. Las pulgas son un ejemplo de animales muy pequeños.
Las pulgas, llamados Sifonápteros, son un orden pequeño de insectos ápteros. Son animales hematófagos, es decir que se alimentan de sangre; y son parásitos de diversos animales. Para poder alcanzar a sus huéspedes, realizan grandes saltos que son capaces de realizar en proporción a su tamaño gracias a los resortes que poseen en sus patas. Se conocen cerca de 1900 especies. Son holometábolos, es decir que pasan por procesos de metamorfosis completa.

     Las pulgas alteradas que estaban en el laboratorio habían golpeado el cristal de la caja. Con suerte, rompieron el vidrio y se dispersaron por el laboratorio. Una de ellas, recorriendo el techo, entró a la ventilación. El peligro que estas pulgas representaban era alto por varios motivos:

1-Estás pulgas no eran pulgas normales, sino alteradas genéticamente, dando oportunidad a que tuviesen patrones de comportamiento nuevos.
2-Estás pulgas eran veinte veces más grandes que una pulga normal.
3-Estás pulgas podían ser venenosas.
4-Al ser más grandes, su apetito debería ser mucho mayor.

     Jay, por su parte continuaba limpiando. Mientras lo hacía, movía muebles, sillas y cambiaba cosas de su sitio. La pulga que entró a la ventilación logró salir y caer en la sala, escondiéndose bajo un mueble sin que Jay se diera cuenta. Jay estaba totalmente distraído, en su mundo mental, cantando y limpiando, sin pensar en lo que le acechaba. El drama inició cuando movió el mueble en donde la pulga se ocultaba. Inmediatamente sintió un dolor impresionante en su pierna derecha. La pulga se le aferró para alimentarse de él. Al presenciar un insecto de ese tamaño pegarse en su pierna y morderlo, Jay gruñó de dolor y trató de arrancarse el animal. Con su fuerza aumentada, la pulga no se despegaba de la pierna. Jay empezaba a golpearla, luchando por quitársela. Al cabo de unos segundos, la pulga cedió, y antes de huir, inyectó un potente veneno en la pierna de Jay. A consecuencia de la mutación, las pulgas habían desarrollado un veneno singular. Dicho veneno podría ser letal, y muy probablemente Jay moriría. Agonizante y adolorido, se arrastró a la cocina para revisar su herida. Sangraba levemente y el dolor era insoportable. Jay intentó hacerse un torniquete, pero antes de lograr hacer algo, se desmayó. No pudo ver nada luego de eso, pues perdió la conciencia en la cocina de su casa. La pulga aún rondaba la casa, mientras que las otras no habían salido del laboratorio. Los padres de Jay tardarían ciertas horas en llegar. Sin duda, esto fue un acontecimiento terrible.

El Hombre PulgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora