En el salón de eventos donde el dr. Hopkins cumplía su sueño, en los baños, alejado de toda persona, estaba una cosa, con apariencia humana, pero con mente primitiva. Aparentaba inteligencia, pero no como la de las personas. Aparentaba ser una criatura inteligente, para cazar, rastrear y matar. El cuerpo de Jay se levantó del suelo, dando pasos torpes en el baño, entendiendo lo que ahora era. Se miró en el espejo y no se dio absoluta importancia. Se arrancó el saco, luciendo sólo su camisa blanca, la cual se había ensuciado un poco durante los arrastres por el suelo. Sus ojos parecían un vacío oscuro, por las pupilas dilatadas y la mirada perdida. Ahora, con sed de sangre, el cuerpo de Jay abrió la puerta y salió de los baños. Un guardia de seguridad lo vio salir, pero no le dio importancia. Sin embargo, se preocupó al ver al joven adolescente acercarse hacia él con pasos torpes y descuidados. El guardia quiso ofrecerle su ayuda, pero el cuerpo de Jay la rechazó. Sujetando fuertemente al guardia contra la pared, lo olfateó, como si buscase algo especial en él. El guardia entró en pánico, no solamente por la incómoda escena, sino por la fuerza con la que el joven adolescente lo sujetaba. Al no encontrar en él lo que buscaba, el cuerpo de Jay se tambaleó hasta la salida y huyó del lugar.
En el escenario, el dr. Hopkins, totalmente feliz y sin tener idea alguna de lo que pasaba con su hijo, continuaba la exposición. Había rociado a una hormiga con un poco del suero potenciador, con el fin de mostrar en vivo las capacidades de su invento. Como el experimento en vivo tardaría en dar resultados, invitó a la gente del público a que hiciera preguntas.
-Doctor Hopkins, tengo una pregunta. -dijo alzando la mano, un estudiante universitario.
-Oigamosla. -dijo él, invitando a todos a escuchar al joven.
-¿Realizó pruebas en humanos con producto? -preguntó el estudiante.Leonard sintió como si algo lo golpease en el estómago. Fue un susto, producto de sentir que había sido descubierto, aunque no hubiese sido así.
-No, jamás. Como bien saben, antes de probar algo en humanos, lo ideal es hacer pruebas con ratones y primates. -respondió tranquilamente el doctor. -¿Alguna otra pregunta?
-Por aquí, doctor. -preguntó un médico.
-Dígame.
-¿Cómo está tan seguro de que su compuesto podría ayudar a las personas? Lo que usted provocó en esas pulgas es una aberración de la naturaleza. ¿Por qué su invento sería algo bueno?Leonard titubeó al principio, pero luego respondió:
-Estas pulgas son el resultado del efecto potenciador de mi invento, en un animal de estas dimensiones. Por supuesto que en humanos sería algo totalmente diferente. Probablemente inimaginable. Pero la razón por la que creo que mi invento puede favorecer a las personas, es porque si mi suero potenciador es combinado con los químicos correctos, podemos convertirlo en un agente destructor o constructor, de cualquier virus o bacteria, de cualquier órgano, tejido, o de una simple célula. Con el control adecuado de mi suero potenciador, podríamos crear el bien.
Las personas hablaban entre sí. El médico prosiguió:
-¿Usted quiere decir que sin supervisión y/o control de algún tipo, su creación podría ser peligrosa para las personas?
Leonard sintió gotas de sudor correr bajo su ropa, por su pecho, por su estómago, por su espalda.
-Sí. -admitió. -Sí podría.
Las personas continuaban murmurando.
-Yo tengo una pregunta, doctor. -dijo un investigador. -Usted dijo que sus pulgas desarrollaron un Veneno paralizante, para poder atrapar a sus presas y absorberles la sangre. ¿No le parece que es peligroso?
En ese instante, Leonard sintió que el universo lo acusaba. Sintió que las personas le lanzaban indirectas, porque sabían su secreto más profundo.
-Así es, es peligroso. Es por eso que cualquier animal que sea potenciado por mi creación, debe ser cuidadosamente estudiado, y guardar mucha precaución ante él.
-¿Qué pasaría si un humano es picado por una de esas pulgas? -preguntó el investigador.
-Pues... -Leonard recordaba a su hijo. -No sabría decirlo. Quizás moriría.
-Pensé que se convertiría en un Hombre Pulga. -dijo alguien del público, a manera de chiste.Las personas rieron y jugaron con el comentario de aquella persona. Leonard rió también, incómodamente, tratando de disimular. Pero su incomodidad se transformó en angustia cuando vio a su esposa sentada y a su lado, él asiento vacío que correspondía a su hijo. Con un gesto, Leonard preguntó por Jay. Su esposa le respondió que no tenía idea de dónde estaba. Entonces Leonard pidió un permiso para ir al baño y corrió a buscar a Jay por todo el salón.
Era una noche fría y oscura. Totalmente normal para aquella ciudad de clima tan fresco. Las personas salían de noche, pero eran pocas las que hacían vida nocturna. Entre esos, una pareja conducía por las calles, buscando una farmacia para comprar unos medicamentos. De pronto, algo cayó sobre el capó del auto asustando al hombre, que iba de conductor, y también a la mujer, que iba de copiloto. El hombre perdió el control del auto y se estrelló contra un poste de luz. Lo que habían visto era una figura oscura y grande que cayó sobre el capó y que luego corrió por el techo del auto. Al menos, eso declararon a la policía y a los doctores en cuanto llegaron al hospital, porque la mujer había salido bastante herida. Más adelante, unos hombres que veían un partido de fútbol en la comodidad de su casa, se alarmaron al escuchar cómo alguien corría por su techo. Salieron a ver de qué se trataba, pero nada encontraron. Los rumores entre los vecinos de aquella localidad iniciaron, y en cada lugar por el que el cuerpo de Jay pasaba, la gente quedaba espantada, pues no encontraban una explicación antes las cosas que oían.
En el salón de eventos, habiendo pasado los cinco minutos pedidos por el doctor Hopkins, ya era hora de volver al escenario. Pero Leonard no tenía ganas de volver. Su esposa fue con él para preguntarle qué sabía de su hijo.
-¿Lo encontraste? -preguntaba Gisel.
Leonard miraba a Gisel con angustia. Le mostró lo que encontró.
-Encontré esto. -dijo mientras mostraba el saco roto de Jay.
-¿Qué le pasó? ¿Dónde está?
-¡No lo sé! ¿Qué te dijo él?
-Que iba al baño porque no se sentía bien.Leonard pensó de más las cosas.
-Espero no le haya pasado algo. -musitó.
Dos policías atendían a los llamados de las personas, declarando que había ladrones en sus calles, que saltaban por los techos. Ellos iban diligentes a cumplir su trabajo, pero presenciaron algo que jamás iban a olvidar. Vieron a un hombre saltar desde una calle a otra, con un solo impulso. Parecía que volaba. Parecía que estaba buscando algo. En vez de seguirlo, acudieron a la ayuda de las personas angustiadas para interrogarlas y saber qué estaba pasando. Por otra calle, dos vagabundos salieron espantados porque vieron a un hombre "comiéndose un perro". Eso declararon a la policía. Los llamaron locos. La realidad era otra esa noche.
- No puede hacer esto, doctor. La presentación debe continuar. -decía Norman Weber, el amigo y colega del doctor Leonard.
-No encuentro a mi hijo y lo voy a buscar. Así que cancele toda su exposición o invente una buena excusa. -dijo Leonard firmemente.El doctor Leonard y su esposa Gisel salieron del salón de eventos por donde nadie los viese. Encendieron su auto y aceleraron para recorrer toda la ciudad en busca de su hijo. Al cabo de unos minutos, pasaron cerca de un grupo de personas que hablaban acerca de haber visto a un hombre trepando uno de los edificios de apartamentos de aquella calle. Encendieron la radio y se regaba la noticia de que dos vagabundos vieron a un hombre comerse un perro. Todo era raro aquella noche. Pero los únicos que sabían la verdad eran los padres de Jay. Su angustia estaba en su punto máximo.
-Se convirtió en un monstruo. Por tu culpa. Por culpa de ese invento. -decía Gisel, la angustiada madre.
-Fue un accidente. No fue mi culpa. Además, es solo uno de sus arranques de instinto de supervivencia. Siempre vuelve a la casa. Volvamos a la casa. Seguro está allá.
-Eso tú no lo sabes. Tenemos que seguirlo buscando. ¿Quién sabe qué andará haciendo?
-Volvamos a casa y esperemos un rato. Él volverá.Luego de buscar a Jay, sin éxito, el dr. Hopkins y su esposa decidieron volver a su casa, esperando que Jay pudiese volver. Quizás sería una decisión que los llenaría de tranquilidad o de amargura.
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El Hombre Pulga
Ciencia FicciónCuando la esperanza de una vida mejor y la ambición por el éxito se juntan, se pueden tomar decisiones que acarreen consecuencias desastrosas. Cuando somos guiados por las emociones y no damos espacio a la razón, los acontecimientos negativos de la...