Los sucesos extraños de aquella noche que inquitieron a muchos ciudadanos ya casi eran olvidados. La policía seguía investigando, pero casi nadie hablaba de eso. Había pasado un mes luego del incidente. Todas las personas habían vuelto a su vida normal, excepto la familia Hopkins. Ellos aún no tenían noticias de su hijo.
Una tarde, la vecina de Leonard tocó la puerta. Fue Gisel quien abrió.
-Buenas tardes. -dijo Gisel.
-Hola, señora Gisel, buenas tardes. ¿Cómo está?
-Pues... Ya sabe. No puedo responder bien a eso.
-Lo entiendo. Disculpe si soy inoportuna. Estaba preocupada por usted y quise venir a verla.
-Está bien, aprecio mucho que se preocupe por mí. ¿Quiere pasar? Podríamos tomar un té.
-Oh, me encantaría.Gisel dejó entrar a su vecina y ambas conversaron sobre diversos temas. Tomaron té y pasaron la tarde juntas. A Gisel le hacía bien que algo o alguien la ayudase a no pensar en lo terrible que sucedió con su hijo.
-¿Sigue de permiso en la universidad? -preguntaba la vecina.
-Así es. Ellos entendieron mi situación y no he ido este tiempo. Creo que no iré hasta el mes próximo mes. -respondía Gisel.
-No dejes que te presionen. Espera a sentirte mejor y ya verás que podrás con todo.
-Tienes razón. Gracias. Eso haré.Siguieron tomando té hasta que la vecina hizo una pregunta ocasional.
-¿Y tu esposo?
-Ah, Leonard. Pues él... Se la pasa en el laboratorio. No sale de ahí.
-Parece que sus problemas no detiene su pasión por la ciencia.
-No lo sé. En verdad no sé qué hace. No nos comunicamos como antes. Solo comemos juntos, vemos televisión juntos; pero creo que Jay se llevó mucho de nosotros, sabes?Gisel rompió en llanto al mencionar a su hijo. Hacía mucho que no decía su nombre. La vecina la consoló y la ayudó a reponerse. Decidió que era mejor para Gisel descansar. Se despidieron entonces y Gisel fue a su habitación. Mientras acomodaba su cama para acostarse, recordó a su esposo. Recordó el amor que los unió en su juventud. Por eso decidió acercarse a él. Caminó hasta la puerta del laboratorio. Hacia poco habían puesto una de madera, porque la de acero fue destruida. Entró y vio su esposo sentado frente a una mesa, con diferentes tubos de ensayo llenos de líquidos de diferentes colores y con un libro en su mano izquierda que al parecer leía. En su mano derecha, un lápiz, que se deslizaba de forma ágil sobre las hojas que Leonard tenía sobre la mesa; y al acercarse, vio un montón de fórmulas y símbolos que no entendía. Pero eso era lo que Gisel amaba de Leonard, su pasión por la ciencia.
-¿Cómo te va? -preguntó, algo apenada.
Para Leonard, volver a oír la voz de su esposa se sintió extraño. Pero se sintió agradado, por lo que le respondió:
-Me va bien. Podría irme mejor.
-¿Qué haces? -preguntaba ella.
-Trabajo. Trato hacer un nuevo compuesto.Gisel se impresionó; pero no en el buen sentido. Sintió algo de indignación de que luego de lo que había pasado hace un mes, Leonard siguiera viviendo su vida como si nunca hubiese pasado.
-¿En serio? ¿Trabajo? ¿Luego de lo que pasó? -preguntaba ella.
-El mundo no se ha detenido, la vida sigue. Me están investigando por la creación del Suero Potenciador, pero no significa que no pueda seguir trabajando.
-¿Y ahora qué inventas? ¿Un fertilizante para plantas que convertirá mis tulipanes en plantas carnívoras?Leonard se irritó por la ironía de Gisel.
-¿O acaso es una pastilla para el dolor de cabeza que al tomarla, en vez de quitarte el dolor, te provoque macrocefalia?
-Gisel, por favor, déjame trabajar.
-¿Acaso no entiendes? ¿No te das cuenta de que todo lo que pasó fue por tu culpa y tú aún sigues experimentando con esas cosas?
-¡Déjame solo! ¡Déjame trabajar!Gisel se sintió agredida. La manera en la que Leonard le gritó, la hizo sentir como lo peor del mundo.
-No puedo creer que no entiendas cómo me siento; y que de paso, me grites así. -decía Gisel con lágrimas en sus ojos.
-Lo que yo no puedo creer es que no entiendas que quiero salir adelante y corregir mis errores.
-Tú nunca vas a corregir esto. Nuestro hijo se convirtió en un monstruo por tu culpa.
-¡Ya deja de culparme por todo! ¡Soy el responsable, sí, pero no es para que me lo recuerdes! Voy a seguir trabajando para que recuperemos nuestra anterior vida. Así que déjame solo.
-¡Espero que te explote un ácido en el rostro y te mueras!Gisel salió del laboratorio y dejó a Leonard solo. Él siguió en lo suyo, concentrado en un nuevo compuesto. ¿Qué se supone que hacía Leonard? ¿En qué trabajaba? La hoja en la que escribía tenía por título "Cura". Pero, ¿cura para qué? El dr. Leonard había trabajado en diferentes campos a los largo de su vida. Había trabajado en la creación de medicamentos y vacunas. Pero ahora mismo no se encontraba en nada de eso. De hecho, ningún químico entendería lo que él trataba de hacer ahora.
-Si el Suero Potenciador fue el que provocó este desastre, entonces el mismo Suero Potenciador tiene que revertirlo. -decía él, hablando consigo mismo.
Luego de hacer los cálculos necesarios, comprobó que ya estaba listo para crear su nueva fórmula. Lo que Leonard Hopkins trataba de crear era una variante del Suero Potenciador, pero con la capacidad de revertir los efectos de este. Leonard trataba de crear el antónimo de su primer invento. Algo que, en vez de provocar que un organismo se descontrolara genéticamente, lo hiciera estabilizarse en todos sus valores. Parecía que Leonard quería curar algo, o a alguien. Seguiría trabajando en su nuevo proyecto, sin importar qué. Para él, la pérdida de su hijo fue tan devastadora que ya su vida sólo se resumía a su pasión por la química. A Leonard no le interesaba más nada. Incluso parecía que había dejado de amar a su esposa.
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El Hombre Pulga
Science FictionCuando la esperanza de una vida mejor y la ambición por el éxito se juntan, se pueden tomar decisiones que acarreen consecuencias desastrosas. Cuando somos guiados por las emociones y no damos espacio a la razón, los acontecimientos negativos de la...