Capítulo 13: Diagnóstico Final.

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     Dos meses habían pasado desde la desaparición de Jay Hopkins, el joven hijo de Leonard y Gisel Hopkins. Los sucesos extraños de aquella noche en donde el dr. Hopkins presentó su invento al mundo, ya habían quedado en el olvido. El Suero Potenciador, creado por Leonard, aún no le había sido devuelto. Al parecer, le había sido decomisado por el gobierno. La comunidad científica ya no hablaba de él. Solo unos pocos amigos estaban pendiente de Leonard y de su luto por la desaparición de su hijo.

     La relación matrimonial entre Leonard y su esposa Gisel no se había reconstruido. Al contrario, con el paso del tiempo, se había deteriorado más. Todos los días Leonard se la pasaba en el laboratorio. Tres veces por semana salía al final de la tarde y volvía a altas horas de la noche, ya cenado y muy cansado. Gisel nunca quiso pensar lo peor, pero ella estaba cansada de estar sola. Todos los días caminaba por una casa vacía. Todos los días anhelaba el amor de un esposo ausente. Todos los días, Gisel cenaba sola, porque si Leonard no cenaba en el laboratorio, llegaba de la calle, ya cenado a altas horas de la noche, sin darle a ella ninguna explicación. Lo único que Leonard le podía decir era que estaba tratando de que recuperasen la vida de antes.

     Aconteció que un día, Gisel estaba viendo un álbum de fotos familiares. Ahí observaba a su hijo, desde que había nacido hasta que cumplió 16. Gisel se dio cuenta que no había fotos de Jay de cuando cumplido 17 años. Ya no recordaba qué había pasado ese día. Pero lamentaba no tener fotos actuales de su hijo. De pronto Gisel escuchó que Leonard venía. Volteó a verlo y se dio cuenta que llevaba con él un bolso y que iba a salir. En ese momento Gisel le habló:

-Vas a salir sin decirme a dónde vas, ¿verdad?
-Vas a empezar otra vez... ¿Verdad? -dijo Leonard, imitando la actitud de Gisel.
-No, tú no tienes derecho a molestarte. Yo tengo derecho a molestarme. Yo he sido la que he estado sola en todo este tiempo y tú sólo has estado metido en tu laboratorio y saliendo de noche, quién sabe a dónde, sin decirme por qué y para qué. ¡¿Qué no entiendes que estoy harta?!
-¡Ya no me grites! ¡Ya te dije que estoy tratando de remediar todo!
-¿Remediar qué? Todos los días te pregunto si sabes algo de Jay y me dices que no sabes nada. Todos los días me dices que trabajas en un compuesto nuevo, pero igual no me dices más nada. ¿Qué quieres que piense? He pensado que hasta tienes otra familia.
-¿Cómo osas decir eso? ¡Mi familia eres tú! Y era mi hijo.
-No parece, porque desde que Jay se fue, me olvidaste. Ni un abrazo me das al llegar. Ni me hablas. Ya no significo nada para ti.
-Si así fuese, no estaría haciendo lo que estoy haciendo.
-¿Y qué estás haciendo?
-¡Tratando de remediar todo!

     Gisel ya estaba cansada. Pensó que su esposo ya había perdido la cabeza. Para ella, la culpa de haber creado aquel compuesto que trajo las desgracias para su familia lo había enloquecido. Gisel ya no amaba a Leonard. Ella lo veía como un científico loco.

-¿Sabes qué? Me voy. -dijo Gisel. -¡Me voy!
-¿A dónde vas? -preguntaba Leonard mientras la seguía. -Yo soy el que se va. Tú no tienes que irte.
-Cuando digo que me voy, es que me voy, Leonard. Se acabó. Ya no quiero ser tu esposa.

     Si de verdad existe un sentimiento relacionado con la ruptura del corazón, pues ese sentimiento sobrevino sobre Leonard al escuchar las palabras de Gisel. No lo podía creer. Para él, Gisel era lo único que le quedaba.

-Espera, no puedes irte así. -decía Leonard mientras seguía a Gisel hasta su auto. -¡No te vayas! ¡Solo debes tener paciencia!
-¿Paciencia para qué? Ya no te soporto. Ya no te tolero. Eres como un fanstama y no quiero vivir con un fantasma. Lo único que dices es que vas a remediar todo y al final, no haces nada. Me tienes harta.
-Gisel por favor... Todo lo que estoy haciendo, lo hago por nosotros.
-¿Y por qué no me dices qué es?
-¡Porque no sé cómo explicarte!

El Hombre PulgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora