1. Vida ordinaria.

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Sin quitarle la vista de encima, lancé un golpe a mi melliza. Ella lo esquivó con audacia, pero el movimiento ocasionó que el cabello le cubriera el rostro. Aproveché su distracción y volví al ataque tomándola de la cintura, haciendo que ambas cayeramos sobre el lodo.

—¿Tenías que hacerlo así? —Eris protestó al sacudirse las manos.

—En una pelea, todo vale. —Me quité el barro de los ojos.

El cabello de Eris había pasado del rubio al caoba. Después de unos segundos de mirarnos como si quisiéramos matarnos, soltamos una sonora carcajada. Ambas nos levantamos e intentamos, sin éxito, limpiarnos la suciedad. Estábamos en eso, cuando un crujir de hojas llamó nuestra atención.

Volteamos en dirección al bosque, pero no encontramos nada. Eris se quedó embobada y yo aproveché el momento para darle un nuevo golpe en el estómago que la hizo caer de nuevo.

—¡Oye! —exclamó con enojo.

—Regla número uno: nunca apartes la mirada de tu oponente.

—Pero ya habíamos acabado, ¿necesitabas darme otro golpe? —dijo molesta.

Me paré frente a ella, con las manos en la cadera.

—A decir verdad, sólo tenía ganas de hacerlo. —Le ofrecí mi ayuda para incorporarse, pero ella me rechazó, indignada.

—Ya vámonos, se hace tarde y el bosque me da miedo —confesó.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. No era la primera vez que sentía que algo me observaba oculto entre la maleza. Mis miedos se hicieron realidad cuando vi una sombra moverse entre los árboles. Iba a seguirla, pero la voz de Eris me detuvo.

—Elani, ¿te vas a quedar ahí todo el día?

—Ya voy —dije finalmente.

Volví a mirar hacia el lugar donde la sombra se movió, pero todo estaba tranquilo. Tal vez solo eran imaginaciones mías. Monté mi caballo y alcancé a mi hermana.

Durante el trayecto a casa no dejé de pensar en lo que había sentido. ¿Qué había sido aquello?

—Tierra llamando a Elani.

—¿Qué pasa? —murmuré sin mirarla.

—Estamos en graves problemas —frenó de golpe.

En el porche de nuestro hogar, nuestra madre nos esperaba de brazos cruzados. Esa pose no significaba nada bueno.

—Ma... madre ¿qué haces aquí afuera? —Traté de sonar casual, pero mi nerviosismo me delataba.

—¿Lo mismo me pregunto?

Al verla acercarse, miré a Eris, pero ella solo agachó la cabeza. Siempre fue así, huía ante la primera señal de problemas.

—Cobarde —susurré.

—¿Dijiste algo, Elani? —Mi madre utilizó el mismo tono acusador de siempre.

—Estábamos en el bosque, ¿eso querías escuchar?

Observé su mirada cansada, pero eso no calmó la discusión que estaba por venir.

—¿Haciendo qué?

—Buscando leña.

—¿Y dónde está qué no la veo? —Levantó una ceja mientras buscaba dichos trozos de madera.

Mi pequeña mentira no logró engañarla. Ella se molestaba cada vez que entrenamos, así que habíamos decidido hacerlo a escondidas.

—¿Irás al pueblo? —intervino Eris para cambiar el tema—. Podemos llevarte.

Saga Cristal 1: La Profecía De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora