4. Es difícil decir adiós.

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Eris se dio por vencida y yo corrí a casa tan rápido como mi vestido y mis tacones me lo permitieron. La puerta estaba entreabierta cuando llegué a casa, así que entré sigilosamente.

-¡Eileen! -exclamé deseando que apareciera frente a mí.

No recibí respuesta, así que cuidadosamente investigué las otras habitaciones. Al no encontrar señales de nada ni nadie, salí de casa mientras sentía un dolor agudo en el pecho.

Sabes que lo que viene matará a tu familia. Las palabras del rey vienen a mi mente.

-¿La encontraste? -Jadeó Eris, con el pelo despeinado y las zapatillas en la mano.

Negué con tristeza.

-¡No debí asistir a ese estúpido Baile! -exclamé mientras me dejaba caer en la nieve.

-¡Auch! -exclamó Eris con dolor, algo plateado se había incrustado en la planta del pie.

Me acerco a la rubia y estiro un conocido brazalete de su piel.

-Es de Eileen -dije mientras lo examinaba con detenimiento-. Estuvo aquí.

Me recosté en la banca fuera de casa, el mareo había vuelto, así que tuve que cerrar los ojos un momento.

¡No debí dejarla sola! Repetía una y otra en mi cabeza.

Cuando el mareo pasó, volví a abrir los ojos y note un camino fluorescente que se extendía hasta el bosque. Me enderecé con rapidez caminando hacia él.

-¿Ves eso? -pregunté mientras señalaba aquella extraña luz, Eris negó confundida-. ¡¿No ves esa cosa brillante?! -exclamé alarmada.

Sin esperar a mi melliza, entré al bosque y caminé a través de la luz que se desvanecía con cada paso.

-¡No me dejes sola! -exclamó la rubia corriendo descalza detrás de mí.

Caminamos durante algunos minutos, llevándonos hasta las profundidades del bosque, donde la luz desapareció por completo, dejándonos en la oscuridad.

-¿Ahora qué? -preguntó Eris con nerviosismo.

Ignoré su pregunta y me puse a analizar los alrededores. Si esa luz nos trajo aquí es por alguna razón.

Nada era visible en la oscuridad total; todo lo que se podía distinguir eran algunos reflejos de la luz de la luna y algunas luciérnagas que se acercaban a nuestro alrededor.

-¡¿Oyes eso?! -dijo Eris entrando en pánico al oír pisadas a nuestras espaldas-. ¡Salgamos de este lugar!

—¡Eres buena bebiendo y haciendo amigos, pero no te atreves en ir en busca de nuestra hermana por un simple ruido! —exclamé con enfado, el viento empezó a silbar, moviendo los árboles con fuerza—. ¡Vete!, yo sí me preocupo por Eileen.

—¡Cómo te atreves a decir eso! —exclamó Eris empujándome.

—¡Entonces no seas cobarde y ayúdame a encontrarla! —En mi interior sentía un calor que crecía a medida que aumentaba mi enojo, por más que lo intentaba no podía controlarme, caí de rodillas sobre la nieve tomando mi pecho que ardía como mil demonios.

-¿Qué te pasa? -Eris intentó acercarse. Sin embargo, la empujé lo suficientemente fuerte como para que cayera lejos de mí.

-¡Aléjate!

Los árboles se balanceaban y murmuraban con el paso del viento; parecía como si estuvieran tratando de comunicarse con nosotros. Una rama enorme se rompió e iba directamente hacia Eris, pero fui más rápida y me moví en su dirección para evitar una tragedia.

Saga Cristal 1: La Profecía De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora