CAPÍTULO UNO

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Que complicada es la vida a veces.

Que complicado es sonreirle al mundo cuando todo lo que quieres hacer es llorar.

Que complicado es fingir que estas bien, aún cuando tienes el corazón hecho pedacitos y lo único que deseas en ese momento es volver a casa y esconderte en tu búnker de cobijas donde nadie puede lastimarte, donde puedes llorar hasta secarme y sabes que nadie va a juzgarte.

Tengo miedo de como últimamente el cielo parece reflejar mis emociones, si estoy triste el cielo parece estarlo, si estoy feliz el cielo está con una luz radiante pero agradable, de esas que te dan ganas de ser planta y hacer fotosíntesis en el jardín de tu casa.

Por eso cuando el sol salió esta mañana me sorprendí tanto, porque llevaba días escondido entre las nubes grises, llorando de vez en cuando, no tan intenso, apenas un lagrimeo, pero que sin duda me hacia estar triste por el. Pero sobre todo estar triste por mí. Porque yo al igual que el cielo sollozaba a ratos.

Si esta mañana el sol no me hubiese iluminado tanto la cara al despertar probablemente mi día hubiese sido distinto. Quizá en unas horas, días o años deteste el sol o quizá le agradezca por salir hoy. Lo que sé es que al igual que el sol no puedo estar más tiempo escondida.

Quiero salir y sonreir de verdad, por lo menos una vez más.

Llevo caminando lo que parece una eternidad bajo el sol que siento como si pudiese colapsar en cualquier momento. El sudor en mi cuerpo hace que la ropa y la arena que viaja con el viento se pegue a mi piel, hace que me escuezan los ojos.

El pelo se me pega a la cara pero no puedo hacer nada porque tengo las manos ocupadas. Las maletas hacen que ya no sienta mis brazos y el suelo bajo mis pies es tan caliente que puedo sentirlo arder a través de las deportivas.

No recuerdo que el camino a casa fuese tan largo. Parece haberse extendido durante estos tres años que estuve lejos.

Es irremediable, quizá termine muerta a la orilla de la carretera.

Igual y mi familia, y mi ex novio y mi ex suegra piensen que me he suicidado y que la carta de despedida que he dejado en realidad era una carta suicida.

Sigo avanzando y no dejo de pensar que los conductores que pasan a mi lado deben de tener una escena de lo más divertida, deben creer que he huido de casa y que no he dejado nada. Y la verdad es que tienen razón, no he dejado nada, incluso Marjorie y Ben han viajado conmigo, los llevo aferrados en mi brazo izquierdo, aún cuando pesan demasiado, aún cuando las ramas de Marjorie me arañan la cara.

No veo el fin de la carretera, comienzo a arrepentirme y ya no me parece una muy buena idea.

Quiero dar media vuelta y regresar, quiero correr hacia atrás y ver si con suerte alcanzo el autobús del que me he bajado, decirle que me he equivocado, que quiero volver a la civilización.

Pero es demasiado tarde el autobús se ha ido y su estación ha quedado un par de kilómetros atrás.

Las piernas me han empezado a flaquear y cada vez pasar saliva me cuesta más, tengo una sed inmesa y siento que ya no puedo más. Voy a desplomarme, la idea de la nota suicida ya suena tan mal.

Me da miedo morir, pero ya no me molestaría seguir la luz si eso acaba con este sufrimiento.

Quizá ya morí, y esto es el infierno, se siente como el infierno. Arde como el demonio y me quema tanto. No me sorprendería estar en él, he hecho tantas cosas que no juzgo al Jefazo de arriba por haberme enviado.

Solo espero que la eternidad no dure demasiado.

-¿Evie? ¿Evie eres tú? -Escucho una voz a la distancia, parece tan lejana como si proviniese del cielo.

-¿Eres tú Dios? -Digo con la mirada fija en las nubes, quizá esto sea solo el purgatorio, y al final el decida hacerme libre de todos mis pecados. Eso espero, no se como funciona esto, quizá deba pedir perdón por haberme quedado dormida en misa todos los domingos.

Una carcajada sonora viaja por una corriente ardiente de aire.

¿Acaso Dios se burla de mi?

-¿Evie?

Y entonces colapso en un llanto irreparable.

-Dios perdón por quedarme dormida en misa, si este es el infierno es horrible, no quiero quedarme aquí para siempre. No debí molestarme con la abuela por obligarme a rezar. -Estoy llorando y parece que tengo hipo.

-¿Evie?

Me sorbo la nariz, pero no puedo dejar de llorar. El sudor y las lágrimas son una mala combinación, me arden los ojos, me arde la cara. Ni siquiera esperaba que saliesen lágrimas, pensaba que estaba completamente deshidratada, igual y debería de guardar las lágrimas en frascos para beberlas luego.

-Evie creo que estás deshidratada.

-Puede dejarme un frasco para guardar mis lágrimas y beberlas luego, eso sería un acto muy bondadoso de su parte señor. -Respondo.

-Y claramente estas delirando, te ayudo.- Y entonces lo veo, piel ligeramente morena, cabello oscuro, ojos marrones preciosos y un perfecto lunar justo arriba de sus labios.

-Creí que Jesucristo era blanco. -Hipo.

Una sonrisa me permite ver sus perfectos y a lineados dientes. Su risa se escucha tan melodiosa. Quizá es un angel.

-Vamos Evie, te ayudo. -El angel toma a marjorie y a Ben de mis manos, un segundo despues se aleja y al siguiente esta de nuevo frente a mí. Poco a poco me voy sintiendo mas ligera.

En algún punto creo que levito, que floto, porque mis pies ya no estan tocando el suelo.

Cierro mis ojos un momento, pero solo porque comienzo a sentir una brisa refrescante en la cara.

Una melodía de película de los años 50 esta sonando a mi alrededor.

Creo que me han dado una segunda oportunidad.

El día que se marchitaron todas las flores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora