El sol no deja de ser tan intenso conforme pasa el día. Me he dado una ducha justo antes de salir, y ahora me siento como si llevase días sin bañarme. El sudor en mi piel hace que la arena se me pegue al cuerpo.
Con cada paso que doy, una rafaga de arena brota y se pega a mis descubiertas pantorrillas.
-Vamos evie date prisa casi llegamos. -Grita mi mamá delante de mí.
Esto es otra de esas cosas que no recuerdo, no recuerdo que la playa fuese tan larga. Extensas hectáreas de arena blanca se extienden frente a mí, y yo sigo sin ver a mi abuela.
Estoy cansada, de nuevo tengo sed y solo quiero regresar a casa de mis abuelos y así invernar en su refrigerador.
-Estoy cansada. -Admito.
-Pero qué dices, si tomabas este camino a diario con tu abuela cuando eras niña.
Eso debió haber sido hace mucho, ahora tengo cero condición atlética. Detesto el ejercicio intensivo. Puedo hacer yoga, quizá pilates y bailar. Pero caminar, correr, eso sí que es un problema.
-Hace mucho sol
-Te dije que te pusieras otra ropa.
-No hay ropa tan refrescante que me quite el calor. Se necesita estar desnuda para poder estar cómoda en este lugar.
Mar estalla en una sonora carcajada. Que suerte que mis desgracias le den gracia. Por lo menos una disfruta del momento.
Mi madre frena de golpe. Y yo un poco más y chocó contra su espalda.
-Ahí están -dice con una sonrisa en el rostro.
Veo a mi abuela y a mi hermana a un par de pasos más al frente llevando una canasta en las manos. Ahí están de nuevo estas idiotas lágrimas.
Camino lentamente hacia ellas, tengo esta sensación en el pecho de que reaccionen mal por mi llegada.
Pero entonces los ojos de Clara se encuentran con los míos, y esboza una sonrisa que me permite ver la ventanita que se encuentra en medio de sus dientes superiores.
-¡Evie! -Grita al tiempo que se abalanza hacia mí y caigo de espaldas en la arena.
Aun en la arena me aferro a su pequeño cuerpo. Es tan pequeña pero al mismo tiempo tan grande. Ha crecido demasiado, ahora es mucho más alta.
Nos quedamos un par de minutos así tiradas en la arena abrazadas. Cuando al fin nos separamos y nos ponemos de pie. Clara no deja de verme de pies a cabeza.
-Estás más bonita.
-Tu tambien lo estas. -Respondo.
Cuando volteo con la abuela, veo que está llorando. Yo también estoy llorando. Dejo que me envuelva con sus cálidos brazos.
Es tan cálida como la recuerdo. Sigue usando el mismo perfume y su cabello tiene ahora más canas. No puedo evitar darme cuenta que se ve mucho más mayor.
-Te extrañe mucho mi corazón -me dice una vez que nos separamos.
-Yo también abue.
-Prometeme que ya no te vas a ir sin avisar.
No puedo evitar sentir culpa por su comentario..
-Lo prometo. -Digo con una sonrisa sincera, porque de verdad espero nunca más volver a hacerlo.
-Evie, ¿te vas a quedar aquí para siempre? -Pregunta Clara.
Ahí está de nuevo la pregunta sin respuesta.
-Evie no lo sabe muy bien, pero es seguro que se va quedar unos días. -Le responde mamá, y yo no puedo evitar estar contenta de tenerla a mi lado.
Parece que esto tampoco ha cambiado, mi mamá puede saber cuando estoy triste o cuando me pasa algo, cuando no puedo hablar o cuando simplemente no estoy bien.
Incluso ahora que no lo dice, se que lo piensa. Ella sabe que ha pasado algo, ella sabe que no estoy aquí solo porque la ciudad me ha aburrido o porque lo de victor y yo no funciono. Ella sabe que hay más.
Y a mi me preocupa que descubra cuál es ese más.
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El día que se marchitaron todas las flores.
Fiksi RemajaA veces amamos tanto a alguien que olvidamos amarnos a nosotros. Evie regresó. Luego de tres años fuera regresó con un par de maletas, ropa cara y dos pequeñas dalias en las manos. Nadie sabe porque volvió, si volvió para quedarse, si acaso esta h...