-Son muy bonitos, debieron costarte una fortuna.
Me encojo de hombros. Tomo el abrigo de color durazno que llevaba en las manos mi madre.
-Lastima que tampoco se pueda usar aquí. -Digo resignada al tiempo que lo colocó arriba de toda la montaña de ropa que tampoco se puede usar en este lugar.
¿Es tan difícil vivir en un lugar donde haya todos los tipos de clima?
-Debiste ir a comprar ropa de playa antes de venir.
¿Cómo le explico a ella que no planeaba venir?
Mi madre y yo nos encontramos deshaciendo las maletas en la habitación que antes compartía con mi hermana. También sigue igual. El papel tapiz de flores lilas. la cama matrimonial con cientos y cientos de peluches de Clara, el ropero viejo con estampas pegadas en él, de esas que salían en las gomas de mascar.
-Igual y si no te molesta podemos ir al mercado el domingo a comprar ropa.
-¿En serio?
-Si yo se que no es para nada a los centros comerciales que frecuentabas pero de niña te encantaba que te llevara a comprar ropa. -Eso es verdad, me gustaba mucho ir al mercado con mi madre.
-Esta bien, me encantaría, gracias.
-Tendrás que esperar al domingo, pero por suerte para ti, tu abuela te dio esto. -Mi madre extendió dos trozos de tela de excéntricas flores hacia mi.
El pijama de mi abuela. Mi abuela notó mi irritación con el calor y decidió darme uno de sus viejos pijamas.
-La tela es muy fresca y bonita. -Dijo cuando me lo entregó.
El pijama consiste en dos piezas de tela, es fina y en efecto fresca, pero el diseño es horrible. Tiene un estampado de flores de todos los colores y estoy segura que parecere una pinata.
Pero no quiero hacer sentir mal a nadie, además si esto va quitarme el calor, puedo aceptarlo y aguantar la vergüenza y humillación.
Al ponermelo en efecto noto que me queda mucho más grande de lo que pensaba. El elástico de la cintura está desgastado y hace que los pantalones cortos se bajen con un solo movimiento, como caminar.
-Creo que me queda algo grande. -suspiro.
-Esta bien, solo es para dormir. -Mar trata de hacer un nudo de cada lado, para que pueda despertar en la mañana con los pantalones puestos y no rodando por cualquier parte de la habitación.
-Te ves hermosa con lo que uses.
-Parezco una piñata. -confieso.
Mar suelta una carcajada.
-Por suerte para ti, el lunes podrás lucir una pijama digna de ti.
Ladeo mi cabeza.
-De acuerdo, hora de descansar. Tu hermana va a dormir conmigo para que tengas tu espacio.
-De acuerdo. -digo metiéndome en la cama. Las sábanas están calientes, pero no de un modo insoportable.
-Buenas noches. -dice mi madre al darme un beso en la frente como cuando era niña.
-Buenas noches mamá. -Y con eso se aleja y cuando está justo en el marco de la puerta, voltea la vista hacia mí, para dedicarme una sonrisa. -En serio extrañaba estar aquí.
Su sonrisa parece desaparecer, pero apenas si lo he notado, pues vuelve a sonreír.
-Te amo mi niña.
-Yo también mami. -Se despide con la mano y cierra la puerta detrás de ella.
Tengo tantas emociones en la cabeza que me preocupa un poco no poder dormir. Pero comienzo a sentir los ojos pesados. Supongo que he gastado demasiada energía en el día.
Me toma un momento relajarme, estoy entrando en el país de los sueños. Se que va ser una buena noche, pronto he de adaptarme.
Fue una pésima noche, dicen que durante la noche la temperatura baja, pero el calor para mi seguía siendo muy intenso. Y para colmo una gran cantidad de mosquitos decidió que yo era la cena de esa noche.
La mañana no mejora, me despierta el ruido de un gallo de no se donde, y soy consciente que he sudado como un cerdo toda la noche. Tengo el cabello húmedo y la piel pegajosa.
-Te ves horrible -dice mi madre al verme entrar a la cocina.
-Necesito un café. -Digo rebuscando en la alacena. Tengo el presentimiento de que solo va a darme más calor, pero necesito algo que me despierte, y me haga sentir de nuevo en la ciudad.
¿Dónde demonios está el café? parece ser que la despensa ha decidido ser lo único que modificaron de la casa.
Frascos de especias, bolsas de cereales, latas de atún. Aaa ahí está un enorme frasco de café esperando por mi
-Mmm si, eh Evie. -No me había percatado de la mirada fija de Mar en mi.
-¿Si?
-Tengo que ir a trabajar ya, tu abuela salió temprano al pueblo y Clara está en la escuela.
-De acuerdo, no te preocupes por mí, yo me quedaré a tratar de descansar un poco. -¿Dónde estarán las tazas?
-Quiero pedirte que mientras estés aquí, trates de no quemar la casa. -¿A que se refiere con eso? ¿cree que soy una clase de piromana?
-Tendré cuidado.
-La estufa es vieja y tiene maña al prenderla, te sugiero que no la uses.
Okay, parece que esta ya no es mi casa. Detengo la búsqueda de la taza. Igual y el café no es necesario me digo a mi misma.
-¿Qué puedo desayunar? -Pregunto con miedo.
-¿Qué te parece si te doy algo de dinero y vas y compras de comer algo afuera? ¿Qué tal los chilaquiles que tanto te gustaban?
No puedo evitar sentirme mal por ello, de verdad desconfía tanto de mi. Soy buena cocinera, no creo incendiar la cocina.
Tomó el dinero que me ofrece mi mamá y decido no discutir. Mar se despide y me quedo sola en esta casa en la que ya no soy tan bienvenida como creía.
Necesito cafeína con urgencia.
El armario ahora está repleto con mi ropa, no he desempacado todo, pero no me molesto en ver lo que sigue en las maletas, no puedo usar nada de eso aquí.
Igual, ¿qué más da? puedo salir como me venga en gana.
Aprieto el nudo de los pantalones cortos de lino de mi abuela, me calzo las sandalias y salgo al intenso calor del exterior.
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El día que se marchitaron todas las flores.
Dla nastolatkówA veces amamos tanto a alguien que olvidamos amarnos a nosotros. Evie regresó. Luego de tres años fuera regresó con un par de maletas, ropa cara y dos pequeñas dalias en las manos. Nadie sabe porque volvió, si volvió para quedarse, si acaso esta h...