Me desperté desde muy temprano ese día, con esa sensación nuevamente en el estómago que solo tú me provocabas.
Quería verme bonita para ti, no es que no me preocupara mi aspecto diario, es solo que con el trabajo algunas veces era imposible dedicar un tiempo para verme bien.
Supongo que fue suerte el que quizá te fijaras en mí aquel día, porque de otro modo no podía entender el interés que habías tenido en mi.
Arreglé mi cabello esa mañana, para poder llevarlo suelto, me coloque un poco de brillo labial e incluso máscara de pestañas.
Use la blusa tejida que me había regalado mi abuela en mi cumpleaños pasado, unos pantalones cortos y mis sandalias favoritas.
-Oh Evie, ¿a donde vas? -A mi mamá sin duda le sorprendió que me hubiese despertado temprano, pero le sorprendió aún más que me tomara la molestia de arreglarme a esa hora.
Nunca he sido una persona de mañana, tu mejor que nadie lo sabes. Me gusta despertarme tarde. E incluso cuando trabajaba en verano o cuando iba a la escuela, despertarme era imposible. Terminaba tomando mi desayuno, vistiendome y cepillando mis dientes en un tiempo récord de 15 minutos.
-Voy a salir -Admití
-Y se puede saber ¿Con quién?
Mi mamá no era precisamente fan de los hombres. La habían lastimado tantas veces que no confiaba en ellos. Siempre me decía que no fuera tan estúpida como ella, que no cometiera sus errores, porque podía acabar como ella: madre soltera de dos hijas a los treinta.
-Voy a salir con un chico
-Ya veo, ¿conozco al chico? -Eso podría ser un problema para mi.
-No mamá, no es de aquí.
-Ah, ya veo. -Un silencio sepulcral invadió la habitación. -Evie, mi vida, solo quiero recordarte que los hombres buscan solo una cosa: sexo y mejor si es sin compromisos, ese muchacho esta buscando una chiquilla con la cual acostarse y luego irse y no volver a saber nada de ella.
-Ay ma, yo se que piensas que todos los chicos son igual que mi papá, pero yo no voy a ser como tu. -Mi papá habia sido un turista como tu, eso lo sabes perfectamente, el fue al pueblo y conoció a mamá cuando trabajaba como recamarera en un hotel, tuvieron sexo y 9 meses despues llegué yo. En efecto no conozco a mi padre. Eso también te lo conté alguna vez.
-Evie, se que eres adolescente y que quieres divertirte, yo pase por lo mismo que tú a tú edad, pero los hombres son unos cabrones que solo están viendo una oportunidad para acostarse con una chica hermosa e ingenua.
Era imposible razonar con mi madre, cuando se trataba de muchachos. Si por ella fuese me hubiera encerrado en una torre hasta que cumpliera treinta al estilo Rapunzel.
-Maa.
-Ya basta, Mar, deja que la niña salga. -Intervinó mi abuela, y sinceramente no pude estar más agradecida de tenerla en ese momento. -Mi Evie es muy lista y estoy segura de que no cometerá los mismos errores que su madre. -Mi abuela tenía muchísimas esperanzas en mí, a veces lamento enserio haberle fallado.
-Pero mamá -protestó Mar.
-Ya dije, Evie yo te dejo salir.
-Gracias abuelita
Le di un beso a ambas y me despedí antes de que dijese algo más mi madre.
En ese entonces no lo vi, pero sé que mi mamá realmente me estaba advirtiendo. Me estaba tratando de alejar de personas como tu.
Llegué corriendo a la playa. Sabia que me habia retrasado un poco y me preocupaba que al final hubieses creido que no iba llegar y te hubieses marchado.
Por suerte para mi, al llegar a la playa. Ahí estabas tú.
Estabas de frente al mar. Observando a los surfistas en las olas.
-Hola, siento la demora. -Dije una vez que estuve lo suficiente cerca para que me escucharas.
-Hola, no te preocupes. -Me contestaste.
Y ahí estaba de nuevo esa sonrisa. A la luz del sol eras mucho más guapo.
-Y bien, ¿Cuál es el plan?
-No lo se, tu eres la local aquí, que sugieres que hagamos.
En un pueblo costero tan pequeño, no había muchas opciones para una primera cita.
-¿Ya desayunaste?
Negaste con la cabeza.
Fuimos al local de comida de la señora Elizabeth. Siempre me ha encantado cómo prepara sus chilaquiles. Si, si hubiese enlistado las cosas que me gustaba hacer en ese entonces, probablemente la tercer cosa que más me gustaba hacer sería esa, ir al restaurante de la señora Elizabeth a atascarme con un enorme plato de chilaquiles.
Hablamos de poco y nada. Fue en ese lugar, donde me dijiste tu edad y yo te confesé la mía, eras tan solo cuatro años mayor que yo, pero eras mucho más maduro que todos los chicos de mi edad. Cuando hablabas se notaba. Eras adulto, pero no eras un adulto aburrido como los que conocía. Eras un adulto interesante, divertido y con buen gusto.
Me contaste del lugar donde vivías. Que estabas estudiando en la universidad y que planeabas algún día dedicarte a llevar el negocio de tu familia.
Cuando fue mi turno de hablarte de mi, me sentí tan inferior a ti. Tu eres un hombre increíblemente guapo, estudiando en una universidad de alto prestigio en México, viviendo en la ciudad en tu propio apartamento y con tanto dinero para salir de vacaciones al lugar que quisieses.
Yo solo era una adolescente que estaba en su primer año de preparatoria, que había vivido en un pueblo atrapado en el tiempo, donde lo único novedoso era la gente que lo visita. Que no conocía a su padre y que vivía en casa de sus abuelos, con su madre histérica y su hermana de 4 años.
También recuerdo que ese día te lo confesé, te confesé mi mayor secreto. Que odiaba la escuela y que deseaba no tener que ir más, que deseaba escapar de ese lugar algún día a cualquier otra parte del mundo donde el sol no fuera tan intenso y donde no tuviese que compartir habitación.
-Yo te voy a ayudar a cumplir ese sueño. -Dijiste mientras tomabas mi mano con las tuyas. Y yo, lo creí, como todo lo que me decías lo creí, de verdad lo creí.
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El día que se marchitaron todas las flores.
Novela JuvenilA veces amamos tanto a alguien que olvidamos amarnos a nosotros. Evie regresó. Luego de tres años fuera regresó con un par de maletas, ropa cara y dos pequeñas dalias en las manos. Nadie sabe porque volvió, si volvió para quedarse, si acaso esta h...