¡ veinticuatro!

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La noche transcurrió dolorosamente despacio, mientras que la pobre cabeza de Jisung maquinaba ideas y pensamientos del por qué Minho y Felix no podían convertirse en gatitos. Cada nuevo escenario era peor al anterior y odiaba ver al muchacho de cabellos anaranjados durmiendo tan tranquilamente mientras él apenas podía pegar los ojos por unos cinco minutos. 

Salió de la cama cuando el reloj digital en la mesita de luz marcaba las cuatro de la madrugada. Tomó sus zapatillas y un buzo que había colgado en la manija de la puerta y por mucho que se esforzó por no despertar a Minho, su trabajo no resultó como quería.

—¿Dónde vas?

La voz del muchacho delataba que tan sólo segundos antes había estado durmiendo como un angelito.

—No podía dormir —respondió Jisung, quitándole importancia a la situación.

—¿Por qué no?

Han frunció el entrecejo a la vez que giraba sobre sus talones para ver a Minho.

—Porque... Porque no.

—¿Seguís pensando en que puedo morir? —preguntó con una mueca preocupada, sentándose sobre el colchón y corriendo las sábanas que cubrían sus piernas— Estoy bien. Estoy sano. 

—No sabemos eso. ¡Hace días no te veo como gatito!

Minho bufó por lo bajo, levantándose de la cama para acercarse con pasos lentos a Jisung. Posó sus manos en los codos del menor, apretándolo con suavidad.

—No le veo sentido a ser un gatito. ¿Qué puedo recibir como bicho que no pueda recibir como persona? Cuando deseaba mimos y recién había llegado, sólo podía sentarme en tu regazo y esperar que te diera pena y me acariciaras. ¿Pero ahora? —Minho soltó una risita— Puedo pedirte un beso si quiero uno, puedo abrazarte si quiero. Puedo hacer lo que quiero, Sunny. 

Jisung apretó los labios, pasando una mano por el brazo del pelinaranja hasta llegar a su cuello, donde lo acarició con ternura, apenas utilizando la punta de sus dedos. 

—Voy a ir a la farmacia de la mujer. 

Minho lo miró horrorizado.

—¿A caso te volviste loco, Sunny?

—No. Es por precaución.

—¡Precaución es mantenerse lejos! —chilló Minho— No vuelvo a ese lugar ni aunque me pagues.

—No iba a pagarte —resopló Jisung. Tomó su celular y marcó el número de Chris—. Voy a pedirle a Chan que me acompañe. Quizás tu hermano también quiere ir a preguntar.

—Lixie estaba más asustado de esa bruja mucho más que yo.

Jisung rodó los ojos y dejó la habitación, casi seguro de que por más que Minho tiritase del miedo lo seguiría al dejar el departamento. Comenzó la llamada con su amigo mientras tomaba de la heladera un par de frutillas, esperando un rato verdaderamente largo para que lo atendiera.

—Si esto no es importante voy a estrangularte, Sungie —musitó Chris al otro lado de la línea, claramente despertado por la llamada.

—Sí es importante —dijo con seguridad—, creo.

—¿Cómo voy a saberlo yo si no lo sabes vos?

—Voy a preguntarle a la mujer que convirtió a Minho y Felix en gatitos por qué ya no pueden cambiarse.

Se escuchó un suspiro de Chris.

—¿Es necesario hacerlo en este momento?

—Si, obvio que sí —respondió rápidamente—. ¿Qué haríamos si mueren? ¿Cómo lo explicaríamos? ¿Qué haríamos con los cuerpos?

—¿Qué harías si ya no tenes a tu noviecito?  —se burló Chris, ganándose un quejido ahogado por una frutilla de Jisung— Te espero en diez minutos en la puerta de mi edificio. 

Han terminó la llamada sin siquiera responder, y al darse vuelta, pudo encontrarse al instante con Minho vestido listo para salir.

—¿Vamos?  —preguntó con pesadez, ganándose una risita del menor.

Jisung tomó las llaves del auto, y en menos de diez minutos, debido al casi inexistente tráfico, llegaron al edificio de Chris, donde el australiano los esperaba con un café en la mano junto a Felix, que aún vestía la ropa que había utilizado para dormir y frotaba sus ojos para despabilarse.

—Esto va a salirte muy caro, Han Jisung —exclamó Christopher ni bien jisung pisó el asfalto—. Muy caro. 

—Mi amistad es muy cara, Bang. 

El nombrado rodó a los ojos y los dos hermanos siguieron a los verdaderos humanos en dirección a la farmacia, escondiéndose cada vez más detrás de ellos a medida que la distancia que los separaba de aquel lugar que los había convertido en mitad felinos se acercaba.

—¡Que sorpresa! Está cerrado —dijo Chris con notoria obviedad—. Realmente no lo esperaba.

—Nadie te obligó a venir.

—Vos lo obligaste, Sunny —murmuró Minho, encogiéndose detrás del muchachito de mofletes inflados a la vez que este se estiraba para tocar con insistencia el timbre—. La vieja va a convertirte en cucaracha si la levantás.

—¿Vasa comerme si soy un bichito así de pequeño?

—No me quedaría otra opción. 

Chris tosió.

—Parecen dos enfermos.

 No mucho más tarde, las luces de la farmacia se encendieron y los cuatro muchachos lograron oír el sonido de la llave siendo introducida en la ranura de la puerta. La mujer apareció frente a ellos, envuelta en una bata y con ruleros en el cabello.

—Son ni nada más ni nada menos que los hermanitos ladrones. ¿Qué quieren? ¿Que los convierta en ratas? 

Minho soltó un gritito asustado.

—¡Dios mío, Sunny! ¡Quiero irme ya mismo de acá!

El nombrado suspiró por lo bajo.

 —Hace unos días que ambos no se convierten en gatitos —dijo Jisung—. Ninguno de los dos.

—¿Y qué?

Chris levantó una ceja.

—¿Está viéndonos la cara de idiotas? Por algo vinimos a preguntarle, si supiéramos por que pasa eso no hubiésemos pisado este lugar ni aunque fuese la última farmacia en el mundo.   

—Ya le había respondido a Jisung.

—¡Sunny sabe tu nombre! —exclamó Minho, sintiendo que el miedo no podía ser mayor— Nos vamos, ya veremos que hacer.

—No, vinimos por algo y no nos vamos a ir.

—Ya les dije, ¿son tontos? —musitó la mujer, harta de los muchachos frente a ella— Es así porque así tiene que ser. Están dónde y cómo deben estar.

Dicho eso, cerró la puerta de forma rápida y apagó las luces, sumiéndolos en la mitad de la noche con más preguntas que respuestas, pero la mínima tranquilidad de que quizás no estaban muriéndose. 

SCAREDY CAT ━ MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora