2. Welcome to my lost world

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No tengas miedo.
No digas mas nada.


-Por favor, no te vayas -pidió la voz, que parecía estar corriendo justo detrás de mí. Pero yo no veía nada. Y no confiaba. No quería parar.

¿Qué sentido tiene correr? Pensé. No tengo a dónde ir ni dónde esconderme. No hay nada.

Pero no podía dejar de correr.

¿Cómo puede ser que este lugar horrible no tenga fin?

-No te vayas -volvió a pedir la voz. Seguía cerca. Al parecer tampoco se cansaba de correr.

Quizás sea como yo. O quizás quiera engañarme.

Mi mente no dejaba de pelear contra ella misma mientras mi cuerpo continuaba moviéndose con tanta determinación que hasta parecía tener un objetivo. Pero no era así. No había a dónde llegar.

Y tras correr por lo que podrían haber sido minutos, así como también horas, el miedo a la voz, que aun sentía cerca, comenzó a desvanecerse, dejando en su lugar una profunda curiosidad.

La curiosidad mató al gato, Rose. No supe de dónde había surgido tal idea, pero fue como si mi cabeza tuviera dicha frase como respuesta automática a cualquier pregunta que me surgía sobre la voz.

¿Por qué me respondió? ¿Quién o qué es? ¿Por qué me sigue?

Y la mayor pregunta de todas: ¿Qué es el Limbo?

Frené en seco.

Corré. Ordenó mi cabeza, pero mi cuerpo decidió ignorarla. Necesitaba respuestas.

-Gracias -dijo la voz.

-¿Por qué me estás siguiendo? -pregunté esforzándome por sonar segura de mí misma, incluso aunque el miedo había regresado.

-Porque no quiero estar solo -respondió. Y le creí. Yo tampoco quería estar sola.

-¿Cómo sabés dónde estamos? ¿Por qué estás acá?

-No se por qué estoy acá, solo se que lo estoy -contestó-. Y no hay a dónde ir, no hay mas nada. Pensé que estaba solo.

-Pensé lo mismo -susurré.

Había algo en el tono suave y ligeramente aterciopelado con el que hablaba la voz que me hacía querer confiar en ella. Pero también había algo en la manera en la que arrastraba las palabras al hablar, como si cada sonido que salía de su boca fuera un secreto, que me producía escalofríos. No podía estar segura de que la voz no iba a hacerme daño, y eso me mantenía inquieta.

La sentí acercarse (o mas bien a él, porque aquella voz sonaba como un hombre) y me tensé incluso mas.

-¿Quién sos? -pregunté casi en un susurro. Ya no quedaba nada de la fortaleza que había tratado de mostrar antes.

-Podés decirme Jun -respondió.

-Rose.

-Es un placer, Rose.

El frío y el miedo seguían presentes y todavía nos rodeaba la nada, pero de alguna forma, en el momento en el que la voz tuvo nombre, la oscuridad pareció volverse menos densa.

Al menos no estoy sola.

Limbo | Wen JunhuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora