2.2

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Mis instintos me guían a seguirte 
aun sabiendo que es peligroso...

No tengo idea de cuánto tiempo pasé hablando con Jun, o si volví a dormir, o siquiera si cambié de posición en algún momento. Por lo que recuerdo, estuve sentada en suelo frío por muchísimo tiempo en la misma posición, concentrada en el agradable sonido de su voz.

Tampoco se por qué hablar con él era tan fácil siendo dos personas que ni siquiera podían verse y apenas sabían cuáles eran sus nombres. Pero recuerdo que cuando le pedí que me hablara, prácticamente no paró. Y yo lo agradecí muchísimo.

Jun tampoco sabía mucho de su vida, pero me contó que poco a poco había recuperado algunos recuerdos. Que antes de aparecer en el Limbo le gustaba bailar y disfrutaba de la música, aunque no sabía qué solía escuchar, pero deseaba que esa parte de sus memorias regresara pronto.

Me dijo que recordaba cosas como la luz del Sol y la sensación del aire fresco en el rostro, y lo envidié muchísimo, porque yo no podía pensar en nada que no fuera la sofocante oscuridad.

-No es tan bueno como crees -aseguró- recordar esas cosas hace que las anhele y que estar acá se vuelva mas insoportable.

No pude evitar preguntarme cuánto tiempo había estado Jun en ese lugar. Si yo, que ni siquiera había recuperado mas información que mi nombre, sentía que habían pasado días o semanas desde la primera vez que abrí los ojos, ¿cuánto habría sido para él que incluso podía recordar detalles de su vida? ¿Tendría el tiempo que ver con los recuerdos? ¿Siquiera existía tal cosa como el tiempo en ese lugar?

Una de la tantas cosas que me dijo Jun fue que soñaba, y que así había comenzado a recordar. Y a pesar de que mi primer instinto fue decirle que lo mas probable era que su cerebro y el extraño lugar estuvieran jugando con él, opté por el silencio, porque incluso en la oscuridad pude percibir la esperanza en la silueta de su rostro y la ilusión en su voz.

Si Jun quería creer que recordaba gracias a sus sueños, yo no iba a contradecirlo.

¿Por qué yo no puedo soñar? Me pregunté. ¿Cuánto tiempo voy a tener que estar en este lugar antes de recordar algo?

-¿Sabés cuándo es tu cumpleaños? -pregunté cuando noté que se había quedado callado un momento. Me había acostumbrado tanto a su voz que tenía miedo de que si se frenaba no volviera a hablar.

-No.

-¿Y tu signo zodiacal?

-Ni siquiera se qué es un signo zodiacal -contestó-. ¿Sabés cuál es el tuyo?

-No -suspiré derrotada-. ¿Y tu nombre?

-Te lo dije -rió- Jun.

-¿Solo Jun? -curioseé- ¿Sin apellido?

-Junhui -respondió luego de pensarlo un momento-. No se cual sea mi apellido, o si tengo uno, pero se que me llamo Junhui.

-¿Por qué no me habías dicho todo tu nombre antes?

-No lo se. Creo que no parecía natural presentarme con mi nombre completo, se siente demasiado largo. Como si me pesara -confesó.

-¿Será que nadie te llamaba así?

-Puede haber sido eso, pero honestamente no tengo idea.

-Es un lindo nombre -alagué-. ¿Te molesta si te llamo Junhui?

En silencio me pregunté si quizás su nombre le provocaba algún sentimiento específico que pudiera desencadenar nuevos recuerdos. Comenzaba a sentirme lo suficientemente a gusto con él como para desear que, si yo no podía recordar nada, al menos él fuera capaz de hacerlo.

Pareció meditar mi pregunta por un momento y luego acortó ligeramente la distancia entre nosotros. Pude sentir su presencia por primera vez cerca de mi cuerpo, incluso aunque no me estaba tocando.

Me tensé involuntariamente, porque sentirlo a tan pocos pasos me confirmaba nuevamente que era real, que no me lo imaginaba, y aun me asustaba saber que si Jun era real, el resto de la nada también lo era.

Ni siquiera me había contestado, y hasta el día de hoy no entiendo por qué necesitó llegar a mí antes de responder a mi pregunta. Pero considerando la cantidad incontable de tiempo que ambos habíamos pasado en soledad, tampoco me cuestioné demasiado su necesidad de cercanía.

-No suena pesado cuando vos lo decís -respondió finalmente-. No me molesta.

-Me alegro de que así sea, Junhui.

En ese momento no supe si era porque la distancia entre nosotros era escasa o porque la oscuridad poco a poco se volvía menos densa, pero lo ví sonreír, y esa vez no se me escapó ningún detalle de su rostro, esa vez lo vi muy claro.

Y decidí que me gustaba verlo sonreír.

Puedo confiar en Junhui. Pensé.

Limbo | Wen JunhuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora