Capítulo 13: Ceo.

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Mi cuerpo se detuvo frente a la puerta de la oficina del presidente de la empresa, la cual ahora me pertenecía

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Mi cuerpo se detuvo frente a la puerta de la oficina del presidente de la empresa, la cual ahora me pertenecía. Jamás creí llamar algo «mío», y con muchas dudas sobre si entrar o no, Mark tomó la iniciativa y abrió la puerta por mí, dejando ver la imponente oficina con acabados de cuero y roble.

—Adelante, Señorita Ackerman. —Su voz suave cerca de mi oreja me empujó a entrar.

Era la misma oficina a la cual había entrado muchas veces. Es exactamente como la última vez que la vi, pero a la vez es completamente diferente. Su presencia predomina en el lugar a pesar de ya haber pasado meses de lo que sucedió.

Mi mente aún no se acostumbra al tiempo. Es como si todo hubiera pasado ayer, pero en realidad ya han pasado meses.

Camine a paso lento tocando con la punta de mis dedos cada mueble a mi paso hasta llegar al escritorio, donde puedo leer claramente mi nombre en la placa de oro.

Ceo Evelyn Ackerman.

—¿Dónde está su placa? —Pregunté sin quitarle la vista de encima a la mía.

—Guardada, puedo llevársela cuando desee. —Habla Giovanni desde el marco de la puerta.

Asentí suavemente con la cabeza, dispuesta a finalmente sentarme detrás del escritorio. Sabía lo cómoda que era aquella silla, ya había podido sentarme en aquella, puedo recordar vívidamente como Maximilian me miraba con una sonrisa desde la puerta, mientras estaba sentada en ella. Una silla especialmente hecha a la medida de Maximilian y sus dolores de espalda.

—Bueno, con que empiezo. —Debía ser optimista, intentaba ser optimista, un nuevo comienzo estaba frente a mí.

Un nuevo comienzo aterrador.

—Pasen por favor, déjenlo en el escritorio. —Dijo Giovanni, dejando entrar a empleados de la empresa con pilas de carpetas y documentos.

—Qué demonios... ¿No se suponía que estabas pendiente de la empresa, después de que Maximilian se fue...?

—Lo estuve, pero esto es todo lo que tú debes ver y firmar.

Rápidamente el escritorio se llenó de papelería. Suspire dejándome derretirme en la silla por unos segundos, no creí que mi primer día sería así. Debí haberme quedado en el Penthouse. Y antes de poder volver a abrir la boca, Giovanni se acercó para enseñarme cómo se utilizaba el telefonillo ubicado en una esquina del escritorio para poder llamarlo directamente a su oficina.

—Llámame cuando necesites algo.

Asentí recordando todas sus instrucciones, a la vez que me convencía de que sería fácil. Vi un millón de veces a Maximilian llamar a cualquier persona por aquella caja de metal. Debía ser fácil.

—Gracias. —Agradecí.

—No hay de que. — Giovanni se retiró en silencio.

Mis ojos volvieron a Mark, quien esperaba pacientemente detrás de la pila de documentos frente a mis ojos, dejándome ver solo un poco de su rostro.

Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora