POV VALENTINA
A la mañana siguiente, me levanté más temprano de lo normal para poder llegar antes de las 7:00 a.m. a la oficina.
Intenté concentrarme en el trabajo y los pendientes y lo logré. El día pasó rápido y para las 3 de la tarde me encontraba desocupada. Por un momento pensé en ir a Corazones Compasivos, pero preferí sacar ese pensamiento de mi cabeza y decidí que iría a comer y después, intentaría ir a casa. Llevaba días en la ciudad y había estado evitando ese momento.
El camino fue tormentoso, los recuerdos me invadían y yo intentaba relajarme aunque el miedo, la tristeza y los nervios me tenían desorientada.
Ante mi vista, comenzó a aparecer aquella casa en la que viví por casi 8 años junto a mis padres. Cada vez nos íbamos acercando más y más y de la misma manera caían en mí miles de sentimientos.
Al estar estacionados frente al gran portón de la entrada de la casa, le pasé a Alirio un manojo de llaves y controles que mi Tío Jacobo me había dado antes. Alirio tomó uno de los controles y al presionarlo, el portón comenzó a abrirse para darle paso a la camioneta.
La casa no estaba como la imaginé todos estos años. Mi tío Jacobo siempre me decía que la casa estaba en buen estado. Pero al pasar por el gran patio principal me di cuenta que la casa estaba mucho mejor que 'en buen estado'. Alirio me comenzó a platicar que cada dos meses cuando mi tío venía a Los Ángeles, él se encargaba de contratar compañías de limpieza, mantenimiento y jardinería para que la casa siempre estuviera perfecta. Inevitablemente sentí unas ganas enormes de hablarle a mi tío para agradecerle.
Al estar estacionados frente a la puerta principal, me di cuenta que era momento de bajar y entrar a la casa. Bajé de la camioneta con la ayuda de Alirio y le pedí que me esperara afuera.
Tomé el manojo de llaves y abrí las puertas principales y al empujarlas, volví a tener 7 años. Todo estaba exactamente igual. No había nada diferente. Algunos muebles estaban cubiertos con plásticos, pero todo estaba impecable y ordenado. Comencé a dar unos cuantos pasos y cada objeto que se cruzaba por mi camino era tocado por mis manos. Algunas lágrimas comenzaron a salir por mis ojos.
Decidí recorrer cada uno de los salones y pasillos del primer piso. Nada había cambiado. Cada lugar me recibió con cientos de recuerdos que me hacían reír y otros llorar. En la cocina miré a mi madre preparándome el desayuno. En la sala de televisión nos miré a los tres tumbados en el sillón mirando películas. En el comedor nos miré la última noche que estuvimos ahí. Estaba sintiendo tan cerca a mis padres y los recuerdos tan presentes que confieso que comencé a sentir un poco de miedo.
Después de recorrer todo el primer piso, me acerqué a las escaleras. Me quedé parada justamente en el primer escalón, voltee hacia arriba y un gran suspiro salió de mi boca. Levanté mi mano derecha para tomar impulso por el barandal de la escalera, pero al hacer el contacto un fuerte recuerdo de los gritos de mi madre y los golpes que escuché mientras aquellos dos hombres la arrastraban al segundo piso comenzaron a resonar dentro de mí y automáticamente comencé a correr hacia la puerta de la casa, con un gran nudo en la garganta que no pude contener por mucho tiempo y comencé a llorar. Lloré muy fuerte y el recuerdo fue tan pesado que terminé hincada en el piso recostada en la puerta.
—Lo siento. Aun no estoy lista— dije en voz alta rompiendo con el silencio y el vacío de esa casa.
Cuando el llanto me abandonó, me puse de pie, me arreglé un poco el cabello y con mis manos quité los rastros de lágrimas de mis mejillas. Voltee a ver de nuevo el lugar y decidí salir de ahí. Hoy fue un gran paso para mí, pero aún no estaba lista para dar el segundo. Sería después.
