Sweet smell

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Sino fuera por el inquieto lobito de Jake, éste se hubiese levantado más tarde de lo que tenía planeado, aquella descontrolada rutina pronto le cobraría factura y es que, desde hace una semana atrás, había empezado a tener una serie de sueños qué lo hacían despertarse emocionado, pero al caer en la realidad, lo entristecía.

Aquellos sueños, un poco descabellados según el pelinegro, se resumía en su lindo omega con el abdomen abultado. Tal vez, el inconsciente de Jake estaba haciendo de la suyas y, entre sueños, sacaba a flote su más profundo deseo: tener un cachorrito con su lindo omega.

Después de un rato de observar con cariño a su omega, quien dormía profundamente a su lado izquierdo, besó su frente para finalmente salir de las calientitas sábanas, sin embargo, sus intenciones fueron detenidas al ver como Sunghoon arrugaba su entrecejo y abultaba ligeramente sus labios en un puchero.

–No te vayas, hace frío. –aún sin abrir sus ojos, buscó el calor de su alfa y se le acercó –Tenemos frío.

–No, amor. Tú tienes frío, no nosotros. –con su diestra acarició la nariz contraria, estaba muy fría y rojita –¿Te sientes bien, honnie?

El castaño asintió pesadamente. –Alfa, cierra las cortinas, entra mucha luz. –realizó su segundo puchero del día y se escondió por detrás de la sombra que la espalda ancha de su alfa le otorgaba.

El pelinegro asintió a pesar de que el menor no lo viera. Se paró, ignorando el gruñido qué soltó su omega cuando tuvo que deshacer el agarre qué ejercía en su pijama de seda azul, y se dirigió al gran ventanal.

–Listo, amor. –el suelo se encontraba muy frío por consecuencia de las friolentas mañanas de diciembre, así que corrió y se lanzó a la cama, solo pudo escuchar como su pareja reía quedito y, a su vez, enrollaba cariñosamente sus brazos a su cintura, lo tenía prisionero y eso le encantaba.

A los minutos, el menor deshizo el agarre y salió corriendo al baño, acto que asustó un poco al pelinegro. Antes de que pudiera seguirlo, el omega le cerró la puerta en su cara.

–Hoonnie, ¿Seguro qué te encuentras bien? –no obtuvo respuesta verbal. No obstante, al compartir lazo, pudo percibir como una punzada de tristeza y miedo crecía en su pecho, era claro que aquellas emociones provienen del lobito qué estaba del otro lado de la puerta.

Esperó unos minutos sentado frente a la puerta del cuarto de baño y lo único que pudo escuchar fue la regadera siendo abierta y el eco que producía el agua cayéndose. Supuso que Sunghoon se estaba tomando una ducha mañanera y decidió darle privacidad.

¡Qué peculiar mañana!, pensó. Por lo que se vistió con sus pantuflas aterciopeladas y se dirigió a la cocina, hoy le tocaba realizar el desayuno.

Fruta, té y unos ricos omelets esperaban en el lugar de Sunghoon, pero éste nunca llegó. Sin más, Jake tomó los platos y los colocó encima de una charola metálica, si el castaño no iría por su desayuno, el desayuno iría por él.

Tocó la puerta blanca de la recámara qué compartían y escuchó un "pase" apenas audible.

–Desayuno a la cama, amor mío. –canturreó alegre el pelinegro, el contrario solo esbozó una leve risita, la cuál no vio el alfa porque se encontraba dándole la espalda.

–No tengo hambre, Jakey. –el omega soltó bajito.

Ante el extraño comportamiento del omega, el mayor dejó la bandeja metálica en la mesita de noche y se sentó cerca de las piernas contrarias.

–¿Quieres ir al doctor, Hoon? Tu naricita está fría, la última vez fue síntoma de un cuadro de gripe. —le recordó con tono suave, único que calmaba al castaño. Y, para afirmar sus sospechas, dirigió su diestra hacia la frente del omega, a la par de que notaba sus ojitos hinchados y las mejillas teñidas de carmín. –¿Has llorado, amor mío?

El omega asintió levemente y sus cuencas se volvieron a cristalizar, odiaba sentirse así: tan sensible.

–Oh, no, amor. ¡No llores, aquí estoy! ¿Ahora que le atormenta a mi lindo omega, eh? –limpiando delicadamente cada gota salada con su pulgar. –¿De casualidad es tu celo?

Pero se detuvo, no, no podía ser. El celo de Sunghoon había sido a finales de noviembre.

Y afirmando sus pensamientos, el omega le negó.

–¿Entonces?... ¿Acaso mi omega amaneció sensible? –soltó cariñoso. –¡Ya sé!, una ronda de mimos lo hará sentir mejor. –sin esperar respuesta, se abalanzó sobre el castaño repartiendo besitos alrededor de su rostro, como respuesta el omega ronroneó.

–¡Alto, Jakey! duele... –chilló al alfa cuando lo tomó con ánimo por la cintura.

Inmediatamente el nombrado obedeció y soltó lento al castaño.

–Oh, lo siento, Hoonnie. –regañó a su lobito interno por dejarse llevar con su tarea de animar al omega. Nuevamente se levantó de la cama, no sin antes depositar un suave beso en el cuello lechoso.

Oh, no... ¿Desde cuándo el olor del omega era tan dulce? No lo sabía, pero le encantaba.

Sin apartarse del cuello contrario, murmuró –¿Por qué tu olor es tan dulce, omega?

El pálido se tensó y más cuando el mayor lo olfateó con intensidad.

Jake detuvo sus acciones al no obtener respuesta –Hoon... —lo observó cálido. –Hueles a leche. –terminó su oración con una risita tierna, el castaño se limitó a verlo con sus ojitos abiertos a más no poder.

¡Por la Diosa Luna! ¿el omega estaba en cinta? Fue inevitable no transmitir emoción a través del lazo en su omega, éste en cambio sonrió cálido.

–Ay, Jakey... pero qué cosas dices. –murmuró desviando la mirada. –¡Por supuesto que no! tú y tu lobito con sus locas ideas... –el pelinegro frunció su ceño y movió su cabeza de lado. –Ven, vamos a desayunar, ¡tengo tanta hambre qué sería capaz de comerme todo lo del refrigerador!

El omega cortó de tajo el tema y aventó al alfa que se encontraba encima suyo. Tomó la bandeja metálica dispuesto a comer lejos de su pareja.

Por su parte, el alfa empezó a sospechar que su omega le estaba escondiendo algo sumamente grande y por más que buscaba en su castañito algo que lo delatara nada se le venía a la mente.

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Galletas De Jengibre [Jakehoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora