Capitulo tres

241 23 0
                                    

Mystic Falls, 1862

—Recuérdame por qué nos estamos arreglando —el mayor de los Salvatore se acomodaba el cuello la camisa sin poder lograr su objetivo.

—Papá recibirá a una duquesa francesa —se acercó para ayudar a su hermano mayor.

—Y es tan importante porque... —lo instó a continuar su oración.

—... Porque va a financiar el crecimiento del pueblo, solo que su residencia aún no está terminada —le recordó aunque claramente su hermano lo sabía, terminó de acomodar la camisa de su hermano.

—Esto me trae viejos recuerdos —apreció su reflejo en el espejo y miró a su hermano menor con una sonrisa.

—¿La visita de la duquesa? —preguntó devolviéndole la sonrisa.

—No era eso, pero ya no importa, no hagamos esperar a papá —palmó con suavidad la espalda de su hermano y ambos salieron de la habitación en dirección a la entrada de la gran casa.

Afuera había llegado un carruaje con detalles dorados que destacaban.

Se acomodaron ambos a un lado de su padre.

—Apuesto a que ya tiene cabello blanco —Damon susurró a su hermano haciendole soltar una risita.

—Stefan, compórtate —el padre de los hermanos Salvatore les reprochó con la mirada haciendo que ambos se mantuvieran quietos y callados.

El carruaje se abrió, de él salió un hombre que acomodó sus ropas y asistió a la mujer que se encontraba dentro.

Los hermanos esperaban a una mujer canosa y con arrugas. Sin embargo, la mujer que salió del carruaje era todo lo contrario a lo esperado. Su cabello tan oscuro resaltaba su piel de porcelana, parecía una muñeca; sus ojos celestes reflejaban cada cosa que veía en ellos, eran como cristal; su vestido del color de sus ojos con encajes en el pecho y en las mangas le daba un toque magnífico a su figura esbelta, además de un pañuelo de seda fina enroscado en su cuello con delicadeza; ni hablar de cada joya delicada que llevaba haciendola lucir despampanante.

Giuseppe Salvatore se acercó a la muchacha, tomó su mano y la besó con caballerosidad. Miró a sus hijos ahí parados contemplando a su invitada.

—Hijos míos —supo que había captado la atención de sus hijos cuando estos lo miraron—. Les presento a la duquesa que Mystic Falls ha estado esperando. Jane O'connel.

Ambos muchachos se acercaron a la joven duquesa.

—Damon Salvatore, mi hijo mayor —el aludido besó la mano de la mujer como lo hizo su padre y le sonrió amistoso, aunque ocultando su sorpresa, no era lo que él esperaba. El más pequeño de los hijos de Giuseppe hizo lo mismo que su hermano—. Y mi hijo menor, Stefan.

—Un placer conocerlos —habló frente a ellos por primera vez, su voz se podría describir  como armoniosa y seductora.

—El placer es nuestro —el patriarca Salvatore se adelantó a sus hijos y guió a la dama hacia dentro de la casa.

—No era lo que esperaba, ella es... —Damon veía en la dirección en la que su padre y la muchacha habían ido.

—Radiante —completó por su hermano.

—Deslumbrante —agregó, una sonrisa comenzó a formarse en su rostro—. ¿Crees que tenga oportunidad?

—No, hermano, ella seguro te verá como otro de sus pretendientes —desanimó palmando su espalda.

—Tú también la quieres conquistar —empujó de manera burlona—. Veamos quién gana.

Dos años después, los tres eran inseparables. Ninguno había ganado. La duquesa había escogido tenerlos a ambos, no como sus pretendientes, sino como sus amigos. Ambos contaban con el mismo aprecio, ninguno más que el otro. Y con eso los hermanos Salvatore estuvieron satisfechos. Ella se había convertido en la persona en la que ambos más confiaban. Ya no competían por intentar conquistarla, sino que competían por quién la conocía mejor, o cuál tenía las mejores recetas para los días de picnic en el centro del bosque. Jane amaba la naturaleza y ellos lo sabían, aunque no entendían por qué.

La estrecha y aparentemente inquebrantable relación que tenían los tres cambió con la llegada de Katherine Pierce. Aquella mujer se había robado el corazón de los hermanos, pero se había ganado el rechazo de la duquesa. Aunque no hablaban seguido, ni tampoco se habían enfrentado nunca, Pierce temía a la duquesa, jamás de metía con ella. Pese a la especie sobrenatural que era, Katherine no podía evitar sentirse extraña ante la presencia de Jane y no entendía el por qué. La bruja que acompañaba siempre a Pierce le había advertido que no se metiera con aquella muchacha, y si lo hacía las consecuencias no serían agradables para ella.

Llegados los días en el que las personas del pueblo comenzaron a levantarse en contra de los vampiros, la duquesa tuvo que dejar su residencia y la de los Salvatore, aunque para ello había organizado un simple pero ingenioso plan. El día en el que la iglesia iba utilizarse como cárcel para que los vampiros fueran incendiados dentro —la duquesa por supuesto lo supo desde antes—, Jane había enviado a alguien para que le informara a los hermanos Salvatore que había sido encerrada allí también, y para cuando ellos quisieron rescatarla la iglesia estaba en llamas. Por supuesto que Jane no estaba en la iglesia, ella ya había huido.

Desde entonces Damon y Stefan Salvatore separaron sus caminos, Jane "Salvatore" era quien los unía. Enterraron sus recuerdos con ella en el mismo lugar en el que solían escaparse del mundo, el bosque.











•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•

Ya era hora de actualizar.

Es corto, ya sé, pero es un evento pasado, como un flashback.

¿Qué les opinan de Jane?

Voten y comenten mucho mucho, eso me ayuda como no tienen idea.

Sangre Real [TVD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora