Capítulo I La Petición.

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En la antigua y remota ciudad de Troya, mientras la diosa Nix cubría la tierra con sus hermosas alas, brotando de ellas puntos dorados llamados estrellas, se llevó a cabo la gran coronación del rey Eliseo, que espero más de treinta y cinco años para subir al trono. Ahora que su padre había fallecido debido a un infarto fulminante, podía gobernar a su gusto. Era una auténtica celebración donde el ambiente se llenó de música, vino, carcajadas y grandes banquetes sobre la mesa. había faisán, pescado, jabalí, las mejores frutas del huerto, pavo real, vino fresco y las más deliciosas legumbres. El soberano bebió como nunca, estaba tan ebrio que incluso se olvidaba que ya era el rey. Amaba su palacio, era muy grande, el salón principal tenía piso de mármol y estatuas de todos los dioses, rodeado de todo tipo de plantas, traídas desde Persia, Egipto, India, China y Japón. 

Su esposa, la reina Gaia, era muchos años más joven que Eliseo, su piel era apiñonada, su cabello  negro como la oscuridad, sus manos suaves tal cual seda, su figura como la de una escultura, sus facciones completamente finas y sus ojos eran encantadores, de un verde esmeralda que no se veía en miles de años. Pero, tenia un caracter terrible, a pesar de que era una mujer hermosa e inteligente para gobernar, su forma de ser tan déspota y vanidosa no le agradaba a su majestad. Días antes de la ceremonia, tuvo de manera frecuente malestares estomacales, sus constantes mareos, cambios de humor, palidez y sudoración extrema preocupaban al rey. 

Eliseo pidió a su mujer que bailaran, pues estaba muy contento por ser ahora el gobernante de Troya, pero esta se negó: 

-No quiero bailar contigo, ni ahora ni nunca y es mas, quitame tus viejas y rasposas manos de encima, cada vez que me tocas, siento como si me pasaran un animal, no tienes tacto. voy a mis aposentos y no me sigas-. Se levantó de la mesa de manera violenta y se retiró con todas sus damas de compañia. 

El soberano no entendía el porqué de la conducta de su mujer, sus acciones le provocaban cólera, al punto de desear que se fuera del palacio o peor aún, que muriera. El alcohol era su único amigo, lloraba, reía, le contaba sus penas e incluso dormía con el. 

Esa misma noche, antes del amanecer, el rey más ebrio que nunca se dirigió al templo de Apolo, casi a rastras, llegó y se dejó caer frente a la estatua de más de noventa y un metros de alto. 

-Oh poderoso Apolo, tú que controlas la medicina, la música y todas las bellas artes de esta tierra, heredada por mis antepasados, te ruego y suplico, que sanes a mi mujer tanto de salud como de juicio, que sea bondadosa, llena de respeto y madurez para que me de una hermosa hija, que sea valiente, inteligente, amable, sentimental, educada y con conocimiento de todo, Apolo te lo ruego. 

En esos instantes Eliseo se quedó profundamente dormido en el templo, cuando de pronto vio una luz brillante que lo despertó, era una mujer, vestida de blanco, con el cabello largo color oro, pero no tenía rostro, se acercó al soberano, con voz dulce y potente le dijo: 

-Rey Eliseo de Troya, tu súplica ha sido escuchada por el gran Apolo, tendrás una hermosa hija de la cual estarás orgulloso hasta el dia que mueras. Pero, hay una gran advertencia que debo decirte, cuando se encuentre en la etapa de juventud y quiera descubrir el mundo, se hará sacerdotisa de un gran dios, el cual dedicara su vida entera, caerá en idolatría. 

-Bueno pero, eso puede arreglarse ¿no es cierto? bello ángel-.contestó el rey.

-Este fanatismo será mucho peor que llevar ofrendas todos los días, tener plegarias a cada hora y pensar en ello cada noche. Provocará amor, deseo, pasión y sentimientos fuertes que tu hija nunca habrá vivido. Ten cuidado Eliseo, el dios es un seductor que se va a enamorar de las habilidades, inteligencia y belleza de tu hija. Si no la proteges a tiempo el puede destruir su vida o llevársela para siempre. -

En ese momento el rey sobresalto de su cama, como si hubiera tenido una horrible pesadilla, claro que se sentía mal por todo el vino que había tomado, el sirviente le puso su bata y entonces bajó al salón donde le sirvieron su desayuno, huevos con pan y semillas. Gaia estaba sentada frente a él, tenía un aspecto molesto, tenía tres charolas del banquete de anoche y su desayuno, tomaba vino como loca y no paraba de comer. 

-Mi reina, ¿que estás haciendo?- preguntó el soberano de manera temerosa y angustiada.

-¿Que no ves que estoy comiendo como cerdo? no aguanto el hambre y menos ahora que somos dos en el mismo cuerpo-. contestó la reina de forma agresiva. 

-¿Como que dos querida? no entiendo-. 

- ¿Es tan difícil decir que estoy embarazada? más embarazada que nunca, !ay¡ por todos los dioses, mi figura será horrible, ningún hombre va a desearme jamás. 

En ese momento el rey se levantó mofando de la mesa: 

-¿Pero qué has dicho? !si el único que debe desearte soy yo, tu esposo y nadie mas, entendiste?, tu eres mi mujer, yo te compre en ese maldito lugar tan sucio y mísero de esclavos en Persia¡ y ahora después de ser una sirvienta pordiosera, te atreves a comportarte como Diosa?- El soberano gritó con todas sus fuerzas. Gaia se levantó hacia él muy furiosa y lo golpeó, Eliseo le detuvo la mano de manera fuerte, tanto que ella gritaba que la estaba lastimando, bajandola al al piso con la fuerza de su brazo hasta acostarla y pisarle el cuello. 

-Guardias! -. Grito Eliseo con coraje. 

Los soldados y las damas de compañia corrieron al salón principal. 

-Escuchen bien lo que le voy a decir a esta ramera-. El rey estaba furioso y lo decía mientras le jalaba el cabello y ella sollozaba. 

-Vas a tener a nuestro hijo o hija, lo que los dioses quieran, pero muy lejos de aqui, te vas a largar a Macedonia, no quiero verte, me encargare de que no te falte alimento ni dinero, una vez que mi primogénito nazca enviaré a alguien para que me lo traiga, y no volverás a poner un pie en este palacio ¿escuchaste?- Dijo el rey muy furioso. 

-No vas a quitármelo, es mi hijo, yo se lo pedí a los dioses-. 

El rey empezó a carcajear muy fuerte. 

-Tu nunca quisiste hijos, ganaba mas tu vanidad y codicia que cualquier otra cosa en el mundo, los dioses jamás podrán bendecir a alguien como tu. Llévense a esta maldita ramera de mi vista.-gritó el rey de manera seria.  

La reina gritaba por todo el salon y el jardín real, pidiendo que no se la llevaran, era su soberana y no debía ser tratada de esa forma. Eliseo lloraba sobre las escaleras del palacio, viendo como su esposa se marchaba mientras pataleaba y golpeaba a los guardias, pensaba que no merecía una mujer asi.  



En los Brazos de ApoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora