Capítulo XI Secretos

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Cuando Nayrin se dio cuenta que sus sábanas estaban completamente regadas y manchadas de sangre tenía una ligera percepción de lo que había sucedido, pero a la vez estaba confundida, ¿era posible que un sueño  espiritual tuviera influencia en el mundo terrenal?. Su respiración se agitaba sintiendo que el corazón se le salía del pecho, intentaba pensar muy rápido sobre qué hacer con sus sábanas, su dolor físico y emocional. Sabía que no podía ocultarle al rey ni a su madre lo que le estaba sucediendo, ambos la conocían demasiado bien y de inmediato se darían cuenta. 

La princesa decidió levantarse de la cama y cogió una bata de seda que estaba en uno de sus cofres, echó hacia atrás su largo cabello castaño y se amarró bien su prenda. Tomó sus sábanas manchadas y dio pequeños pasos hasta llegar a la puerta, entonces la abrió y asomó su cabeza mirando de derecha a izquierda, tratando de prevenirse si había alguien que pudiera verla. Al darse cuenta que todos estaban en sus alcobas, salió corriendo por todo el pasillo, de la misma forma dio rápidamente vuelta a la derecha, hasta llegar al final del mismo y tocó una pequeña puerta de madera vieja y desgastada, continuaba fijándose si alguien la estaba observando. En ese momento la pequeña puerta se abrio y aparecio una joven con aspecto fino, con cabello negro y una túnica blanca. 

-Su majestad, ¿está todo en orden? ¿necesita algo?-Dijo la mucama. 

Nayrin le entrego con miedo a la sirvienta sus sabanas cubiertas de sangre, pidiéndole a los dioses que no buscara a su padre ese mismo instante. 

-Por todos los dioses, princesa ¿está usted bien?, pero quien se atrevió a semejante barbaridad, sin duda fue un desgraciado animal con usted, ¿pudo reconocerlo? ¿es alguien de nosotros o algún guardia?-. La mucama estaba atemorizada y a la vez angustiada de lo que le pudo suceder a su majestad. 

-Denisse, necesito porfavor que te las lleves y las des a quemar, no pueden lavarse porque se darían cuenta, tu sabes que los rumores en el palacio son muy veloces y no deseo tener que explicar ni pensar qué fue lo que sucedió, haz lo que te pido, por favor-. Nayrin se lo dijo con toda la fortaleza que salía de su corazón tratando de no llorar.  

-Pero princesa, no podemos dejar que esto se quede impune, alguien se atrevió a lastimarla y debe pagar por ello-. Denisse quería gritarlo pero trataba de bajar la voz.

-Eso no podrían lograrlo nunca mi querida amiga, no podrán con el, jamas-. Nayrin soltó pocas lagrimas intentando mantenerse fuerte ante la sirvienta pero de pronto se derrumbó en sus brazos. Dennise abrazo de inmediato a la princesa y acariciaba su cabello para consolarla mientras escuchaban el sonido del fuego consumirse en la antorcha del pasillo. 

-¿Quien te hizo esto mi niña?-. Denisse la abrazo lo más fuerte que pudo para tratar de ayudarla. 

Nayrin se alejó de los brazos de la mucama, limpio sus lagrimas y tomo las manos de Denisse. 

-El, no es uno de nosotros, es completamente celestial y ha decidido que solo le sirva a el-. Se lo dijo la princesa mientras la princesa la miraba fijamente.

-Ahora comprendo, es el mismo Dios al que tu padre le pidió una hija, no entiendo porque los dioses nunca lo han puesto en su lugar, es un sádico-. Denisse le respondió a la princesa con cierta frialdad y enojo. 

-¿Cómo es que sabes eso?, jamás me lo dijiste, tuviste algo que ver con....

-Si, si tuve algo que ver con el dios lunar hace muchas décadas, pero debo decirte entonces que no permitas que el te tome así, podremos servirle con ofrendas, oraciones y rituales, pero no le pertenecemos, ni lo haremos jamás-. Denisse estaba segura de si al expresar su ideal ante la princesa. 

-Debiste decírmelo, tantos años que hemos sido amigas-. Nayrin se entristeció un poco, nunca penso que su unica amiga en el palacio le ocultara algo así. Denisse la invitó a pasar a su alcoba, la princesa se sentó en la cama mientras su amiga acercaba una jarra de vino que tenía en su pequeña mesa. 

-Bueno princesa, todos tenemos secretos-. en ese momento sirvió vino en una copa de oro y se ofreció a la princesa. -Es hora que me cuentes los tuyos, querida amiga. 

Nayrin tomó un gran sorbo de la copa y se acomodó lo mejor posible para empezar a hablar. 


En los Brazos de ApoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora