Capítulo X presentimientos II

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Nayrin corrió lo más que pudo hasta llegar a las puertas del templo, cuando de pronto Coral forzándola, la tomó del brazo. 

-Suéltame por favor, no quiero regresar a ese lugar tan horrible-. Nayrin estaba muy alterada por la escena tan sobrenatural que contempló en esa cueva. Desde hace años, su padre y la misma Kandee le relataban historias sobre cómo los dioses se manifestaban a través de los elementos naturales, le describían las señales de todo tipo, como las de buen y mal augurio. Sin duda, lo que sus ojos percibieron tanto como su piel, era algo desagradable. 

-Princesa, no puedes irte así del santuario, necesitas quedarte unos días más, para terminar tus lecciones y estudios, de lo contrario, si decides irte ahora Apolo se encargará de que regreses, pero no de buena manera, te lo advierto. Princesa, por favor, escúcheme, Apolo no es cualquier dios con el que uno puede jugar cuando se desee, es muy modesto y le desagradan las faltas de compromiso-. Coral se veía muy preocupada ante la indecisión de Nayrin y sobre todo su bienestar espiritual. 

La princesa quedó perpleja ante la advertencia de la sacerdotisa pidiendo que por favor la dejara irse.

-Perdoname, no debo quedarme, creo que a nuestro señor Apolo no le agrada la idea que sea parte de ustedes y prefiero evitar una desgracia, ya ha pasado demasiado aun sin ser sacerdotisa del templo, la muerte de Pythia quedara en mi consciencia para siempre, perdon, perdon-. Nayrin lloraba desesperadamente, asustada por todo lo que había sucedido en esos pocos días. bajo lentamente todas las escaleras del santuario y le pidió a los guardias que la llevaran a casa.

-Se que ella va a regresar, conozco las señales de Apolo y a mi señor, ella será parte de nosotras o si no, algo mucho más-. Coral se retiró a su habitación para descansar. 

La diosa Nix cubrió el cielo con su hermoso manto estrellado lleno de constelaciones y brillantes estrellas, con la luna más hermosa que jamás se había visto en siglos. Al fin, Nayrin había llegado al palacio, se sentía mas tranquila despues del viaje y de tener la protección de su padre. Llegó hasta el gran salón donde su Eliseo cenaba con Kandee.

-Mi princesa, ven aquí, ¿dónde has estado todo este tiempo querida?-. Eliseo se levantó de su silla para abrazarla fuerte. 

-Perdón padre, fui a dar un largo paseo a las orillas de la ciudad y me entretuve en algunos comercios, por eso llegué tarde, lo siento-. 

-Oh no importa, es mejor que estar muriendo de aburrimiento aquí adentro ¿eh?-. El rey tomó un sorbo de su copa y la invitó a sentarse. 

-Te agradezco la invitación mi rey, pero debo ir a dormir, me siento cansada-. Nayrin trataba de sonreír de manera forzosa. 

-Esta bien hija, pero, algo le pasa a mi pequeña, conozco esos gestos retorcidos mejor que a mi propio reino, ¿que fue lo que pasó?-.

-Nada padre, nada, estoy bien solo que estoy fastidiada, por hoy. Entonces la princesa se retiró del comedor y huyó a su habitación-. 

El rey y Kandee quedaron confundidos por la actitud de Nayrin viéndose el uno al otro. 

La princesa pidió que le prepararan un baño rápidamente para después cambiar su vestido de lino por una bata de seda fina, se recostó en su cama y trato de dormir. 

Dentro de sus sueños, veía un maravilloso bosque a la luz de la luna, con hermosos animales, los grillos y una pequeña fuente a la orilla. Cuando observo, una hermosa mujer con la piel plata, surgió  del agua de frente y le señaló hacia atrás. Nayrin se giró, temerosa de lo que podía encontrar. Miró entonces, a una hombre corpulento de esbelta imagen más alto que ella con la piel plata como la luna, cabello corto ondulado y una mirada seria. 

-Mi señor, perdona la ofensa que cometí en tu templo, me queda claro que no debo servirte, te respeto y adoro. Nayrin se puso de rodillas implorando su perdón. Levantó su cara poco a poco y miro de frente a Apolo. Una voz demasiado varonil y exigente resonó en su cabeza. 

-Tu seras mia, cuando yo lo desee, te traeré hacia mi, en todos los sentidos seras para mi-.

Nayrin tuvo una sensación muy extraña pero placentera dentro de sus sueños. Trataba de despertar pero no lo lograba, lo poco que pudo ver, era al mismo Apolo encima de ella moviéndose como la marea entre su cuerpo. 

Entonces la princesa despertó acelerada, casi sin respirar, Helios ya se había manifestado ante la ciudad, pero de lo que sí se percató, es que su bata de seda, estaba abierta, dejando a la intemperie todo su cuerpo, sus sábanas estaban en el piso y en su cama había sangre, sangre real y fresca.  

En los Brazos de ApoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora