Capítulo II El nacimiento de Nayrin

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Una noche estrellada, con viento cálidos, en un gran monte al sur de Macedonia, se encontraba una pequeña choza, por dentro había una luz muy tenue, como si existiera solo una vela, alrededor de la extensa tierra, se escuchaban gritos horripilantes, cualquiera pensaría que alguien estaba siendo asesinado. Una mujer africana de tierras  lejanas, le pedía a la mujer  que estaba bañada en sudor que pujara con todas sus fuerzas, gritó y sangro a más no poder. Sentía un  gran bulto  salir de su cuerpo cuerpo y este a su vez le quitaba su belleza, sus virtudes y su fuerza. 

-!Alabados sean todos los dioses! !Alabada sea Demeter!, es una hermosa niña.- exclamó la partera llena de emoción y ternura. 

La pequeña era muy hermosa, tenía los ojos color miel, su cabello era completamente castaño,  tan claro que a la luz del sol se tornaba oro, sus labios eran rosa pálidos y su piel era blanca como la de afrodita, la hija de rey Eliseo era sin duda toda una belleza. La mujer africana baño a la niña de inmediato, con una pequeña esponja acaricio su espalda, sus hombros, sus piecitos y su cabeza mientras jugaba con la ella, a la princesita le encantaba sentir el agua y sobre todo salpicar a la mujer. Cuando terminó el baño cogió una manta que se encontraba en la cama y cubrió a la niña. En esos momentos la quería tanto como si fuera suya. 

En una cama en la esquina de la casa, se encontraba la reina, completamente desfallecida después del parto, no aguantaba el dolor, era tanta su molestia que se acostaba y sentaba en la cama, tuvo muchos cambios de humor esa misma noche. 

-!Kande¡, por favor, ayudame, !Ah, Kande, te lo suplico, me estoy muriendo, llévame a la ciudad, no quiero morir aquí¡-. la reino grito quejándose y con gran desesperación. 

-Mi señora, sabe que no puedo llevarla, tiene prohibida la entrada, claramente su majestad ordenó que cuando naciera la niña, yo regresaría sola a la ciudad con ella.-. 

-!Maldito sea Eliseo, viejo asqueroso¡ no va a quitarme a mi bebé, sobre mi cadáver lo hará.- la reina estaba gritando tan furiosa que comenzó a sangrar más. Kande acostó a la niña un momento en una pequeña canasta, y salió corriendo al valle a buscar yerbas especiales para un antiguo remedio. Las busco con tal desesperación que regreso con las manos cortadas y llenas de espinas, calentó en un jarrón mucha agua y en ella agrego las yerbas. Quemándose las manos le llevó a la reina la infusión, aunque se quejaba amargamente del olor y el sabor, lo bebió todo con rapidez, casi lo vomita, pero se aguanto, en pocos minutos se quedó dormida. 

La mujer africana esperaba las señales del amanecer para llevarse a la niña, sería un largo viaje pero afortunadamente, los guardias la esperarían en medio del bosque para trasladarla hasta el palacio, le pedía a los dioses con todo su corazón, que el rey no la echara del palacio al entregar la pequeña, su único deseo era poderle servir siendo una gran cuidadora y casi madre para ella.

Kandee no durmió en toda la noche, vigilo muy bien a la reina y a la niña, cuando de pronto en la pequeña ventana de la casa, observo como la diosa Nix dejaba entrar los hermosos rayos dorados del dios Helios, era una vista maravillosa mientras cantaban las aves y el cielo parecía una mezcla de colores de manera mágica. Se sentía tan dichosa de que Iris le diera un espectáculo tan bello, para ella era un gran augurio. Entonces volvió en sí, recogió a la niña que estaba acostada en la canasta, la miró por un momento con inmensa ternura, mientras la pequeña dormía profundamente. 

-Si por mi fuera, te llevaría conmigo, lejos de aquí, haría lo posible porque regresemos a mi tierra, donde está mi tribu, pero tengo que llevarte con tu papa, si no querrán mi cabeza.-

Volteo por un momento y se aseguro de que la reina estuviera dormida, parecía que estaba en coma, se acercó y le dio un beso en la frente, pidió a sus dioses africanos por ella y su destino, Kandee se dirigió a la puerta, por un momento volteo y miro con gran tristeza a la reina, sentía que le apretaban el corazón porque no quería dejarla sola, como no pudo con el sentimiento abrió y cerró la puerta de manera fugaz, estaba llorando tanto que corrió a más no poder con la niña en medio de la nada en el bosque. Se sintió culpable por quitarle a una madre su más preciado tesoro.

 A la edad de cinco años, la mujer fue arrebatada de los brazos de su madre en medio de la destrucción de su pueblo, entre la matanza, las llamas y el humo de todas las casas no podía recordar el rostro de su secuestrador, solo se acordaba que llegó a una gran casa donde había más jóvenes como ella, todas desnudas dentro de un baño, donde un hombre con mucho dinero se divertía, se acostaba con las mayores, las golpeaba y si trataban de escapar, las mataba.Se sentia afortunada porque solo fue una sirvienta. Su raza le daba asco a su amo,  Kandee tenía una piel color canela tan brillante y sedosa como ninguna otra, era una mujer de rasgos extravagantes y un cuerpo delgado. 

Cuando Helios estaba por marcharse y el cielo se tornó naranja, llegó exhausta al valle Cordelio, ahí estaban los guardias esperándola, con agua y comida. La niña necesitaba hidratarse de manera urgente, subió a la camilla especial donde podía llevar a la bebé, se pusieron cómodas y finalmente le pidió al guardia que avanzaran.  

-Vamos a casa pequeña, donde tu futuro será brillante y tanto los dioses griegos como los mios, te darán su bendición a cada paso, tienes un don muy especial.

En los Brazos de ApoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora