Capítulo 12 - Bombas.

5.7K 390 24
                                    

Maratón 🏃 (1/3)

Guille.

—¡Esto es una puta broma! — grité lanzando todas las cosas alrededor.

—¡Cálmate!

Mi ira era incontrolable. Me sentía tan impotente. La tuve tan cerca, y se me escapó.

Me habían llamado para que viera una puerta que estaba con llave. Sin esperar mucho tiempo tiramos la puerta y encontramos varios documentos esparcidos por todos lados. La habitación era algo pequeña comparada con las demás. Me acerqué un poco más y vi pantallas que reflejaban las imágenes de cámaras de seguridad de diferentes partes de la casa. Uno de mis hombres tomó asiento y comenzó revisarlas. Luego de varios minutos, pude ver la imagen que más me había llenado de impotencia. Esos desgraciados llevaban a mi bravucona, a mi más grande tesoro, como un saco de papas, como si fuera un objeto. No tenían el más mínimo cuidado.

Las imágenes estaban algo pixeladas, pero lograba visualizar con claridad que estaba toda amoratada, e incluso estaba inconsciente.

Desde entonces me había vuelto loco. La forma en la que la tenían vestida, su piel, todo en ella había cambiado de una manera tan drástica.

Rodrigo me sostuvo desde atrás, mientras Víctor me tomaba por los hombros. Había destruido la habitación sin darme cuenta.

—¡Cálmate!

—¡Ustedes no saben por lo que ella está pasando! ¿Y quieren que me calme?

—Piensa con la cabeza fría, hermano.

De un solo movimiento me zafe de ellos dos. Me miraban serios, esperando algún movimiento por mi parte.
Mi respiración era agitada, mi pecho subía y bajaba. Todo me molestaba. Sin embargo, luego de volver a mirar a la cámara me di cuenta que todavía tendríamos tiempo de perseguirlos.

—Manden a alguien que...

—Ya mandé a mis hombres — cortó Víctor. — Están siguiendo el auto en que se han subido.

Mis músculos se relajaron. Di media vuelta y me dispuse a salir.

—¿A dónde vas? — preguntó Rodrigo.

—Necesito aire.

Y sin más, comencé a caminar sin rumbo. Llegué a un balcón y miré hacia el cielo, preguntándole a Dios qué debía hacer, me estaba volviendo loco. ¿Hasta cuándo terminaría de sufrir?

Era terrible querer hacer tanto y no lograr nada. Planear ciertas cosas y que no salgan bien, me frustraba... no sabia cómo actuar.

No me pude contener por mucho y comencé a llorar. No lo pude resistir, mis lágrimas salieron sin control y el nudo que tenía en mi garganta me empezó a afectar.

Dolía, oh cuánto dolía. Dolía mucho más que cualquier cosa. Me dolía mi bravucona.

Cerré mis ojos por un momento, y dejé que la rabia y el llanto se dispara por completo. ¿Esto era estar enamorado?

El aire revoloteó las hojas de los árboles, creando un sonido melodioso y tranquilizador, casi tanto como la lluvia. Inhale y exhale hasta por fin me calme. No debía derrumbarme tan rápido.

Sin darme cuenta, Víctor llegó por detrás de mí y se posicionó a mi lado. Decidí no mirarlo. Posiblemente se daría cuenta de mi aspecto de niñita llorona, por lo que ni un solo segundo dejé de mirar hacia adelante.

—¿Ya estás más calmado? — preguntó, pero no respondí. — Yo... Creo que es bueno que te desahogues de vez en cuando. No cargues con todo tú solo. Siempre estaremos para ti, hermano. ¿Sabes? A mí me gustaba Samantha. — lo miré de reojo. Eso no me lo esperaba. — Inventé tantas excusas para hablarle, para encontrarla y llamar su atención. Y.... creo que, si no hubiera pasado lo de Martínez en su casa, y hubiera estado más tiempo conmigo, se habría enamorado de mí.

Sonreí de medio lado.

—Ni aunque lo sueñes. Ella sólo tiene ojos para mí.

—A veces eres muy cruel — dijo en broma. — Pero sí, desde que la conocí, supe que había alguien más en su corazón. Y cuando supe que eras tú, no pude hacer nada más que alejarme y dejarte el camino libre.

Lo miré.

—¿Por qué?

—Nunca te había visto tan feliz por alguien. La forma en la que la miras, en la que le hablas... Me hizo entender que era especial para ti. —sonrió— Y seamos sinceros, cuando estas con ella actúas diferente, no lo digo solo yo, Rodrigo también.

¿Tanto así me afectaba? ¿Ella me hacía sonreír a tal punto de parecer un idiota?

Nunca me había detenido a analizar mi comportamiento cuando estaba con ella. Era justo como me había dicho Rodrigo hace un tiempo, sonreía tontamente cuando ella estaba junto a mí. Y posiblemente, ella también sonreía como yo.

Para mí, ella era especial. Era la dulce melodía en mi canción, el oxígeno para respirar, mi vida, porque sin ella, no quería vivir. Nunca me había sentido así, tan dependiente de alguien, tan débil...

El teléfono de Víctor comenzó a sonar llamando nuestra atención. El respondió y luego de mostrar una sonrisa, colgó.

—Carmen dice que Martínez va en dirección a Michoacán. Allí tiene una cabaña.

—Hay que movernos. — di media vuelta para comenzar a caminar. — Incendia las dos haciendas.

–¿Qué?

—Que le prendas fuego. Saca a todos de aquí y prende las haciendas. No quiero que quede nada.

Salimos del lugar y nos dirigimos a la cima de una montaña. Donde se lograba ver con claridad la casa que ardía en llamas. Arrasando todo a su paso, dejando nada más que escombros y objetos incinerados.

Antes de incendiar la hacienda, pude sacar varios documentos que me concentré en leer con rapidez. Eran documentos que Martínez tenía en su poder. En ellos, detallaba con mucha precisión sus negocios. Decían exactamente su ubicación, sistema de vigilancia y ganancias que generaban. Me pude dar cuenta que este sujeto nos estaba robando. Ya que, la cantidad que se estipulaba en las hojas era diferente a la que él inventariaba cuando hacíamos las cuentas finales.

Debí suponer que siempre había sido un maldito mentiroso.

Sin perder más tiempo, nos dirigimos a la hacienda donde el maldito tenía a mi bravucona. Pero al llegar, no había nadie. Ya se había ido.

Mi frustración crecía conforme pasaban las horas. Pero alegría era cada vez más notoria al ver que no había rastros de sangre por ningún lado.

Como venganza, por robar a quién no debía. Decidí hacerle un pequeño obsequio que sabía lo enfurecería. En las horas que transcurrieron, logré mandar 45 carros bombas; los cuales adentré en sus instalaciones donde almacenaba y producía su droga. Una vez estuvieron en el lugar correcto estallaron. Quemando todo a su paso.

Él me arrebató lo más lindo de mi vida. Y yo, le arrebataría la estabilidad económica de su bolsillo. Mataría dos pájaros de un tiro. Sin dinero, no tendría a donde ir ni mucho menos como movilizarse. Su única salvación sería pedir ayuda a la organización de narcos, y cuando pidiera dicha ayuda, yo estaría en primera fila, para acabar con él.

 Su única salvación sería pedir ayuda a la organización de narcos, y cuando pidiera dicha ayuda, yo estaría en primera fila, para acabar con él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ahí les va. ¡Comienza la maratón!

El Duro Corazón Del Narco: La Venganza De Hugo [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora