𝟶𝟷∥ Cᴀᴍᴘᴀɴᴀs ᴅᴇ ᴄᴇʟᴇʙʀᴀᴄɪᴏ́ɴ

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EL SONIDO DE LAS ESPADAS de madera al enfrentarse sonaba en el campo de entrenamiento mientras sus dueños entrenaban bajo la atenta mirada de los presentes. Los nobles que contemplaban la escena dudaban si en realidad era un entrenamiento o una pelea de verdad. Los gritos de furia del joven Aegon se escuchaban cuando atacaba, cada vez más rabioso al no conseguir vencer a su oponente y sentir que este jugaba ya con él. El príncipe fue empujado hacia atrás, derrapando en la tierra antes de recuperar su posición.

Las campanadas comenzaron a sonrosar entonces en la distancia, anunciando que el parto de la princesa Rhaenyra Targaryen había concluido, trayendo así al mundo a un nuevo vástago. Aquello llamó la atención de los dos amigos, deteniendo momentáneamente el entrenamiento, provocando que ambos apartaran la mirada del otro y contemplaran las enormes campanas moverse de un lado a otro.

Aprovechado la distracción, Aegon se dispuso a atacar de nuevo a su oponente, pero este fue lo suficiente rápido como para esquivarlo con un simple moviendo de pies mientras golpeaba la espalda del joven con la madera.

El chico cayó al suelo, quejándose. Dio un golpe al suelo, frustrado, dándose la vuelta para incorporarse, encontrándose la herramienta de combate apuntando directamente a su garganta. Aegon observó la sonrisa arrogante en los labios del contrario, poniendo los ojos en blanco.

—Debo daros la enhorabuena, princesa—. Comentó el joven recuperando la sonrisa ladina que aparecía en sus labios siempre que alguno de ellos se burlaba del otro. —Vuestro nuevo hermano ha llegado al mundo.

La sonrisa en los labios que había lucido todo aquel rato desapareció en cuestión de segundos, siendo remplazada por un semblante serio. —Cierra la boca—. Espetó Rheanith.

Los rumores que atormentaban a la familia sobre la verdadera identidad del padre de los hijos de Rhaenyra no eran escasos. Cada vez que se veía a alguno, los susurros les seguían. La mayor de ellos, sin embargo, era bien sabido que el padre sí era el esposo de la heredera al Trono de Hierro.

A su alrededor, comenzó a escuchar murmuros. Pero no sobre ella y su victoria frente al mayor de los hijos varones del rey, sino por el bebé responsable de las campanadas. Aegon rio, dando un leve toque con su espada a la de ella para apartarla. Levantó la mano, siendo correspondida por ella sin dudarlo, ayudándole a levantarse.

Ambos eran grandes amigos, sobre todo desde que habían encontrado un interés común; burlarse de los hermanos menores de ambos. Pasaban noches escabulléndose de la guardia y sus padres para hablar sobre la siguiente jugarreta que les harían, entrenando con las espadas o montando en sus dragones.

Ambos comenzaron a andar, abandonando el campo mientras los presentes les iban abriendo el paso. Él había puesto su brazo alrededor de ella mientras caminaban el uno junto al otro hacia interior, siendo seguidos desde la distancia por Aemond, el hermano pequeño del chico.

Los caballeros hicieron una reverencia cuando entraron en la fortaleza, recorriendo parte de ella mientras continuaban hablando y riendo, haciéndose bromas mientras todos comentaban a su alrededor sobre el parto.

La joven se había dirigido tras despedirse de Aegon a la estancia en la que se encontraban sus hermanos para reunirse con la familia. Así pues, tras atravesar las puertas, no pudo evitar poner los ojos en blanco al ver a ser Harwin Strong, comandante de la Guardia y la persona que se follaba a su madre para darle hijos. Lo dicho, parte de la familia.

—Estupendo...— Murmuró ella para sí misma. —El perro también nos acompaña.

Se colocó en un lado de la sala, pasando junto a los dos niños de pelo castaño, Jacaerys y Lucerys, que observaban el huevo escogido para el infante. Sin dirigir una palabra a nadie, y bajo la atenta mirada de su madre, observó cómo Laenor ponía en los brazos del caballero al pequeño.

𝐑𝐄𝐍𝐄𝐆𝐀𝐃𝐄, aemond targaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora