𝟷𝟶‖ ʀᴇᴘᴜᴅɪᴏ

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MUCHOS HABRÍAN DICHO que aquello era una familia. Con su más y su menos, pero una familia. Las risas continuaban y la música sonaba de fondo. La ira y el rencor había parecido disiparse.

Mientras Rheanith hablaba con su amigo, intentando olvidar a los demás para disfrutar el tiempo que había predio con Aegon, el hermano pequeño de este mantenía la mirada fija en el lugar donde su hermana y el hijo mayor de Rhaenyra hablaban animadamente.

Pronto, poco después de que todos se acercaran a la mesa, una de las criadas trajo un puerco cocinado y emplatado. Nadie  pareció darse cuenta, pero cuando Rheanith se volvió al escuchar una pequeña risa unos sitios más distante a ella, supo que toda esa tranquilidad acaba de finalizar, y que comenzaba lo realmente bueno.

Lucerys no apartaba la mirada de Aemond, riendo sin ningún tipo de decoro. —Aegon—. Susurró ella llamando la atención del mencionado. Él la miró, y viendo que ella no lo hacía, siguió su mirada. —Esto se va a poner interesante—. Comentó Rheanith.

Según aquellas palabras abandonaron su boca, Aemond pegó con su puño en la mesa, poniéndose en pie y cogiendo su copa. Todo el salón quedó en silencio, la música de detuvo, al igual que las risas y charlas que se llevaban a cabo. La atención recayó en el príncipe, que alzaba la copa mientras miraba al pequeño castaño. —Un último tributo—. Todos le contemplaron.  —A la salud de mis sobrinos; Jace, Luke y Joffrey—. Alicent observaba con una leve preocupación a su hijo, temiendo que dijese algo que les costara caro. —Todos apuestos, sabios y fuertes como... Un Strong.

Todos sintieron aquella tensión volver de repente. Rhaenyra le contempló, deseando que se detuviera. —Aemond—. Advirtió Alicent mirando a su hijo.

—Por favor—. Continuó mirado a ambos castaños. Las miradas de Rheanith y Aemond se cruzaron, y viendo que la joven no hacía nada para impedírselo, continuó. —Alcemos las copas por estos tres fuertes...— Mientras hablaba, Rheanith y Aegon las levantaron más que dispuestos. Rhaenyra la miró, clara furia en sus ojos.

—Repítelo si te atreves—. Alzó la voz Jacaerys mirándole con odio. Tras él, Helaena aplaudía emocionada, sin entender lo que realmente ocurría.

—¿Por qué? Solo es un cumplido—. Ambos comenzaron a acercarse el uno al otro. —¿No sois fuertes como un Strong?

Y ahí comenzó la verdadera diversión.

Jacaerys le otorgó un puñetazo en la cara, sin conseguir mucho con ello. Lucerys se levantó de la mesa velozmente, pero fue detenido cuando, sin haberse percatado de que estaba allí, el dúo de amigos de cabello plateado le estampó la cara contra la mesa. —¡Basta!— Se escuchó a Alicent. Aemond se limitó a empujar al mayor de los hermanos con una mano, haciéndole caer al suelo sin esfuerzo. Él río, cruzando miradas con Rheanith, que también reía. El castaño en el suelo se levantó y abalanzó contra él, pero fue detenido, al igual que Lucerys, por los guardias.

Entretanto, Baela trató de enfrentarse a Aegon y Rheanith, consiguiendo a cambio un puñetazo en el rostro otorgado por la mujer, que dio espacio suficiente a Rhaena para interferir entre las dos y separar a su hermana mayor por los hombros.

Alicent, la cual se había puesto en pie al igual que el resto en la mesa, se acercó apresurada a su hijo menor aprovechando que se había detenido la pelea. —¿Cómo se te ocurre decir algo así en público?— Cuestionó la reina.

—Solo expresaba lo orgulloso que estoy de mi familia, madre—. Contestó Aemond sonriendo antes de volverse de nuevo hacia los dos hermanos que forcejeaban para liberarse. —Aunque mis sobrinos no lo estén tanto de la suya.

𝐑𝐄𝐍𝐄𝐆𝐀𝐃𝐄, aemond targaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora