𝟶𝟾‖ ʜᴇʀᴍᴀɴᴏ ᴅᴇ ʟᴀ sᴇʀᴘɪᴇɴᴛᴇ

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UN INCESANTE MURMURO inundaba el salón del trono mientras se aguardaba a que aquella reunión comenzara. Los presentes dejaban un pasillo para los defensores de cada postura y proporcionar una vía para las puertas que se encontraban tras ellos; en uno de los lados se encontraba Alicent, acompañada de sus tres hijos. Tras ellos, más alejados del trono, Rhaenys y Baela. También estaba Vaemond.

Al otro lado de la sala, frente a todos ellos, Rhaenyra estaba con sus dos hijos a cada lado de ella. Daemon y Rhaena también estaban junto a ellos.
En cuanto a Rheanith, se encontraba junto al consorte de la heredera. Para su disgusto, no la habían permitido llevar el hacha, pero si una espada. Lucía como siempre, un traje de cuero negro que había conseguido llevar por la intervención de su padrastro al escuchar la fuerte interacción entre su esposa y su hijastra.

De todos ellos, Daemon era al que más toleraba. Detestaba la buena relación que tenía con Rhaenyra,  pero había sido, además de Kornatt, el mayor entretenimiento que había tenido en Rocadragón.
Entrenaban todos los días, y él intentaba complacerla en lo que podía. Salía a volar con ella de vez en cuando, hacían carreras con Caraxes y Kornatt, hablaban de estrategia... Pero en el fondo él sabía, que había sido una decepción para ella al conocerle.
Sabía que su hijastra esperaba al Príncipe Canalla, y que a sus ojos, este solo se había dejado hacer más sumiso por el amor que le procesaba a Rhaenyra. Pero eso era solo lo que ella se creía.

—Aunque esta corte tiene la esperanza de que lord Corlys Velaryon sobreviva a sus heridas, nos hemos reunido con la penosa tarea de zanjar la sucesión de Marcaderiva—. Comunicó Otto Hightower dando la espalda al Trono de Hierro. Los estandarte de los Targaryen habían sido remplazados por el símbolo que representaba la fe de Los Siete. —Como Mano que soy, hablo en nombre del rey en este particular—. Aguardó unos segundos, sentándose en trono. —La Corona escuchara a los aspirantes—. Continuó. —Ser Vaemond, de la casa Velaryon—. Anunció.

El susodicho avanzó, colocándose frente al hombre que se sentaba a varios metros de distancia. Saludó a la reina, después a la mano del rey, comenzando a relatar su postura.
—La historia de nuestra noble casa de remonta hasta los días de la antigua Valyria. Los Velaryon han dominado los mares, tanto tiempo como los Targaryen los cielos. Tras la maldición de Valyria, fuimos las últimas casas de su estirpe.

Mientras el hombre continuaba, Rheanith compartía miradas con Aegon, quien solo podía aburrirse más por cada palabra que salía de la boca del hombre.

—Soy su pariente más cercano. Sangre de su sangre. La auténtica e inmaculada sangre Velaryon corre por mis venas.

—Y por la de mis hijos, descendientes de Laenor Velaryon—. La voz de Rhaenyra se hizo presente en la sala. —Si os preocupase tanto la sangre Velaryon, ser Vaemond, no osarías suplantar a su heredero. Pero solo miráis por vos mismo y por vuestra ambición.

—Tendréis ocasión de defender vuestra súplica—. Intervino Alicent dirigiéndose a la mujer con las manos cruzadas frente ella. —Tened la gentileza de que ser Vaemond se explique.

Aemond observaba cómo su hermano y la mujer al otro lado de la sala sonreían ladinamente ante la intervención de la reina, callando a Rhaenyra en el acto.

Vaemond se volvió hacia la madre del chico al que se enfrentaba, sonriendo arrogante. —¿Qué sabéis vos de la sangre Velaryon, princesa? Podría cortarme las venas, mostrárnosla... y ni aún así la reconocerías. Se trata del futuro y la supervivencia de mi casa, no de la vuestra.

El hombre continuó, y Rheanith dejó de escuchar. Prefirió observar cómo a los dos chicos castaños se les iba la mirada hacia el príncipe de un solo ojo. Los tres permanecían serios, pero ella notaba la tensión que se formaba, y la ira que renacía.

𝐑𝐄𝐍𝐄𝐆𝐀𝐃𝐄, aemond targaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora