La Plaga oscura

trayectorias complejas

Nota de autor.

Antes de que continúen con la lectura, me paso por aquí para dar los merecidos créditos a @AillenxHer, quien prestó su colaboración en la escritura total de este capítulo.

Narrativa de autor.

Pesadez y sueño llenaban el cuerpo de Bernardo, este no se explicaba por qué razón se encontraba de esa forma. Sus recuerdos no eran sólidos, en su mente solo habitaba la desolación y la intriga de todo lo que habría pasado, eso y una velocidad vertiginosa para ordenar todo el caos mental, tratando de resolver una pregunta, ¿Que paso?.

Poco a poco, con algo de dificultad fue abriendo sus ojos a los segundos, siendo alarmado por la situación en la que se vio involucrado.

—¿Pero qué mierda...—, dijo algo confundido.

Lo primero que notó fue que estaba en su habitación, lo que era muy extraño; haciendo memoria con esfuerzo recordó que su última acción fue vigilar a los roedores en ese momento en prueba, luego de eso todo se volvió oscuro y frío. 

Lo segundo que noto, fue que al intentar levantarse sintió algo rígido y un sonido metálico invadió el ambiente, mirando sobre su cabeza lo noto de inmediato; una esposas lo tenían apresado a la cama y no eran esposas comunes y corrientes, tenían un aspecto algo perverso pues portaban adornos en rojo y rosa que daban la idea de que fueron compradas en cierto lugar de artículos eróticos; notando un par de segundos después otro detalle, su cuerpo entero se tensó al notar en las sombras de su habitación un personaje que no esperaba ver en toda su maldita vida.

Con pasos lentos y coquetos, aquella figura salió de la oscuridad dándose a notar en su totalidad. Portaba un atuendo entero en blanco, siendo una camisa a botones desabrochada hasta cierto punto, dejando a la vista el nacimiento de su busto el cual, no era para nada tan pequeño. Sus caderas lucían tan llamativas con aquella falda de lápiz que llegaba un poco más arriba de sus rodillas, con una abertura en el lado izquierdo dejando ver su muslo, una prenda algo ajustada cabe notar. El resto era aún más resaltante, su cabello castaño oscuro caía con gracia a lo largo de su espalda en una cola de caballo perfectamente hecha, y su rostro... era perfecto en gran medida; ojos cafés profundos, nariz perfilada y labios finos y delineados, y su tono algo moreno en la piel le sentaba tan bien.

Bernardo observaba en silencio, ocultando bajo su fachada de tipo duro e inamovible aquel asombro y miedo que aquella mujer le provocaba. Y mas que eso, otro sentimiento lo embargaba con el simple hecho de verla.

Nostalgia... ¿Por qué?

Le recordaba a la mujer que tiempo atrás había amado, aquella que le dejó un tesoro al que quería y protegía, y que... ya no estaba.

Lo único que quedaba del recuerdo de que ya no habitaba entre los vivos y nuevo motivo para vivir, era esa mujer que ahora mismo lo miraba con superioridad y dominio; después de todo, era la imagen viva de su mujer difunta, su gemela.

La parte mala y podrida de ella, en carne y hueso.

Imágenes fugaces llegaron a su cabeza, recordaba haberle tirado la puerta en la cara y asegurar la puerta con un candado pero, fue un tonto al no asegurar la casa completa, justo en aquel laboratorio una especie de somnífero fue rociado en su rostro, para después caer en total oscuridad y pesadez.

En un susurro, Bernardo se atrevió a hablar, —¿Qué haces aquí?—, pregunto con ojos vacíos y una voz más gruesa de lo normal, como si otra parte de Bernardo hablara en lugar de lo habitual.

Esta sonrió, dejando escapar a los segundos una leve carcajada acercándose al borde de la cama, justo donde se encontraba Bernardo, —¿No es obvio, querido?—, dijo con su tono de voz fino y a la vez formal, en un toque algo perverso mirándolo directo a los ojos, viendo el opaco color de este al instante. Como si nada arremangó las mangas de su camisa, y sin esperar se coloco sin cuidado sobre Bernardo, dejando sus piernas algo desnudas a cada lado de su cintura.