"Haz muerto 5 veces, Yuno... 5 veces, y de todas ellas... Tú sigues aquí."
"¿Qué harás cuando tus pies no puedan salvarte?"
"Y lo ví. El hombre humano que no era humano en absoluto; Él... El que me llevará al infierno."
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No, no es por el suave frío que suelta, ni por todo lo inusual que pasa, interrumpiendo reuniones y otras cosas molestas.
De hecho, es por qué el Rey Kira duerme todo el día y no me dice que hacer. Odia los días nublados, odia el cielo gris. Por eso, simplemente duerme y duerme hasta que el fastidioso sol acaricia sus pestañas o su cuerpo se hincha de las horas que pasa haciendo nada.
Además, no va a opinar nada sobre el vestuario del baile y evento principal que yo mismo decidí diseñar.
Claro que yo no lo cosí, solo hice un dibujo vago de la idea que tenía.
-Que agradable es no escuchar su voz...
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Me adentre en el extravagante edificio, un lugar un poco pequeño pero resaltante de entre los edificios negros, siendo el único completamente blanco y con pequeñas piedras de adorno.
-¡Buenas tardes~!
-¿Uh? Ah, es usted su alteza... ¿Ha venido por su traje?- El recepcionista me saludó. Ya van varias veces, casi desde que llegué al reino que vengo a esta tienda.
-Sí. Vengo a ver cómo ha quedado, hace días que lo mandé a hacer.
-Bien, puede pasar con él.- Un suspiro se dejó escapar de su boca. Sí, tiene bastante razón en suspirar...- Como siempre, tiene bastantes jovencitas en su taller ¿Desea que anuncie o preferiría esperar?
-No vengo con mucha prisa, pero preferiría verlo de inmediato.
-Ok, lo anunciaré entonces. Sígame, su señoría.
En unos segundos asomó la cabeza entre la puerta, y tan solo dijo mi nombre, se escucharon los gritos más agudos que jamás percibí: ¡Oh dios mío, es él! ¿¡Realmente el príncipe heredero está aquí!?
Con cara larga me dijo que podía pasar.
Esperaba jóvenes nobles de bajo rango, pero me sorprendió ver qué eran solo 2 chicas y un chico... Digamos que no se veían muy de la realeza.
-¡Realmente es él! ¡S-saludos al heredero!
-Uh... ¿Interrumpo algo?
El joven que estaba siendo atacado por el frívolo diseñador me miró con ojos nerviosos, envuelto en telas de colores llamativos y con diademas de lazo por todo su cabello. Su cara parecía un oso de tanto maquillaje.
