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Un día más. 

Hoy había quedado con Marco para hablar (y si se puede, de paso, amenazar) a Armin para que no le diga nada al idiota con ojos verdes que tanto amaba. Y es que, a este paso, estoy bastante seguro que el cabeza de coco rubio le dirá tarde o temprano. 

Pero lamentablemente y para mi maldita mala suerte, mi amigo pecoso no iba a venir este día. Supuestamente tenía unos asuntos fuera de la ciudad, que involucraban una cena al aire libre con su familia, y básicamente no podía negarse. ¿Por qué? Por que ese hijo de la gran siete es la persona más amable del mundo, y apenas puede decir que algo no le agrada. 

Por lo tanto, hoy día estaba solo en el asunto. Ya que a mi parecer, solo veo que Marco se lavó las manos y me dejó a mi suerte. Tampoco lo iba a culpar, no es su culpa que prácticamente haya gritado a los cuatro vientos que me gusta Eren y que no veía la posibilidad de que me corresponda de una manera que no sea una patada en las pelotas, o un simple "gay de mierda" como respuesta. 

No estoy para nada preparado para que me corresponda de esa manera tan cruel y bruta. Por que así es Eren, cruel y bruto. Aunque me gusta usar esa descripción para otras cosas, más románticas y... bueno, cosas obscenas.   

Volviendo a lo anterior, tenía y debía hablar con Armin para que no abra su maldita boca de idiota. De ser necesario, lo rogaría de rodillas (En caso de que el pasillo esté completamente vacío)

Suspiré.

Miré a mi alrededor, buscando la cabecilla rubia que estaría rondando por estos pasillos, seguramente guardando cosas en su casillero como una mañana normal. 

Formé una gran sonrisa al encontrarlo entre la gente. Di zancadas hacia él, pero fui deteniendo poco a poco mi paso al ver como la azabache estaba a su lado, y luego de unos segundos, apareció la razón del por qué mi corazón no latía por nadie; Eren. 

Me hubiese parecido chistosa mi propio accionar, pues fui borrando mi sonrisa de idiota tan lento que parecía un psicópata en proceso de masacrar a sus tres primeras víctimas. Pero obviamente no estaba de humor como para burlarme de mí mismo. 

Mierda, ¿cómo haría para hablarle sin que Mikasa y Eren me vean? Pensarán al instante que quiero hacer algo malo con él, y comenzarán a preguntar que qué quiero con Armin, como niños desesperados por saber por qué su padre no puede comprarles el caramelo que vió en una tienda. 

La lamparita de las ideas se encendió al ocurrirme la obvia idea de hablarle por mensaje. Saqué mi teléfono rápidamente, y comencé a buscar el chat con el rubio nerd. Tecleé lo más rápido posible, pues aunque no haya razón como para hacerlo a la velocidad de la luz, realmente me desesperaba ver como mi dignidad y una amistad estaba en juego. 

Yo: Hwy, Atmin. 

Le escribí, y rápidamente subí la mirada de mi teléfono para observar pacientemente si el Armando se dignaba a mirar su celular. Aunque era obvio que lo haría al momento en que vibre en su pantalón, pues era de esas personas que responden en el momento en que les hablas. Y agradecí profundamente eso. 

Relajé mis hombros al ver como Armin sacaba su teléfono del pantalón que traía y revisaba las notificaciones. Frunció el ceño, y escaneó rápidamente a su alrededor, para luego volver a mirar su teléfono y teclear:

Coco Armando: Dime.

Yo: Nwcrsitp wue avlenos um moment. 

Coco Armando: ¿Cómo? ¿Por qué escribes como bebé? 

Yo: ¡Wspérame en ek balo! ¡agora! 

Coco Armando: ASJAKSJAJSAJJA bien bien, voy. 

Jodido Jeager || JearenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora