19. Bailamos música latina

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Percy

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Percy

Cuando me desperté y no vi a Álex en la cama, se me cayó el alma en los pies. Pegué un salto y me vestí con gran velocidad. Salí disparado hacia él pabellón y tampoco la vi.

Me entró un gran ataque de pánico. Annabeth se acercó desde la mesa de Atenea.

—Percy, estás rojo...

—Álex no está, no la encuentro —dije sin rodeos.

—Tranquilo, Percy, tal vez fue a dar un paseo o a entrenar. Desayuna y luego vamos a felicitar a Nico, hoy es su cumpleaños. Solo respira.

Hice lo que dijo. Respiré profundamente. Me senté en mi mesa y fue la primera vez que comí solo en mucho tiempo.

☠︎︎♪𓆉︎♪☠︎︎

—¿Cómo que no está? —abrí los ojos, convenciéndome de que Hazel me estaba tomando el pelo.

—No está, y la Señorita O'Leary vino a buscarlo está mañana, así que no sé dónde diablos puede estar.

—Álex y Nico han desaparecido por el cumpleaños de él... —dijo Leo con voz misteriosa y le lanzó una mirada a Jeremy y él a Jason.

—¿Qué está pasando? —exigí saber.

—Nada —habló Jason—. Voy a dar una vuelta por el bosque a ver si los veo. De todas formas, puede que hayan ido a la ciudad o algo así.

Pasamos todo el día buscándolos, incluso por la noche, ya que no aparecían. Le dijimos a Quirón y al Señor D, pero no hicieron nada por ellos. Quirón corroboró la idea de Jason y al señor D no le interesaba, directamente.

No pude dormir en toda la noche. Me quedé en mi cabaña por si ella volvía, pero no volvió. A la mañana siguiente fui al comedor y me encontré a todos mis amigos rodeando la mesa de Hades.

Al acercarme, vi a los desaparecidos.

—¡Álex! —exclamé con una mezcla entre aliviado y furioso—. ¿Dónde has estado, señorita? ¡Has desaparecido por casi 2 días! ¡Nos hemos vuelto locos buscándoos! Pensé que te habían atacado o algo...

Abracé a mi hermanita con fuerza.

—Lo siento mucho, Percy —me miró a los ojos como cachorrito—. Me fui de expedición con Nico. No queríamos asustaros. Lo lamento...

—No pasa nada... —suspiré—. Pero no me vuelvas a dar otro susto así.

—Hecho.

☠︎︎♪𓆉︎♪☠︎︎

Nico

No podía creerlo. El siguiente tema era Música latina. Era la primera vez que me sentía afortunado de tener a Leo al lado. Él puso música en ese mismo momento, en la cabaña 1, y empezó a bailar con ritmo por todo el alrededor.

Caroline se pegó a él y ambos se pusieron a bailar una salsa o algo así, no tengo idea, la verdad. Solo que sus caderas parecían no tener huesos ni estar conectadas a la columna vertebral, porque desde luego que yo no podría hacer eso.

Mary comenzó a bailar a mi alrededor y solo me fijé en sus caderas en movimiento.

—No bailas —puso las manos en mi cuello mientras seguía bailando—. Puedes aprovechar.

—Pero no sé bailar.

—Yo te enseño —puso mis manos en sus caderas y siguió moviéndolas. Era como poner las manos es un sillón de masaje—. Haz lo mismo que yo. Venga, es fácil.

Solo dos ritmos y ella ya empezó a reírse de mí.

—¡Hago lo que puedo!

—Eres penoso... —rio, y apoyó la cabeza en mi hombro—. Pero es tierno...

—Soy penoso y tierno. Vaya... —afirmé.

Ella olvidó quienes estaban allí por un momento y me besó en la mejilla. Acarició mi rostro con su suave mano mientras yo la abrazaba por la cintura.

Me habría quedado así por el resto de mi vida, pero sabía que no nos podían descubrir. Me separé de ella y le correspondí su hermosa sonrisa.

☠︎︎♪𓆉︎♪☠︎︎

Era la noche del baile latino. Se presentaban Leo y Caro. La verdad es que la hija de Apolo era una gran bailarina y que Leo sentía el ritmo en su sangre.

Nuestro grupo estaba junto y mirando todas las actuaciones. Luego de aquella actuación, vinieron otras y seguimos cantando canciones como El taxi. Esa fue tremenda, todos empezaron a saltar. Julie y Mary bailaban pegadas y yo solo podía mirarla a ella.

Tras todas las actuaciones, quedamos los primeros. Hicieron una hoguera y pusieron un montón de temas latinos que todos bailamos con todo el ritmo y las ganas.

Tenía que aprovechar. Estaban todos distraídos, agarré a Álex de la mano y nos dirigimos al bosque.

Estábamos a oscuras frente al lago en el que siempre la había escuchado cantar. Y ahora cantaba a la luz de la luna y sentada en mi regazo dócilmente mientras jugueteaba con mis dedos.

—Solo quedan unas tres actuaciones —le dije—. Y cuando cumplamos nuestro deseo, podrás cumplir tu sueño.

—Y siempre vamos a estar cerca el uno del otro —me dijo, regocijándose en mí.

—No quiero que te vayas nunca. Eres la única persona con la que puedo encontrar paz.

Levantó la cabeza y me miró.

—Tú eres la única persona con la que he sentido que no era algo pasajero por primera vez en mi vida —admitió—. Siempre he tenido un miedo interior a que la banda se separara y yo me quedara sola en mi triste cuarto con una madre inexistente en mi vida, sin nada por lo que luchar.

—¿Y lucharías por mí?

Ella unió las palmas de nuestras manos.

—Caería en plena batalla por ti.

Me acerqué a ella y uní nuestros labios mientras la abrazaba y la pegaba a mí.

Cerré los ojos. Ahí, en la oscuridad. Donde nadie nos ve, nos oye, ni nos siente. Dónde sentía ilusión al abrazarla y besarla, por cada minuto y segundo que nuestros dedos se rozaban. Sentía aquella conexión de la que hablaban los poetas y pensadores. Dónde podía demostrar con cada acto, caricia, palabra, que amaba hasta el último milímetro de su sonrisa.

Cierro los ojos y la veo a ella. La chica perfecta que no se ve perfecta. Que se queda mirando a un punto fijo cuando no comprende las cosas y que puede que no haya visto un peine en su vida. Con la voz más hermosa que jamás haya oído; deleita y endulza mis oídos. Ojos en los que se refleja el brillo del mar. En el mar, una playa; y en la playa, nosotros.

Cierro los ojos y pienso en nosotros.

Los abro y estamos nosotros.



La voz de la sirena || Nico di Angelo ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora