Capítulo 3

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6 de abril de 2012

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6 de abril de 2012. Madrid.

Después de tres horas, las cuales a Mario se le han hecho eternas, suena el timbre que anuncia que ha comenzado el recreo. Toda la clase, tras sacar de las mochilas sus almuerzos, se va, pero Mario prefiere quedarse sentado en su sitio y no salir al patio, como siempre hace. Aparte de que no es un chico muy sociable que digamos, más de una vez, en pleno recreo, Brian ha intentado golpearle, delante de todo el mundo; es por esa razón que nunca se atreve a salir del aula. Pero lo de hoy le ha dejado estupefacto: Brian no se ha levantado de su sitio. ¿Es mejor quedarse o irse? Definitivamente irse. Así que, con mucho miedo, incluso temblando, Mario se levanta de la silla sigilosamente, pero justo cuando se levanta, el rubio lo hace también. Ya está todo perdido.

—¡Quieto! —grita Brian.

Brian se acerca a Mario. Se echa un poco para atrás, pero no le sirve de nada. Ahora que ya está lo suficientemente cerca de él, le clava los dedos en la nuez de la garganta, dejándole sin aliento.

—Parece que aún no te ha quedado claro con quién te estás metiendo. Vamos a seguir teniendo problemas si esto sigue así. ¿Te queda claro?

Mario no puede hablar. Le es imposible, por más que lo intenta.

—¡Habla, inútil! ¿Te queda claro?

—S-s-sí —balbucea.

Brian empuja a Mario, haciendo que caiga al suelo. Tras eso, por si fuera poco, le tira violentamente una silla encima y se marcha de la clase como si nada. El pelinegro comienza a llorar. Aunque no es la primera vez que recibe este tipo de tundas por su parte, la situación ya es muy cansina. Desde que se enfadaron y dejaron de ser amigos, todo ha ido a peor, y parece que nada va a hacer que se solucione después de tanto tiempo. Mario lo intenta. Y a diario. Pero Brian no está dispuesto a arreglarlo. Es una pena.

Cuando creía que todo había acabado y que nada podía ser peor, se escuchan pasos que cada vez se acercan más y más a la clase. Es Brian. Nuevamente, se acerca a Mario, que aún está tirado en el suelo, y le grita:

—¡Ni se te ocurra moverte! ¡Quiero verte en ese mismo estado cuando vuelva! Te esperaré en la salida del instituto. Te vas a enterar de quién soy yo por si no te has enterado ya, y así sabrás con quién no te tienes que meter la próxima vez.

—Brian, por favor...

—¡No hay ningún por favor que valga!

—¿Cómo hemos llegado a esto? ¡Éramos amigos!

—No, Mario. Tú y yo nunca fuimos amigos. Si hubiésemos sido amigos no me habrías hecho lo que me hiciste. Grábatelo en la memoria.

Brian se va y cierra de un portazo, dejando al pobre Mario en la clase solo, sin aliento, sin apenas poder respirar después de lo que ha presenciado. Pasan los minutos y vuelven a oírse pasos en el pasillo, cuyo sonido, otra vez, se acerca a la clase. La puerta se abre. El corazón de Mario se detiene por un instante. Creía que era Brian, otra vez. Pero no, es la profesora de matemáticas.

—¡Mario! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no estás en el recreo?

—No es nada, profesora —responde—. Todo está bien, no se preocupe por mí.

—Mario, ve al recreo. Si no lo haces, tendré que ponerte una sanción y llamar a tus padres —le manifiesta amenazándole.

—¡No! ¡No llame a mis padres, por favor! —suplica. Sus padres se piensan que Brian y Mario siguen siendo amigos. Sería una gran decepción para ellos enterarse de que ahora uno acosa al otro.

—No deberías estar aquí, y lo sabes. Además, ¿qué haces tirado en el suelo, si se puede saber?

—Esto... no, no es nada. Bueno, sí. Ha sido Brian, el de clase.

Mario acaba de arrepentirse de lo que ha dicho. Es la primera vez que se chiva de algo que Brian le ha hecho. Ahora se va a meter en un lío. En otro más

—Me hizo esto, y se fue.

—¿Brian? No, Brian no. Eso es imposible —comenta riéndose. Mario se queda confundido ante lo que la profesora acaba de decir. ¿Cómo que es imposible? ¿Cree que es imposible que Brian le haya hecho eso?

—¿Por qué es imposible? —pregunta, mientras se levanta del suelo poco a poco.

—¡Porque no tiene sentido! Lo conoceré yo bien. Mi Brian no es capaz de hacerle algo así a un chico como tú —¿Mi Brian? ¿A un chico como tú? Mario no puede creer lo que acaba de escuchar. ¿Qué está pasando?

—¿Qué? ¿A qué se refiere?

—Mario, me parece fuera de lugar que un chico de dieciséis años me pregunte algo así. Es asunto mío, no tuyo. Ya no me importa si quieres bajar al recreo o quieres quedarte aquí, pero no pienso tolerar más comentarios de ese tipo. ¿De acuerdo?

El chico asiente con la cabeza. La profesora sale del aula y, tras unos minutos, Mario mira por la ventana y observa que la profesora se acerca a Brian, con quien empieza a entablar una fluida conversación. Qué casualidad.

Lo que ha dicho la profesora ha despertado la curiosidad de Mario. ¿A qué se refería con "Mi Brian"? ¿Será que la profesora y Brian tienen una relación más allá que profesora-alumno? 

¿Por qué a mí? (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora