Capítulo 16

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20 de abril de 2012

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20 de abril de 2012. Madrid.

—...esos tres policías no hubiesen entrado a mi casa justo en ese momento, David no sería lo que es hoy.

—¿Y cómo fue el robo? —pregunta.

—David esperó a que el apartamento estuviese vacío. Entró forzando la cerradura y robó el dinero. Luego, una de las vecinas del bloque se enteró y llamó a la policía. Inesperadamente, la policía entró al apartamento y, al ver que había una pistola al lado del dinero, mató a los tres sin pensárselo dos veces. Luego, metió el dinero en una bolsa y salió a los pasillos del edificio, amenazando a todas las personas que había alrededor diciéndoles que, si eran capaces de contar algo a la poli, los mataba. Tío, daba miedo.

—Si sabes todo eso, significa que lo viste.

—Sí. Llegué justo en ese momento y lo vi desde fuera. Tenía apenas once años, pero lo recuerdo perfectamente. Recuerdo que justo esa tarde había ido a casa de un amigo y su madre me llevó a la mía en coche. Fue justo cuando me bajé de él. Imagino que ya sabes lo que nos ocurrió después. Ese dinero, lo consiguiese mi padre de donde lo consiguiese, nos iba a venir muy bien. Nuestra situación económica no era muy buena en esa época que digamos. Es una mierda, pero así es mi vida. No me queda otra.

Mario se queda conmovido ante todo lo que le ha dicho Jeff. Se pone en su lugar, reflexiona, y siente que lo ha pasado y lo está pasando muy mal. Él es así de empático. No puede ver a alguien sufrir o llorar sin que él lo haga también.

—Yo... no tenía ni idea de la situación tan... tan complicada por la que pasó tu familia. Lo siento muchísimo, de verdad.

—No te preocupes, tío. Al contrario, hablar de esto me ayuda a darme cuenta de cómo es mi vida y de todo lo que tengo que mejorar para salir adelante. ¿Crees que me voy a poner a llorar? Las cosas cambian con el tiempo, y casi siempre a mejor. Y hay mucha gente por el mundo que lo está pasando aún peor que yo, y eso me alivia.

El pelinegro se sorprende de eso último que ha dicho Jeff. Creía que Jeff era de esas personas que no tenían sentimientos y que siempre quería el mal para los demás. Pero es todo lo contrario; Jeff debería ser tomado como ejemplo para todos. Tiene una sonrisa bien puesta en la cara y una visión muy positiva de la vida a pesar de lo que le está tocando vivir. De nuevo, aprende que las apariencias engañan. Al final es cierto eso de que nunca se termina de conocer a las personas.

La organización criminal OCZ ha sido nombrada muchas veces en esta conversación. También David y el robo asesinato que hizo. Mario está seguro de que detrás de lo que Jeff le ha contado hay muchas más historias. ¿Qué es OCZ exactamente? ¿Quién es ese amigo que invitó a David a la organización? ¿Por qué se presentó con una identidad secreta? ¿Y por qué lo expulsó de OCZ y David buscó venganza? ¿Debería investigar más? ¿O simplemente dejarlo estar?

Antes de irse, Mario abraza a Jeff y nota cómo a este se le cae una lágrima. Mario le agradece el haberle proporcionado toda esa información sobre la misteriosa banda criminal OCZ, y se marcha. Jeff entra a casa y cierra la puerta. Cuando se gira, ve a su padre parado frente a él con los brazos cruzados y se lleva un gran susto.

—Joder, papá —se sobresalta. Casi le da un infarto. Jeff se asusta muy fácilmente—. No aparezcas así de la nada, que me asustas.

—¿Qué coño le has contado a ese niño? —pregunta enfadado. En ese mismo momento, es cuando Jeff se da cuenta de que la ha cagado. Y bien cagada.

—Estábamos hablando de un trabajo —le responde lo primero que se le pasa por la cabeza, nervioso, sabiendo que va a recibir una buena paliza después de esta conversación.

—¡Lo he oído todo, Jeff! ¡No me mientas porque sé lo que le has dicho! —grita fuertemente, acercándose cada vez más a su hijo mientras este se echa progresivamente hacia atrás. Este, viendo que su hijo no tiene intenciones de contarle lo más mínimo, le da un empujón hacia la pared, dándose así un fuerte golpe en la parte trasera de la cabeza, quedando inconsciente.

Esto no puede quedarse así. Nadie ajeno puede saber de la existencia de OCZ. Y mucho menos Mario.

—¿Y ahora qué? —se dice para sí mismo en voz alta. No le queda otra que contarle a su jefe lo que ha hecho su hijo. Coge su teléfono y marca su número. Contesta al instante.

—¿Pasó algo?

—Lo sabe.

—¿Quién?

—Mario Dávila.

—¿Quién es ese?

—El hijo del enemigo.

—¡No me jodas! —se estremece al enterarse de quién es ese tal Mario Dávila. Se levanta del sofá en el que estaba sentado—. ¿Quién cojones se lo ha contado?

—Jeff, mi hijo.

—No me lo puedo creer —se lleva la mano que tiene libre a la frente. Esto le ha cogido totalmente por sorpresa—. Mira, sabes que respeto mucho a tu mujer, pero ese mocoso es un hijo de puta —resopla—. ¿Qué piensas hacer con él?

—Reventarlo a puñetazos hasta que recapacite.

—No.

—No, ¿qué?

—Eso no servirá de nada. Hay que matarlo.

—¿Qué? ¿Norman, estás loco? ¡No vas a asesinar a mi hijo por muy chivato que haya sido!

—Me da igual. No te estoy dejando otra opción. Ya puedes torturar a tu hijo todo lo que tú quieras, pero si sigue vivo seguirá contándole cosas a Mario, lo que nos traería más problemas.

—Pero...

—No hay peros que valgan. Juraste que aceptarías y harías lo que fuese necesario si es por la banda. Si nos quitamos a tu hijo del medio, Mario dejará de jugar a los detectives y se olvidará de todo lo que le ha contado sobre OCZ. Es el hijo del enemigo, no hay que andarse con tonterías. No te doy tiempo para pensar. Aligérate porque ese niñato va a jodernos la vida. 

¿Por qué a mí? (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora