Capítulo 13

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9 de febrero de 2002

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9 de febrero de 2002. Madrid.

Después de más de seis meses, Luis y David, quienes se conocieron casualmente en un viaje a París a mediados de los noventa, vuelven a reencontrarse. Desde entonces se han considerado muy buenos amigos, y, a pesar de que solo se vean en alguna que otra ocasión anualmente, ya que David vive en Córdoba, han mantenido el contacto todos estos años, haciendo llamadas prácticamente a diario.

David es uno de los pocos amigos de Luis que sabe de los negocios en los que está metido. Es completamente consciente de que nadie que no tenga ningún tipo de conexión con OCZ debe saber sobre la existencia de la organización criminal, pero lo de David es una excepción que, al mismo tiempo, se trata de una ingeniosa estrategia de la cual, algún día, requeriría. Y ese día es hoy.

—¡David! —grita Luis, quien, nada más abrirse la puerta del ascensor que conduce hacia la salida exterior del búnker, ve al pelirrojo parado enfrente de la misma y se lanza a sus brazos. Está muy contento de verle, y David también. Siempre se alegran el día el uno al otro cada vez que se reencuentran—. ¿Qué te cuentas? Estás más alto, cabrón. Y más fuerte. Joder, menudo cambio —le comenta, tocando sus musculosos bíceps y pectorales—. ¿Has estado yendo al gimnasio?

—Es lo que tocaba. Ninguna chica se fija en un flacucho de diecinueve años. A veces hay que hacer sacrificios.

—Y que lo digas. Pero te lo digo en serio, David. Pareces otro. Estás irreconocible.

—Suelen decírmelo mucho —sonríe—. Y bien. Ya imagino por qué me has llamado. Espero que sea por eso y no por alguna tontería, que me has hecho venir desde Córdoba hasta aquí de imprevisto, hijo de puta.

—Tranqui, tranqui. Estás en lo cierto. Te necesitaba en marcha y no podía privarme de la oportunidad de recurrir a ti. Espero que lo tengas en consideración, que he cancelado una cita con una tía que estaba buenísima por ti.

—¿De verdad? Joder, no tenías por qué.

—Sí, tío. ¿No ves que estoy arreglado? Si hasta tuve que improvisar. Le dije a Norman que era una antigua amiga para que deje de darme la tabarra, que es más pesado.

—¿Qué le pasa a ese pavo? Siempre está intentando meterse en tu vida.

—Siempre, no para. Él cree que es mi mejor amigo, pero no. Llevo un tiempo deseando mandarlo a la mierda. Agradezco todo el esfuerzo que ha hecho por mí todos estos años en transmitirme seguridad para lanzarme al mundo del arte, pero se pasa mucho con las confianzas, en serio. Y desde ayer las cosas están bastante tensas.

—¿Desde ayer?

—Por eso te he llamado —responde con rapidez, pulsando el botón del ascensor. Ambos entran y este procede a bajar, tras cerrarse la puerta—. Tu ingreso en OCZ debe ser inminente.

—Espera, espera. A ver si lo pillo. ¿Vas a ingresarme en OCZ?

—Eso he dicho, sí.

—No lo sé, hermano. ¿Yo en una organización criminal cometiendo delitos constantemente? No me pega nada.

¿Por qué a mí? (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora