Trilogía "¿Por qué a mí?" I
Mario y Brian siempre habían sido mejores amigos. Pero incluso los mejores amigos se separan. Mario intenta hacer todo lo posible para recuperar su amistad con él, pero es en vano. Brian no está dispuesto a hacerlo. Sin...
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26 de abril de 2012. Madrid, el búnker.
Ya es por la mañana. Tras pasar una desagradable y fría noche en el búnker, Mario y David se despiertan uno seguido del otro. David, que tiene los ojos medio abiertos y medio cerrados, se rasca confundido su cabeza, sin saber exactamente qué pasó la noche anterior ni recordar algún detalle. Su pelo teñido de rojo está totalmente despeinado. Mario, por el contrario, parece ser más consciente de la situación en la que se encuentran.
—En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme —cita Mario sarcásticamente—. Estamos en el maldito búnker de OCZ. Sigo sin creerme que estemos aquí —dice, mirando hacia sus alrededores—. ¿No te acuerdas o qué?
—Pensaba que todo era un sueño —responde, estirándose en el suelo bocarriba, mirando hacia el techo—. ¿Cómo nos hemos quedado dormidos tan de repente? ¿En qué momento hemos acabado aquí?
—Norman debió de habernos rociado con alguna especie de estupefaciente de esos que hacen que te duermas.
—Joder —se lleva las manos a la frente. No puede creer que esté en esta situación. Debió haberlo pensado dos veces antes de tomar la decisión de venir al búnker—. Esta puta mierda de sitio me trae malos recuerdos. Aquí he vivido las peores experiencias y pesadillas de mi vida. No sé si hemos hecho bien en venir aquí.
—Quejarse no servirá de nada —dice, chasqueando la lengua—. Tenemos que encontrar a Brian.
—Dijo que estaba en la habitación "74", ¿verdad?
—Exactamente.
—Podría llevarte. Como te dije, me sé todo el búnker de memoria. Pero estamos encerrados, supongo.
—Ve a comprobarlo —le ordena.
David obedece a Mario y, en sigilo, por si las moscas, se acerca hacia la puerta y comprueba si está abierta o cerrada. Como era de esperar y ya se imaginaban, no se abre. Norman les ha dejado encerrados en esa habitación.
—Qué hijo de puta —maldice, intentando girar el pomo de la puerta con más fuerza, pero, evidentemente, es en vano y no se abre, a pesar de todos sus intentos. A punto de rendirse, coloca su mano derecha en la puerta y permanece cabizbajo al lado de esta—. Definitivamente, no debimos venir aquí —dice en señal de arrepentimiento.
—No es momento de lamentarse, David —continúa, acercándose a él desde detrás—. Tiene que haber alguna manera. Lo lograremos.
—Mario, sé que quieres ser todo lo optimista posible, pero creo que aún no te has dado de dónde estamos. Estamos en un búnker que al mismo tiempo es la sede secreta de OCZ, una de las organizaciones criminales más peligrosas y buscadas de España. Ya has visto lo que nos ha pasado antes, y te lo advierto: eso era solo el principio. Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti; orgulloso de que hayas tenido la valentía de venir hasta aquí y de que, pese a esos previos inconvenientes, no pienses rendirte. Te lo digo de corazón, como compañero y amigo tuyo que soy. Pero, en ocasiones, toca ser realistas, Mario. Y esta es una de ellas.