7. Impotencia

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Start Over Again

7

Impotencia

—Hasta mañana —se despidió Viktor, ya en su pijama y listo para ir a la cama. Vio cómo Yuuri terminaba de ponerse la camiseta con la que dormiría, era un par de tallas más grande de lo que debería, pero se veía cómodo.

—Hasta mañana —caminó hacia él y lo tomó del mentón antes de observarlo por unos segundos y besarle los labios con un amor infinito. Ese era su beso de buenas noches, y a Viktor le encantó.

Se fueron a dormir cada uno a su habitación, ambos con una sonrisa hermosa en sus labios. Sin embargo, durante la madrugada Yuuri se levantó al baño, y al pasar por el cuarto de Viktor escuchó ruidos extraños. Preocupado, entró sin hacer ruido y lo vio removerse en la cama. Estaba sufriendo en silencio, parecía tener horribles pesadillas, pero no hacía mucho ruido y tampoco se movía tanto. El pobre sudaba frío y temblaba.

—Viktor —se sentó a su lado en la cama y lo tomó con cuidado de los hombros. El ruso se despertó sumamente agitado, lo vio entre las penumbras de la noche y se espantó.

—¡No! —exclamó con voz adolorida—. ¡No me toques! —se arrastró hasta el otro extremo de la cama, cayendo al suelo.

Yuuri se espantó y corrió rodeando la cama. Estaba demasiado agitado. Encendió la luz de la lámpara junto a la cama y lo observó para asegurarse de que no se causó algún daño.

—Viktor, soy yo —lo miró, angustiado.

El pobre sudaba frío y temblaba.

—Yu... Yuuri —respiró con dificultad.

—Soy yo —tomó su mano sana y la llevó hasta su propia mejilla para que comprobara que era él y no una pesadilla.

Viktor soltó un par de lágrimas, aún en shock. Eso le partió el corazón a Yuuri. Su rostro estaba empapado, sus ojos enormemente abiertos se encontraban en completo pánico. Sus cabellos desordenados se le pegaban al rostro húmedo. Era una escena triste de ver.

—¿Estás bien?, ¿te lastimaste?

Viktor se miró a sí mismo y negó.

—Estoy bien, solo fue una pesadilla.

—¿Las tienes muy seguido?

—Todas las noches —admitió. Se pasó una mano por la frente y sus cabellos, notando que había transpirado bastante.

—Tranquilo —lo rodeó en un abrazo muy reconfortante—. Yo estoy aquí —besó su mejilla sin deshacer el abrazo. Viktor correspondió y se dejó querer.

Yuuri se separó solo para despejar su frente de los cabellos revueltos. Su piel estaba perlada por el sudor.

—Lo siento, estoy transpirando —seguía agitado.

—No te preocupes por eso —secó su rostro con cariño, usando su camiseta—. ¿Puedes levantarte? —preguntó en voz baja luego de unos momentos. Él asintió y lo hizo con ayuda de Yuuri.

Fue entonces que el japonés tuvo una idea. Lo tomó de la mano y lo llevó consigo a su estudio, abrió la tapa del piano y lo hizo sentarse junto a él mientras comenzaba a tocar "The Swan", de Camille Saint Saëns. Continuó con "Clair de Lune", canción con la que Viktor cayó completamente rendido al sueño, apoyado en su hombro.

Lo llevó de regreso a su habitación, pero ya no lo dejó solo, se quedó acostado a su lado, en la orilla de la cama y sin tocarlo para que no sintiera que invadía su espacio, pero cuidándolo por si llegaba a tener otra pesadilla. Usó sus feromonas para ayudarle a tener un buen sueño, para hacerlo sentir protegido.

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