1. Te conocí en urgencias

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Start Over Again

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Te conocí en urgencias

La vida no siempre era justa. Durante años había justificado mis desgracias con el pensamiento de que tendría que existir un balance. Así que siempre pensaba: “Las cosas buenas llegarán pronto”. Me esforzaba en no ver las circunstancias del momento y trataba de enfocarme en el futuro, pues “las desgracias no duran para siempre”, ¿o sí?

Pero ahora ya no estaba tan seguro de que existiera ese balance.

Al menos no en el momento en que caí de bruces al suelo a pesar de la carrera que había emprendido, no podía dejar de pensar en ello: la vida era injusta.

Era de noche, la lluvia caía copiosa a las afueras de Tokio y yo estaba siendo perseguido por varios hombres, aparentemente alfas.

Tuve la desgracia de verme obligado a usar mis últimos ahorros del mes para pagar el alquiler, quedándome sin dinero para comprar supresores, y desafortunadamente mi celo se había adelantado más de un mes.

Todo eso, sumándole el hecho de que había salido muy tarde del trabajo, me orillaba a una situación como la que estaba viviendo.

Sentía mucho miedo, había salido corriendo lo más rápido que pude y logré perderlos de vista, o eso creí, pues me puse de pie para retomar la marcha, pero alguien me detuvo.

—¿A dónde crees que vas?

La sangre se me fue hasta los pies cuando apareció frente a mí, apoyando su brazo contra la pared, impidiéndome el paso y acercándose cada vez más.

Fruncí el ceño y traté de mantenerme firme, ignorando el hecho de que mis piernas temblaban como gelatina por el miedo y por el maldito celo que me impulsaba a querer echarme a los brazos de ese alfa desconocido. Pero no lo haría, mi orgullo y dignidad eran aún mayores.

—Eso a ti no te importa —respondí con hastío y me di media vuelta, solo para toparme de frente con otro alfa.

—Hueles muy bien, sweetheart.

Fruncí los labios y arrugué la nariz al sentir sus feromonas penetrantes de alfa. No había duda, habían sentido mi aroma y se vieron atraídos por él.

—Si andas solo a estas horas y en ese estado… —me miró de pies a cabeza, pasándose la lengua por los labios—…solo puede significar una cosa.

—No —suspiré, buscando la manera civilizada de salir de eso ileso, aún tenía esperanza—. Necesito llegar a casa, por favor… —inevitablemente mi tono “autoritario” terminó sonando como una súplica.

Un tercer alfa se unió a ellos, chasqueando su lengua repetidas veces y negando con la cabeza. En su expresión pude ver una sonrisa llena de malas intenciones.

Era un hecho, no saldría ileso.

—Por favor… no —di pasos lentos hacia atrás hasta que mi espalda se topó con la fría y húmeda superficie de la pared. Miré en todas direcciones en busca de ayuda, pero era inútil, pasaba de media noche, llovía y me encontraba alejado de cualquier negocio o lugar concurrido en el que pudieran brindarme auxilio.

Tragué en seco al mirarlos, mi cuerpo entero comenzó a temblar de miedo, quise controlarlo, pero no pude.

—Por favor, no hagan esto —ahora sí supliqué.

—Tu cuerpo nos dice todo lo contrario.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, no tenía escapatoria. Era lo único que me faltaba.

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