capítulo 8

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Escuchó voces de dos personas sin entender la conversación, obligó a su cerebro a despertar y se concentró en escuchar las palabras pero no abriría los ojos.

—Deja que pruebe la mercancía antes de que los dejen como costales sin arena —dijo uno de ellos.

—No puedes, recuerda que debemos llevarlos sin ningún rasguño o quieres que no te paguen.

—Pero si no tendrán ningún rasguño es más, tú puedes hacer lo mismo son dos ¿no?

—¡Ninguno de ustedes imbéciles nos tocará! —dijo furioso Apo, entonces Build abrió los ojos al escuchar a su hermano hablar. Estaban en un cuarto con un foco que apenas alumbraba, una cama, un mueble desgastado y las paredes eran de madera. Ellos estaban atados a una silla cada uno sin sus abrigos y pertenencias solamente sus jersey puesta.

Build se sorprendió de ver a los secuestradores, uno era como la edad de Apo y el otro se veía mucho más joven que él, tal vez de dieciocho. Los veía de arriba hacia abajo preguntándose ¿por qué los raptaron?

—Oh, despertaron los bellos durmientes —dijo el más joven.

—Son unos hijos de puta ¡sueltennos! —protestó Apo, moviéndose exagerado con la silla.

—Tranquilo bonito —se acercó el más joven sacando una navaja rozando la mejilla de Apo con esta.

—¡Deja a mi hermano! —vociferó Build.

—Para ti también hay dulzura —amenazador se acercó hacia Build con una asquerosa sonrisa.

—¡Wolf déjalos! —dijo el mayor con voz autoritaria—. Salgamos de aquí debemos reportar al jefe.

Wolf se alejó de Apo aún con una sonrisa malévola guardando la navaja y dejando cerrada la habitación donde los tenían.

—¿Puedes desatarte?

—No —dijo Apo con una mueca.

—¿Por qué razón nos traerán aquí? ¿Qué es lo que querrán? ¿A qué se referían con que nos dejarían como costales sin arena?

—No lo sé, pero debemos de encontrar una forma de salir —dijo Apo viendo a todos lados. Tenía que idear cómo burlar a esos extraños y escapar de ese lugar.

Las horas pasaron, no sabían si ya había amanecido o todavía era de noche pero no habían pegado un ojo de frustración

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Las horas pasaron, no sabían si ya había amanecido o todavía era de noche pero no habían pegado un ojo de frustración. Entonces entró él que era mayor de los raptores. Llevaba una bandeja con dos platos de comida y dos vasos de agua.

—Los voy a soltar pero no quiero que hagan ningún movimiento brusco —advirtió sacando un arma la cual no soltó cuando se acercó a desatarlos. Se retiró apuntando con una mano y pasando la bandeja con la otra—. Coman —ordenó.

Los hermanos se quedaron viendo sin entender nada y se vieron uno con otro cómplices.

—¿Por qué hacen esto? —preguntó Apo.

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