T.2 Cap.11 Lǎo Hǔ y la sublevación de los Shī Zi

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Nuestro capítulo abre en medio de un estudio oscuro, de cerca a un escritorio de madera. A su vez, sobre este descansa un libro de pasta delgada y encuadernado con una funda atigrada. Poco a poco vamos adoptando la perspectiva del lector y entonces, vemos que una mano humana lo abre por nosotros, dando paso a una historia construida por medio de dibujos de pestaña. 

Narra Yen Wang:

Hace mucho, en la China antigua, un tigre gobernaba la ciudad de Nanjing. 

Un día, unos monjes se presentaron en su palacio clamando por ayuda, pues estaban huyendo de unos terribles monstruos que querían matarles. El tigre, al ser justo y bueno, los acogió con la única condición de que le dijeran dónde podía encontrar a tales monstruos y los monjes lo llevaron hasta una cordillera, cerca de la ciudad. 

Ahí, el monarca se encontró con unas criaturas mitad león, mitad oveja, de temperamento salvaje y dotadas con un voraz apetito por la carne viva. Fue al ver esto, que el tigre hizo uso de su divinidad para civilizarlos y los llevó consigo para que formaran parte de su reino, bautizándolos a partir de ese día, como "Los Shī Zi". 

Los años pasaron y no fue sino hasta el reinado de Lǎo Hǔ- último descendiente del buen tigre- que los Shī Zi fueron seducidos por su orgullo. Creyendo que eran quienes debían de gobernar, pidieron ayuda a un Dios León y se amotinaron, provocando una gran guerra y el asesinato de todos los tigres de estirpe real...Especialmente, de los herederos. 

Fue así que, tras perder a su primogénito, Lǎo Hǔ huyó a un pequeño valle al sur de China y por instrucciones de su mayor antepasado, escondió allí a la única hija que le quedaba. 

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Poco o nada se sabe de lo que ocurrió con la ciudad o con sus reyes, pues ambos desaparecieron sin dejar rastro, tan solo días después de la masacre

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Poco o nada se sabe de lo que ocurrió con la ciudad o con sus reyes, pues ambos desaparecieron sin dejar rastro, tan solo días después de la masacre. 

Y ahora...Después de tantos años...La princesa ha reaparecido, lista para recuperar su trono y cobrar venganza. 

Al terminar el relato, la mano del enmascarado cierra el libro y sobre este, coloca una gigantesca pata de león cercenada y atada a una cadena, a manera de pisapapeles. 

- El fin...- Lo escuchamos decir, con lentitud.


Continuará...

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