》𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨《

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 →𝐁𝐚𝐫𝐜𝐞𝐥𝐨𝐧𝐚, 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚. 𝟏𝟓 𝐝𝐞 𝐒𝐞𝐩𝐭𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟐.

—¡Amor!

—¡Dime!

—¿Dónde está el secador de pelo?

—¡En el mueble del baño!

Los principios de la convivencia. Héctor y Edén llevaban escasos días viviendo juntos, y tanto ella como él debían adaptarse. Él porque era de esas personas que lo tenía todo cuadriculado en casa, no había nada fuera de su sitio, y ella... Edén era un desastre con piernas que era capaz de perder sus cosas en su propia habitación.

—¿Y desde cuando está ahí? —fue hacia la cocina, donde estaba Héctor preparando la comida.

—Desde que ayer lo dejaste encima de la tapa del váter, y poco más y nos quedamos sin secador —la chica sonrió inocentemente—. ¿Estás lista para esta tarde?

—No, estoy muy nerviosa.

—Es un cachorro, Edén.

—¡Me da igual! Va a ser nuestro bebé —Bellerín soltó una carcajada.

—¿Has decidido ya un nombre o no?

—Mi lado obsesionado con Harry Potter quiere que se llame Draco, pero mi lado de fanática de Teen Wolf quiere que se llame Stiles, pero...

—Tu lado obsesionado con Disney quiere que se llame Golfo, ¿verdad?

—También puede llamarse Coco, como la película.

—¿Y si es hembra?

Reina, sin dudarlo.

—Pues esta tarde saldremos de dudas.

—También puede llamarse Berlín, o Denver.

—A ti definitivamente te gusta sufrir, cariño.

►◄

—Ay, por favor —Edén atrapó entre sus brazos a la Cocker Spaniel, su pelaje naranja, al igual que en su película favorita, era demasiado suave.

—¿Y bien?

—Es adorable —el animal comenzó a dejar pequeños lametones en la cara de su dueña.

—Pues creo que no hay mucho más que hablar —dijo Adrián, el chico que estaba dando a los cachorros en adopción—. Creo que has encontrado a tu familia perfecta, pequeña —acarició la cabeza de la perra y sonrió—. Mi hijo tiene un pequeño berrinche por esto, pero sobrevivirá —los tres rieron.

—Muchas gracias, de verdad. La tendremos entre algodones —aseguró Edén.

—Tengo el presentimiento de que así será —sonrió—. Disfrutad de ella.

—Lo haremos, y gracias otra vez —tras despedirse de él, la pareja entró de nuevo en el coche.

—Pobre niño, le hemos quitado a su mascota —comentó la rubia.

—Sí, de otras ocho que ha tenido la perra —Héctor rió—. El chaval lo ha dicho, sobrevivirá.

—Aún así me ha dado pena. Una cosa no quita la otra —miró a la perra, que descansaba sobre su regazo—. Es Reina. Lo sabes, ¿no?

—Me lo imaginaba —Edén rió ligeramente.

—Es que es exactamente igual. No he podido resistirme.

—Lo sé, pero... Me gusta el nombre. Bastante he de decir —la malagueña sonrió.

—Te lo dije.

—No empieces —ambos dejaron que el silencio inundase el vehículo. Paz mental. Eso era lo que Edén sentía cuando estaba a solas con él desde el minuto uno. Pronto comenzó a sonar una de las canciones favoritas de Edén; Tu jardín con enanitos, de Melendi—. Dale voz, que lo estás deseando.

—Es que me encanta —subió el volumen, y la voz del asturiano sustituyese al silencio.

Hoy le pido a mis sueños, que te quiten la ropa. Que conviertan en besos todos mis intentos de morderte la boca. Y aunque entiendo que tú, tú siempre tienes la última palabra en esto del amor.

—¿Sabes una cosa? Cuando escuché esta canción por primera vez, quise que sonase el día de mi boda... Siempre y cuando me casase en algún momento, claramente.

—No sabía yo que quisieras pasar por el altar.

—Si vas a tomar nota, que sepas que me gustan las rosas blancas —ambos rieron—. Pero... Sí, dentro de unos años me gustaría hacerlo.

—¿Conmigo?

—Si el destino, la vida y tú me lo permitís, sí.

—Yo claro que te lo permito.

—¿De verdad te casarías conmigo?

—Claramente. Edén, cielo, eres el amor de mi vida. Y eso nada ni nadie podrá cambiarlo —la chica sonrió y le dio un beso en la mejilla.

—Tú también eres el amor de mi vida, Héctor. Y tengo que agradecerte muchas cosas.

—No tienes que agradecerme nada. Lo que he hecho, ha sido porque yo he querido y por ti. ¿Tu pasado? No ha influido nada en lo que sentía por ti. Bueno, sí, me hizo quererte más por haber sido capaz de superar un infierno de ese calibre tú sola.

—Yo decidí entrar ahí.

—Y tú lograste salir. Por eso te digo que no tienes que agradecerme nada. ¿Por qué deberías hacerlo? ¿Por preocuparme por ti? ¿Por quererte a diario? ¿Por haberme enamorado de ti? Edén, por favor, ni se te ocurra darme las gracias por eso. Si pudiera volver atrás en el tiempo y vivir de nuevo el día e que nos conocimos, te juro que lo haría mil veces más. Y ojalá haberte conocido antes para poder ayudarte, porque no te merecías todo lo que has pasado, cariño, te lo digo de verdad.

—A veces pienso que... Que ellos te mandaron para enseñarme lo que es la felicidad. Que todo lo que tengo en mi vida en este momento, es porque así lo han querido. Y... Y es simplemente perfecto —se secó una lágrima—. Todo lo que me está pasando. Vivir juntos, haber adoptado a Reina, las chicas, los chicos... Todo, Héctor, todo. Absolutamente todo es perfecto. ¿Recuerdas cuando me fui a Galicia con las chicas para ver a España? —Bellerín asintió—. Rechacé la cocaína por ti, y por los demás. Porque me veía tan bien que...

—Porque no querías volver a ver la peor versión de ti, ¿no?

—El día que me dio la sobredosis... Fue Gala la que me encontró. Me fugué de casa prácticamente, y entre las dos se recorrieron Madrid para encontrarme, hasta que ella lo hizo. Y joder... Vaya mierda les hice pasar. A día de hoy no me lo perdono. Y mi mundo tendría que venirse completamente abajo para que volviese a entrar en ese pozo.

—No pienses en eso, ¿quieres? Nosotros estamos aquí para levantarte si caes en algún momento. Somos tu familia, amor. Todos lo somos.

—Y puedo jurar que no la pude elegir mejor —sonrió.

Para ella, aquellos chicos que habían aparecido en su vida cuando más lo necesitaba, lo eran absolutamente todo. Y por nada del mundo los quería perder.

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Edén ||Héctor Bellerín|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora