》𝐃𝐢𝐞𝐳《

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 →𝐒𝐞𝐯𝐢𝐥𝐥𝐚, 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚. 𝟐𝟑 𝐝𝐞 𝐀𝐛𝐫𝐢𝐥 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟐.

—¿Nervioso?

—Acojonado más bien —Edén sonrió y enredó sus dedos en el pelo de Héctor—. Como sigas así me voy a quedar dormido en tu sofá.

—¿Eso sirve para que te quedes conmigo todo el día?

—Para eso prefiero estar despierto.

—Y debes estarlo para que podáis levantar la copa —Bellerín la miró—. Toma, es una chorrada, pero... No sé, quiero que la tengas —se quitó la goma que le sujetaba el pelo en una coleta. Afortunadamente. No se le había caído pelo aquella vez, por lo que estaba limpia—. Voy a estar en la grada, pero así me tendrás un poquito más cerca de ti esta noche.

—No es una chorrada —el catalán agarró la goma negra y se la puso en la muñeca—. Los pequeños detalles son los que importan —miró la hora en el móvil—. Me tengo que ir —ambos se levantaron y fueron hacia la puerta.

—Mucha suerte hoy, ¿vale? Id tranquilos, podéis ganar perfectamente.

—A veces me gustaría saber cómo confías tanto —la rubia se encogió de hombros—. Te veo después del partido.

—O cuando terminéis de celebrar —ambos rieron—. Ya sabes, relajado.

—Lo sé —la chica asintió, y le dio un beso en los labios. Héctor, en cambio, al separarse, dejó uno en su frente, y le había dicho todo lo que sentía sin necesidad de usar las palabras—. Cuando termine el partido iré a por ti, ¿de acuerdo?

—Me parece perfecto —la chica sonrió ligeramente, y antes de irse, Bellerín volvió a besarla.

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—Mira Max, gusanitos —la rubia le dio al niño el paquete de patatas.

—¿Por qué somos niñeras en una final?

—Porque Marc me ha pedido ese favor. Quiere que los niños estén por si ganan la copa tenerlos con él —explicó Noa, que llevaba a Gala, la mayor, agarrada de la mano.

—No estamos dando para nada el cante, eh —dijo Edén, que llevaba al pequeño de los hermanos sobre sus hombros—. Y yo me estoy quedando sin espalda, por lo que, amigo mío... —la rubia lo bajó, y lo mantuvo entre sus brazos—. El resto del camino al estadio vas a ir así.

—Como si le importase lo que le estás diciendo, Edén.

—¡Venga, más ánimos! Estamos aquí para apoyarles, y me apetece dejarme un poco la garganta en la grada aunque el Madrid no sea el que esté en la final —dijo Gala—. Va a ser un partidazo, ¿a que sí, Abril?

—¡Sí!

—¿Veis? Hacedle caso a la niña, ella sabe.

Entraron en el estadio con los pases VIP que les habían dado y que ellas habían aceptado a regañadientes, ya que lo que ellas querían era mezclarse con la afición. Decían que vivir así el fútbol era otro rollo. El partido comenzó, y con ellos los nervios de todos los presentes en aquel lugar.

Las aficiones de ambos equipos no dejaban de cantar, y eso les ponía los vellos de punta. Llegó el primer gol. Bellerín hizo la asistencia, y Borja lo marcó. Casi todo el estadio se levantó para celebrarlo. Unos veinte minutos después, el Valencia empató. El marcador no volvió a moverse en todo el tiempo.

—Mierda.

—¿Penaltis?

—Penaltis.

—Los odio con toda mi alma —comentó Noa—. Es horrible, yo tan solo de recordar la tanda en la que España fue eliminada en la semifinal de la Eurocopa me dan ganas de llorar.

—Oh Dios mío...

Tras hacer el sorteo, comenzó la tanda de penaltis. El primero en lanzar el suyo, fue Carlos Soler, y fue el primer gol del Valencia durante ese periodo de tiempo. Edén, aunque tenía a Max sentado en su regazo jugando con su pulsera, estaba mirando al suelo y moviendo su pierna con nerviosismo. Así se pasó toda la tanda, al menos hasta que llegó el último. Alzó su vista, y justo en ese momento, vio marcar el que sería el gol de la victoria de mano de Juan Miranda, que en cuanto entró el balón en la portería, se dejó caer de rodillas al suelo y se puso a llorar. Y ahí sí que sí, todo fue un completo desmadre. Finalmente, el Betis se había proclamado campeón de la Copa del Rey, y todo el esfuerzo, había obtenido su recompensa.

Tras recibir la copa y las medallas doradas, algunos jugadores se acercaron a las gradas para buscar a sus familias.

—¡Enhorabuena, Borjita! —las chicas le abrazaron. Le habían cogido demasiado cariño en ese tiempo.

—¡Somos campeones! —Marc dejó un beso en los labios de su novia, y la ayudó a pasar a ella y a los niños.

—Por ahí viene el tuyo —advirtió Gala. Edén apartó sus ojos de ella y los centró al frente, donde Héctor iba corriendo hacia donde estaban. La malagueña no pudo evitar sonreír, y soltó un grito de sorpresa cuando Bellerín le hizo salar la valla para abrazarla.

—Sabía que hoy ganaríais —dijo aún con la cabeza escondida en su cuello—. No sabes lo orgullosa que estoy de ti.

—Gracias por confiar, y por estar siempre.

—Como vuelvas a darme las gracias por confiar en ti la tenemos y gorda, Bellerín —le dio un leve golpe en la espalda. Héctor se separó de ella para mirarla—. ¿Qué ocurre?

—Que no sabes lo que me encanta verte con mi camiseta —y sin importarle absolutamente nada ni nadie en ese momento, la besó. Las consecuencias de aquello ya llegarían después—. Tenemos una conversación pendiente.

—Tenemos tantas cosas pendientes... —la chica rió—, ¿Sobre qué?

—Nosotros —aquello dejó a Edén en fuera de juego.

—¿Puedo huir?

—Claramente no. Si yo no me escapo, tú tampoco.

—Oh, mamón —Héctor dejó escapar una carcajada—. Después no quiero que uses mi excusa del alcohol, eh.

—Estoy sobrio.

—No lo estarás tanto esta noche —sonrió—. Cuando tengas tiempo para hablar, estaré disponible para ti, te lo prometo.

—Así me gusta.

—Y ahora vete, anda. Que te están esperando. Y ten cuidado, ¿vale?

—Sí, tranquila —nuevamente le besó, y se marchó con sus compañeros.

—Querida Edén, te trae completamente loca —comentó Gala poniéndose a su lado.

—Lo sé. Pero... ¿Sabes cuál es el problema?

—¿Con él?

—Me ha dicho que tenemos una conversación pendiente sobre nosotros. Por lo que... Si tiene intención de abrirse con sus sentimientos, lo mínimo que yo le debo es decirle algo de mi pasado.

—¿Y estás lista para hacerlo? ¿Para hablar de ellos?

—No, no lo estoy. Pero no quiero mentirle —Gala la abrazó por los hombros.

—Sabes que yo estoy contigo. Hazlo en casa, es tu lugar seguro. Estaré trabajando, y Noa estará con Marc y los niños el tiempo que estén aquí, así que el apartamento es todo tuyo —Edén suspiró—. Tú tranquila, que irá bien.

—Eso espero, Gala. Eso espero.

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Edén ||Héctor Bellerín|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora