→𝐁𝐚𝐫𝐜𝐞𝐥𝐨𝐧𝐚, 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚. 𝟑𝟎 𝐝𝐞 𝐒𝐞𝐩𝐭𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟐.
—Mirad quién está aquí —advirtió Pedri cuando regresó al salón después de que el timbre de su casa sonase.
—¡Noa! —ambas chicas se levantaron emocionadas para recibir a su amiga.
—¡Sorpresa! —las tres rieron.
—¿Cómo es que te ha dado por volver a tierras españolas? —preguntó Ferran.
—Una visita de vez en cuando no viene mal. Además, tenía ganas de poder hablar español tranquilamente dentro de un grupo de personas. Me paso el día hablando inglés mientras trabajo, la verdad es que me moría de ganas por volver a las raíces —se separó de sus amigas y fue a saludar a los demás.
—Pero esto hay que celebrarlo, ¿no? ¡Vamos a comprar algo y tenemos una noche de películas! ¿Cómo lo veis?
—¡Me apunto! —exclamó Gavi—. Pedri, Edén y yo vamos a comprar. Los demás os encargáis de preparar las cosas.
—Hecho, no tardéis.
—No te prometemos nada —dijo Edén antes de reír. Salieron de la casa y se montaron en el coche de la chica. Condujo hasta una de las tiendas más cercanas de la zona, y mientras Pedri y Gavi entraban en la tienda, ella se quedó viendo algunos escaparates de la calle. Estaba concentrada, hasta que se chocó con alguien—. Perdona, no estaba... —al alzar su cabeza, su sangre se congeló—, Claudia.
—Edén.
—Qué... ¿Qué haces aquí?
—Vivo aquí, desde hace tres años —los ojos de la joven se posaron en el carro de bebé que sujetaba su hermana mayor, y en el niño que había dentro, que la observaba atentamente.
—¿Cómo se llama?
—Lucas —nuevamente la miró. Le había puesto su nombre.
—Me parece un detalle muy bonito por tu parte.
—¿Ponerle el nombre de mi hermano?
—También era el mío, Claudia. Y lloré su muerte igual o más que tú —la mayor soltó una risa amarga.
—No me hagas reír, Edén. Si te importase tanto, no hubieras hecho todo lo que hiciste. Hubieras procurado que él se sintiera orgulloso de ti, esté donde esté.
—Y debe estarlo. Al cien por cien. Porque me vi sola. Completamente sola al darme tú la espalda durante toda mi vida.
—No eras mi responsabilidad.
—Soy tu hermana pequeña.
—Yo no tengo hermanas, Edén. Mi hermano murió, y se acabó —y ahí estaba. No la consideraba su hermana, algo que Gala y Noa le habían repetido hasta la saciedad—. ¿Piensas de verdad que debía encargarme de ti aún sabiendo que te estabas metiendo de todo por las calles de Málaga? Eres una drogadicta, Edén, y yo no iba a preocuparme por alguien que decidió arruinar su vida.
—No soy una drogadicta —respondió con impotencia—. Lo fui, sí. Pero pude salir de ahí, y sé que tanto mamá como Lucas están orgullosos de ver hasta donde he llegado.
—¿Y a dónde llegaste? ¿A meterte en un centro de rehabilitación porque casi te mueres?
—Fui lo suficientemente fuerte para poder sobrevivir. Y tú, en cambio, sabías que mi cabeza no estaba bien, que necesitaba ayuda, y me abandonaste. Y estás tan tranquila, ni siquiera parece que tengas un poco de dolor de conciencia.
—Porque lo estoy, Edén —se acercó a ella—. Ten muy claro que si tú te mueres, no voy a soltar ni una sola lágrima por ti. Porque tengo muy claro que tú te vas a ir de este mundo mucho antes que yo por la mierda de vida que tienes y toda la mierda que te metes.
—No vayas por ahí.
—¿Por qué? ¿Porque sigues metida hasta el fondo y tus amigos no lo saben? Si quieres puedo hablar con ellos y contárselo, así te ahorro el mal trago de tener que decirles que llevas mintiéndoles desde que les conoces.
—No tienes ni puta idea de nada, Claudia —espetó—. A mí me han tenido que ver de rodillas en el suelo llorando porque me dejaste sola en este mundo y te importó una mierda hacerlo. Porque eres una mierda de persona que los celos y la envidia son superiores a ella. Porque no soportaste nunca que Lucas y mamá me quisieran. Porque te mataba por dentro ver como nuestro hermano jugaba conmigo en vez de contigo, ver los abrazos que me daba y la manera que tenía de cuidarme. Porque eso es lo que eres, una envidiosa y una rencorosa de mierda que no sabe qué hacer con su vida salvo darle la espalda a las personas que la consideraban importante en sus vidas.
»En cuanto salí de rehabilitación te llamé, para ver si así tú y yo podíamos tener una relación normal de hermanas. Pero entendí que la que no quiere ser hermana, no lo va a ser. Tú naciste para ser la malcriada, la caprichosa, y lo fuiste, hasta que yo llegué. Y sin tener que hacer nada, me oidaste, porque todo lo que tienes dentro te sobrepasa.
—¿Sabes? Sí, la verdad es que te odié, y mucho a decir verdad —dijo con indiferencia—. De hecho lo sigo haciendo. Y nada ni nadie va a cambiar mi opinión sobre ti. Porque mantengo lo que he estado pensando todo este tiempo. Papá te tendría que haber matado a ti, así mamá y Lucas seguirían vivos, y un error como tú hubiera desaparecido, y mi vida hubiera vuelto a la normalidad porque éramos felices sin ti dentro de nuestra amargura diaria. Esta conversación se acaba aquí, Edén. A partir de ahora, yo no existo para ti, al igual que tú no has existido para mi este tiempo —y se fue, dejándola helada y dolida.
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—¿No creéis que están tardando mucho? —dijo Gala.
—Sí, la verdad es que sí —en ese momento, el número de la gallega comenzó a sonar.
—¿Pedri? ¿Por qué tardáis tanto? —se escuchaba un murmullo desde la otra línea—. ¿Cómo?
—Gala, ¿qué ocurre? —preguntó Héctor, a lo que la chica puso el manos libres.
—No la encontramos.
—¿Qué?
—¡A Edén! La hemos visto hablar con una mujer en la calle y de buenas a primeras ha salido corriendo.
—Espera, ¿cómo era la mujer? —dijo Noa temiéndose lo peor.
—¡Yo que sé!
—¡Era rubia! Tendría a lo mejor un par de años más que ella e iba con un carro de bebé —respondió Gavi.
—Mierda —las chicas miraron a Héctor.
—¿Para dónde ha ido?
—No lo sabemos. Ha salido corriendo calle arriba. La hemos seguido pero le hemos perdido la pista.
—Hay que salir a buscarla —Bellerín tomó la voz cantante—. ¡Vamos, sabemos de sobra lo que puede pasar!
—Vosotros seguid buscando por la zona. Si la encontráis llamarnos, y si veis que está muy mal, llamad a una ambulancia —Gala cortó la llamada y abandonaron la vivienda del canario. Buscarla se había convertido en la prioridad de la tarde, y si la iban a a encontrar, todos deseaban que estuviese viva.
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Edén ||Héctor Bellerín||
Ngẫu nhiên[Edén]: Nombre de origen hebreo. Significa "deleite" o "placer". -Nunca he conocido a alguien que le haga tanta justicia su nombre, como a ti el tuyo.