Cap.27

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Un cordero en el matadero.

Aradia

Al abrir los ojos y ver a tu pequeño pedazo de alma a tu lado sonreír es algo inexplicable, el saber que aún sigues siendo parte de su vida vuelve las mañanas hermosas.

Miro la mesita de luz y la pantalla esta apagada, Laia no borra su sonrisa y deduzco que han hablado mientras dormía.

—¿Ya tienes hambre?.—Aparto las hebras negras que caen sobre su rostro.

—Sip, ya me lave los dientes iré a ver a Cronos, papá dijo que debo sacarlo y luego darle de comer.—Avisa saliendo con rapidez.

Saco los pies de la cama y me dirijo hacia el baño, mi cabello esta desbaratado, hay medias lunas debajo de mis ojos y unas marcas rosaseas adornan mis brazos.

La punzada en mi pecho me deja sin aliento y me sostengo del lavabo intentando respirar, el dolor se agranda cada que inhalo y me retuerce a tal grado que termino de cuclillas.

Cierro la puerta como puedo y me quedo congelada en el suelo, siento las pisadas de Laia en la abitacion y golpea la puerta.

—Mami estas bien.—Pregunta como si supiera que estoy sufriendo algún tipo de ataque.

—Si bestia, en un momento salgo.—Intento convencerla y veo la sombra de sus pies enfrente de la puerta.

La siguiente punzada rompe la barrera del autocontrol y me sume dejandome en posición fetal sobre el frío piso, nose que es lo que estoy sintiendo, pero nada se asemeja con el dolor que me atravieza como un rayo.

Laia sigue parada enfrente de la puerta y lo se porque aún veo sus pies, intento ser fuerte pero el dolor me doblega, siento como si mis huesos se rompieran uno por uno.

—¿Donde esta la princesa del abuelo?.—Como si fuera por arte de magia la voz de Mario aparece.

Las pisadas firmes resuenan en mi abitacion y ya no veo los pies de Laia.

—Mamá aun no sale del baño.—Le informa susurrando.

—Aradia te encuentras bien.—Indaga y aclaro mi voz.

—Si.—Respondo antes de obligarme a ponerme en pie.

Las piernas me tiemblan al igual que las manos, me sostengo del lavabo y vuelvo a verme al espejo, las lágrimas aparecen volviendo rojos mis ojos, me duele.

Cepillo mis dientes como puedo y hecho un poco de agua en mi rostro antes de abrir la puerta.

—¿Tan temprano apareces a fastidiar?.—pregunto y frunce el ceño.

Otra vez con esa mirada que me analiza hasta el alma.

—Estas demasiado pálida Aradia.—Discrepa tocando mis mejillas.

Duvessa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora