Capítulo III: "Nueva Etapa"

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Sentado, descansando de un día de nervios, esperando a que llegase el momento. Confiando en mis habilidades, confiando en cada hombre que yo mismo entrené. Sabiendo que quizás, tan sólo quizás seamos débiles ante lo que nos estábamos enfrentando, estaba esperando el aviso. La orden es clara, defender, no importa cómo, esos malditos no deben cruzar ni un metro de nuestro territorio. Puede ser que con lo único que sean mejores es con sus armas, pero cada batalla, que no hay un ganador, sólo defensa con desgaste, sus tecnologías son raras, no tienen sentido. Pero mis pensamientos se deshacen al momento que uno de mis soldados me habló.

—Señor, tiene que ver esto.
Me levanté para seguir al hombre que vigilaba los muros, claramente eran ellos otra vez y no iban a aceptar una derrota más.


—Alista a los hombres, vamos a salir.

La mejor manera de contrarrestar una ofensiva de asedio directo, era salir a enfrentarlos en un campo abierto. Sí, los muros nos daban ventaja, pero estaba el riesgo de que también los rompan y nuestra primera regla y orden, es proteger a cada persona que habita en nuestra facción. Así lo manda la reina.

Había que sacar lo más pesado, éste encuentro no iba a ser corto, por lo que había que tomarse en serio las cosas. Me dirigí hacia los aposentos y inclinándome rápidamente, ya que esto era una emergencia, informé y les avisé de lo que iba a hacer.
—Solicito permisos de liberarlo, mi reina.
—Puedes hacerlo Ruisu.
Asintiendo, me puse mi casco de batalla y saliendo del lugar real, fui hacia donde estaba el nuevo instructor de lo que tenía que ser, nuestra principal defensa.
—La reina nos dio permisos de llevarnos uno.
—Así será general. Pero necesitamos un momento.
—Que entre directamente al campo cuando esté.
Viendo que ya terminó nuestra conversación iba a por mis cosas, pero siempre tengo hombres que me alcanzan mis armas, una maza de combate, era suficiente para luchar hombro a hombro con mis hombres.

Muchos generales no hacen esto, siempre están atrás y está bien, buscan liderar desde una posición segura, ya que sin los generales nuestros hombres quedan vulnerables, pero si yo puedo seguir con vida, quiere decir que mis hombres también, no son un escudo, son guerreros. Y yo también seré uno.

Abiertas las puertas para mi pasar, vi a todos los hombres a mi cargo ya alistados y enfilados, suspirando di orden de que avanzaran. No había estrategia, sólo enfrentamiento cara a cara, había que responder a ésta ofensiva y gracias a los puestos avanzados y patrullas es que esto es posible.

Ahí estaban, los veía, éste tenía que ser el momento, la orden dada fue aguantar, teníamos que hacer que el enemigo esté donde queríamos. Para que cuando el dragón llegase sería el momento perfecto para hacer una ofensiva. Sus equipamientos eran un tipo de armas raras, son ataques a distancia que sin escudos nos destruyen, sólo algunas armaduras aguantan.

Los gigantes eran la última reserva de nuestro batallón, casi siempre los usamos para luchar contra sus maquinas metálicas, de ésas que son montadas por hombres desde adentro. Si no, de otra manera era una masacre.


Algunos disparos si llegaban a dar, otros eran recibidos por los escudos de la primera línea, al parecer fue un ataque de último momento, puesto que no se ven de esos mechas. Pero todo se torna a nuestro favor, cuando se escucha ése rugido, esos aleteos, ellos mismos lo saben. Es su perdición.


El dragón rojo montado por uno de nuestros mejores soldados arrasaba abriendo nuestro campo de batalla con un inmenso aliento de fuego, vulnerando así la precisión de sus armas. Dando el grito de guerra como orden de avanzar a acabar con los enemigos. Avancé yo también y al primero que tenía enfrente lo derribé, dejé que acabasen con él los que iban atrás, ya que estaba en una posición perfecta de destrozarle el casco al que me daba la espalda. Sin mirar mucho a mis costados, porque confiaba en las instrucciones de los hombres de quienes estaba al mando, sabían que tenían que hacer y cómo hacerlo, gritos y sonidos de batalla invadían lo que dejaba de ser un lugar de pasar, un campo de batalla más en la guerra que manteníamos con la facción contraria. Armas que chocaban y cuerpos que caían. Estábamos ganando porque ningún caballero retrocedía y ellos sólo eran cada vez menos. Sí, siempre hay bajas, siempre hay heridos, pero es parte de cada día.

Ruisu Volkov: Rising Storm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora