Capítulo VII: "Incógnitas"

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—No, Micaela te la dio para que cumpla su función contigo, no la desvíes. Aún así, cuando estés con ella, encuentra el momento de preguntarle su nombre, quizás la conozca y pueda orientarte mejor.
Asentí mientras miraba la runa y la tuve a mano para despedirme como de costumbre lo hacía de mi maestro, con un abrazo y unas palmadas en la espalda me deseó suerte en mi próximo encuentro.

Saqué mi brújula para que me indicara una dirección y comencé a tomar ese camino, mientras caminaba tiré contra el suelo la runa para que se invocara a la mujer, le mostré la brújula y había entendido todo. Cambió de forma y me hizo un gesto para que subiera.

Todavía me generaba duda del por qué no usaba sus alas que podía verlas mientras estaba a sus espaldas, o lomo, o cómo sea. Por lo que tomando un poco de respiro le hablé.
—¿Eres un dragón?
No se había inmutado cuando le pregunté ya que seguía el camino como si no le hubiese hablado pero luego de un momento había obtenido respuesta.
—Soy una dragona.
Me dijo en afirmación y con su tono temeroso.
—¿Y tú que eres?
Fruncí mi ceño y ahora era yo quién iba a tardar en responder ¿Cómo que qué soy?
—S-soy un mortal.
Al parecer hizo una especie de sonido como si se estuviese riendo pero no había entendido la gracia.
—Me refiero antes de ser mortal.
—Un lobo, era un lobo.
Asintió en respuesta que había entendido mejor.
—¿Cómo sabes esas cosas?
—Yo también soy una elegida de Micaela.
Escuchar eso me había dejado pensando, eso quiere decir que ¿Hay más? ¿No soy el único? Quizás deba preguntarle su nombre para que Ruisu me explicara mejor.

Pero la brújula había comenzado a sacar la carta de mi objetivo del día de hoy, la saqué para poder verla mejor. "Akumaki" Era el nombre de lo parecía ser un felino de gran tamaño, ojos con extraña forma y una mandíbula de gran cantidad de dientes, tenía garras grandes y un pelaje que sólo hacía parecer más grande. Era de un tono blanco.

—Mi objetivo es un Akumaki.
Hizo un gesto parecido al de asentir entonces supuse que entendió y quizás hasta sabía de lo que se trataba.
—¿Qué elemento tienes?
—¿Elemento? No tengo ningún elemento.
—¿QUÉ? ¿Y cómo se supone que matarás a un Akumaki?
—Con mi espad-
—De ninguna manera, ésta vez no me guardes, estaré vigilando desde lo lejos, tengo un mal presentimiento de esto.
Sonaba tan segura y con ese tono tan aterrador creo que no tenía ninguna palabra que pudiese pensar lo contrario a ello.

Mis instintos me advirtieron, comenzaba a ver la silueta de unos ojos depredadores y la carta comenzaba a quemarse, el ojo de la carta ya no era ni verde, ni amarillo, comenzaba a ser de color rojo, quizás se trate de lo complejo de la misión.
Entonces decidí bajarme de la dragona para ir directo a él, estaba viéndome y yo estaba viéndole a él. Los árboles ya no eran un obstáculo entre nosotros, el felino comenzó a tomar una postura firme e igual yo, comenzó a rodearme como viendo a una presa y viendo qué hacía. Había sentido un aleteo y supuse que fue ella para tomar distancia. Esos ojos no eran normales, no cómo me estaban viendo, sino su forma, expresaban unas ansias de devorarme, tenía un aspecto de no haber comido hace mucho tiempo, sentía mi pulso nervioso, la verdad que el tamaño me intimidaba. Sólo me quedaba esperar a ver que hacía, era consciente de que un movimiento mal hecho podría llevarme a la ruina, de esas garras no podía librarme fácil asique tenía que respetarlo, no sé si pensaba lo mismo de mí. Hacía pequeños rugidos desde su interior, mi instinto estaba advirtiendo de muchas posibilidades, la más acertada es que iba a acercarse a querer morderme asique hice un paso hacia adelante y cuando vi que también iba a moverse hacia mí hice un tajo al azar dándole en su rostro, le había dado en el ojo y posiblemente ya no lo tenía, rugió del dolor y retrocedió, efectivamente, la sangre de mi espada lo confirmaba todo. El felino hacía gestos con su pata en su rostro sin entender lo que le había hecho. La herida no fue suficiente para dejarlo fuera del combate y estoy seguro que el dolor le hacía tener más rabia, un escalofrío que no pude evitar fue verlo sin un ojo y aún así viniendo de nuevo más decidido que antes, iba a hacer lo mismo pero con el otro ojo, aunque de un momento a otro sin darme cuenta me arañó y no fue poco, el movimiento que había hecho con su pata de una manera tan violenta me derribó, haciéndome caer perdiendo de mis manos mi espada, me levanté sin pensar que de mi brazo tenía sangre, marcas largas de las garras de esta bestia hicieron que seamos dos con ira acumulada, el dolor que sentía enloquecía mi mente y no podía evitar apretar mis manos, mis dientes era lo que soportaban la fuerza que hacía entre mi mandíbula. El fuerte rugido dio un aviso mientras daba un salto hacia mí, quería derribarme y acabar conmigo pero antes de que me mordiera tomé con ambas manos sus dientes, estaba clavándome sus garras en mi cuerpo pero no tenía más opción, movía su cabeza y ejercía más fuerza para lograr morderme pero no iba a dejar de forcejear con él hasta librarme, comencé a doblar su mandíbula en direcciones contrarias y eso si hizo que tuviera que soltarme, apenas lo hice tomé distancia entre los árboles para perderlo un poco de vista, el fuerte rugido que hizo para comenzar la cacería me alertó e hizo que corriera más rápido, las ramas que rompía y que escuchaba que se rompían más pero no por mis pasos, mi instinto lo sabía, estaba cada vez más cerca, intenté perderlo girando en algunos árboles y arbustos que se topaban en mi camino, de un momento a otro hubo un silencio largo y lo único que escuchaba era mi respiración agitada, no daba más, no sé como no corre más que yo esa bestia pero no pudo alcanzarme. Arrepentía el mínimo pensamiento, lo estaba viendo, no, no de frente, mi habilidad me daba impulsos, escalofríos, hormigueos, todas formas de advertirme que el felino no sólo estaba viéndome, sino que iba a atacarme, hasta que intenté moverme logró atraparme en el suelo, lo tenía encima y ambas de sus garras estaban apretando mis brazos, era demasiado pesado y aunque intentase moverme no podía hacer nada, iba a morderme pero escuché un rugido aún más grave y fuerte que los que hacía el Akumaki, claramente deseaba y sabía que era ella. La dragona caía en un ataque directo a espaldas del felino, no sólo le cayó encima sino que le clavó sus garras y le mordió de una manera que la bestia hizo sonidos aturdidores de agonía y doblando toda su espalda hacia atrás intentando que le soltaran los profundos dientes de ella que le soltaron dejando una gran herida.
—¿DONDE ESTÁ TU ESPADA?
Gritó la dragona de una manera entre rugidos mientras volvía a tomar altura, el felino me soltó un poco asique aproveché la oportunidad para buscar desesperadamente mi arma, sabía que en cualquier momento tendría al felino nuevamente encima de mí asique no me quedaba quieto, volví en donde me había rasguñado antes y vi el brillo por el reflejo del sol de mi espada, la tomé y estaba escuchando cada vez más cerca a la bestia asique comencé a escalar un árbol para tener una posición cómoda trepando por las ramas y me di la vuelta en el aire viendo donde iba a caer, tomé con ambas manos la empuñadura de mi espada, el filo hacia abajo y con fuerza tenía que clavársela en el cuello. No fue de otra manera, cuando caí encima mi espada atravesó su cuerpo doblegando todo su cuerpo y terminando con sus dolores se había quedado quieto, había muerto. Desenterré mi espada y caí rendido al suelo sintiendo como poco a poco los cortes que tenía comenzaban a doler en ausencia de mi ira.

Ruisu Volkov: Rising Storm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora