Capítulo VIII: "El mártir Imperfecto"

20 2 0
                                    

-¿Qué? ¿Veinticinco piezas? Ni aunque estuviese detrás mío pagaría eso.
-ENTONCES VE A MATARLO TÚ CON TUS ESTÚPIDAS MANOS, INUTIL.
Discutía con el hombre que cree que mataría a un líder popular por menos. ¿Es un chiste? Ningún mercenario recibiría tal cantidad y estoy seguro que exigiría más. Menos mal que no escuché lo que me respondió porque en este bar no les agradan los enfrentamientos dentro.

Estoy cansado de estas personas. No sólo me encuentro con gente así, que creen que ensuciarse las manos es tan sencillo y barato. También es peligroso. Soy habilidoso pero no una sombra. También hay gente idiota que quieren salirse con la suya. Encargan un objetivo y luego no pagan. Claramente les cobro su vida y sus pertenencias, es así de sencillo. Aunque no me dieran la mitad, se les cobra el doble. La mejor forma de ganarme la vida, no tengo una opción mejor. Más sabiendo que las calles y los lugares de estos dominios dejaron de ser seguras cuando dentro del mismo comenzaron a circular bandas, grupos, es como si los dominios de Hebi tuviera facciones en el mismo. Yo no pertenezco a ninguno, es por eso que temo por mi vida.

Mientras estaba sentado esperando a que alguien tuviera una propuesta interesante escuchaba pasos fuertes contra el suelo, a priori pensaría que son gente amontonada, pero al ver de reojo por la puerta y escuchar con atención, es fácil darse cuenta de que se trataba de los hombres que conformaban el ejército de Hebi. Liderados por los generales marchaban en orden y en sincronía. Realmente me hizo pensar en ser parte de esa causa, ya que eran ellos los que mantenían a raya el descontrol dentro de nuestra facción.

No dudaría ningún instante en presentarme ante los puestos, los voluntarios siempre son bienvenidos (Eso decía un cartel en la entrada) Dentro había un hombre que parecía ser un alto mando.
-Cómo es su nombre.
-Me llamo Donovan, Donovan Myrter.
Asintió mientras miraba un papel que contenía datos que no podía ver desde donde estaba sentado.
-¿Cuál fue la razón que lo trajo aquí Donovan?
-Quiero ser parte de la lucha contra los bandos, señor.
Parecía estar convenciéndole, no me miraba mucho, prestaba más atención a las anotaciones.
-¿Qué puesto le gustaría tener?
-General.
Siempre tuve ese carisma y control ante situaciones para tomar decisiones, por lo tanto el mejor puesto que podía tener era uno donde tuviese a mi orden y voz muchos hombres, para inspirarlos y llevar acabo cualquier enfrentamiento.
-Lo siento Donovan, no puedo admitirlo. Buscamos hombres dispuestos a dar su honor y valentía en cualquier puesto, no tan rápido en el más alto. Por favor retírese.
-. . .

"No tan rápido en el más alto" Qué tontería, sería aburrido ser alguien que siga órdenes y que vaya sólo a morir. Necesito algo más. Puedo ser algo más, quiero algo más, fuerte. Ser más poderoso que un general. Más que un ejército. Ser alguien que ni siquiera con espadas, flechas, armas, magia, nada pueda afectarle, ser inmortal... Había escuchados historias así en la facción Caballeros del Infinito, está demasiado lejos pero ahí se cuenta que hay dioses, que son la descripción perfecta a lo que estaba imaginando. Seres capaces de desafiar lo natural e incapaces de morir. No sé el nombre de ninguno. Sólo conozco a uno que es llamado "El señor de las tormentas" se le reza en lugares altos y es el padre de todos los dioses de aquella facción.

Estaba decidido a lo que iba a hacer. Ya no tenía más nada importante que hacer. Dejé algunas cosas pesadas (Como la protección del torso que era de un material pesado) para escalar y subir a una montaña que estaba a cercanías de toda la ciudad de los dominios.

Cuando llegué a lo más alto estaba muy cansado, el viento movía todo mi pelo largo y de rodillas me hinqué, la formación del suelo hacía que mis rodillas dolieran por mi peso pero no me importaba, dejé mi cuerpo débil para que descansara y miré a los cielos.
-ALGÚN DIOS QUE ESCUCHE MIS PLEGARIAS. QUIERO DEJAR DE SER MORTAL. ESTOY DISPUESTO A LO QUE SEA... Ya lo he perdido todo.
Grité al vacío y el eco de la montaña me devolvía las voces que hice, guardé silencio y a medida que el eco desaparecía y mi garganta se recuperaba comenzaba a sentir el vacío dentro de mí. No había tenido respuesta, exhalé en decepción mientras bajaba mi mirada y veía mis rodillas rendidas debajo de mí. Apreté mis manos para evitar ser débil, no iba a llorar, no iba a hacerlo de nuevo. Todas esas cosas que pasé no son suficientes para dejarme sucumbir a las sombras, de alguna o otra forma voy a lograr lo que quiero. Voy a volver a levantarme y lograré estar en la cima de todos.

Ruisu Volkov: Rising Storm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora