Capítulo V: "Mis elegidos"

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Tranquilo, tranquilo que lo haré, acabaré con nuestro enemigo, mío, tuyo y de todos sus habitantes. Abrí el portal y miré que el derrotado general que si hiciera caso. Tomó a su rara mascota y atravesó dicha abertura que nos llevaba a un lugar lejos de aquí, miré que no hubiese testigos de tal acción y por último entré.

Nuestro claro enemigo fue la misma tierra que nos crio, pero claramente no estabas listo para darte cuenta. En el tiempo que cacé a los elementos en carne propia me di cuenta de muchas cosas, muchos pensamientos cambiaron en mí. Tantos enfrentamientos y desde que conocí a aquél mago que hizo todo esto posible me di cuenta lo que era el poder y cómo manifestarlo. Había muchas formas de hacerlo, tanto como físicas como mentalmente. Hacerte creer que estando a mis pies mi plan iba dedicado a La Nueva Era, no fue error tuyo, sino plan mío, es la manera más fácil de tener a alguien con tantos conocimientos a mi lado.

Muchos árboles querían interrumpir mis ideas asique decidí deshacerlos y que sean parte de la tierra hundiéndolos hasta que estuviese todo llano. Necesitaba un lugar para que este general me enseñase a usar la espada y hacer mis cosas, pero que no llamase tanto la atención. Hice un suelo de un material resistente y levanté paredes en un lugar grande y para que no molestase la lluvia un techo que se juntaban en el medio. Sabía que iba a tener ojos sorprendidos a mis espaldas pero me alegraba no escuchar ni una sola palabra.

¿Qué haré contigo? Eras muy obediente, digno y obvio en un general que sólo cumple órdenes. Me di la vuelta para verte y tenías esa cosa rara en tus manos.
—¿Qué se supone que es eso?
—Mi mascota.
Fruncí mi ceño y me acerqué para verlo, sabía que era algo de él ya que actuó como una persona cuando lo ataqué pero no creí que era su mascota. No parecía ser un animal, sino que simulaba serlo, al parecer era tecnología de la Nueva Era.
—¿Lo robaste?
—¿Qué? No.
—Ese material... no es un animal...
—Es una larga historia...
—No me interesa oírla.
—Lo hizo un prisionero de la Nueva Era.
Eso explicaba más que una aburrida historia, te di la espalda y volví a donde estaba antes, pensando. Diseñé muebles como los recordaba en el vacío lugar y me senté mirando a la nada en la mesa. ¿Cuál iba a ser mi plan? No sabía ni como empezarlo pero sabía hasta donde eran mis límites. Destruirlos, no habrá infinito que los salve.
—¿Es cómodo una silla de piedra?
—. . .
Me daban ganas de aplastarte con mis manos pero se supone que ibas a ser útil.
—Hay árboles cerca, hazme muebles. Ahora.
Te vi saliendo del lugar a cumplir lo dicho. No podía hacer muebles de madera ya que controlo elementos, no naturaleza, además la manera de unir y la ciencia que tenía me aburría. Miré la mesa gris y pensé. No voy a lograr todo una dominación yo sola porque sino tendría que matar a todos. Quiero que me obedezcan, como tú pero no creo que todos sean igual de mansos. Tengo que encontrar una manera de obtener el control de un mortal...

Mis poderes eran ilimitados, sólo tengo que conocerlos, saber cómo funcionan y cómo puedo usarlos. Si no puedo controlar a un mortal... Tampoco quiero matar a todos... quizás lo mejor sea...
Miré a la mascota del general y estaba sentado, de vez en cuando miraba a varios lados, parecía tener vida propia pero no era un animal... Creo que ya sé que puedo hacer. Crearlos. Si no puedo controlar, no quiero matar, lo mejor es crearlos yo misma.

Intenté seguir pensando pero las paredes duras del lugar me incomodaba y me hacía sentir que estabas encerrando mis pensamientos asique salí y vi los árboles, el césped. Suspiré y me senté en el suelo, cerré mis ojos e intenté imaginar cómo podía hacer posible crear vida. ¿Cómo iba a lograrlo? Hice la silueta de un hombre en oscuridad de mi mente, las plantas y los árboles y toda su naturaleza se alimentaban gracias a la tierra, transmisora del agua que podía mantenerlos con vida y...
—Disculpe...
—. . .
Todos mis pensamientos habían sido interrumpidos de repente.
—¿Cuántas muebles necesita?
—Lo que veas.
—Si quiere puedo construir el lugar mejor
Me levanté a mirarte a los ojos y de fondo lo que había hecho.
—¿"Mejor"?
—Las casas no se hacen con piedra... lo digo por experiencia.
Experiencia... mis ganas de destrozarte por contradecirme o intentar corregirme se desvanecían porque me lo estabas diciendo de una manera correcta, tenías razón asique me acerqué a cercanías de la entrada.
—Dile a esa cosa que se quite.
—Thobías.
Escuchó su llamado y salió, derrumbé cada parte de lo que había hecho y limpié para dejarlo como lo había hecho al principio, todo vacío.
—Emm... el suelo si lleva piedra...
—¿No que las casas no llevan piedra?
Levanté una ceja y ladeé mi cabeza mirando su contradicción.
Suspiró de una manera distinta.
—Mire, no sé si le pase algo, o es su manera de ser, pero algo que aprendí con los años que la mejor manera de trabajar con alguien es entendiéndonos, si voy a servirle, para que no me mate, necesito saber que sucede. Más si vamos a por el mismo objetivo.
Intentaba aguantarme la risa por lo último pero no entendía a qué se refería.
—Necesito saber con quién estoy y cómo va a llevar a cabo su plan.
—No sé.
—¿No sabe quién es?
—No sé como comenzar mi plan, general.
—Ruisu, soy Ruisu Jotun.
—Llámame Micaela.
Asintió y se dio la vuelta a ver el lugar ausente de árboles.
—Quién me lo diría que estaría sirviéndole a una mujer que no sabe cómo hacer una casa.
Mis elementos no sabían cómo contenerse después de tu comentario para de un ataque volver a metértelos por la boca de nuevo.
—No me tomes a mal...
Dijo con una risa nerviosa y mirando como mis manos salían chispas de electricidad contenida.
—Pero parecías tener más experiencia cuando me atacaste, hasta que usaste tu espada.
—Ah, quieres decir que te sientes humillado.
Sonreí con orgullo y él asintió con un poco de decepción.
—¿Eres hija de algún dios?
—¿Por qué lo dices?
—Tus poderes, las cosas que puedes hacer, tu cuerpo tan... duro, mis golpes no te hicieron...
—Deja de coquetearme, eres muy grande para mí.
—¡¿QUE?!
Sus ojos se abrieron como dos platos y estallé de la risa que estaba conteniendo desde que comenzó la conversación.
—Claramente no tengo ninguna relación con ningún dios, Ruisu, yo misma luché por todos mis poderes. Y te traje aquí para que sigas mis ordenes, no para que me hables.
—Disculpe, Micaela.
Agachó su cabeza en son de disculpas y siguió su trabajo mientras ponía la base al suelo de su labor.

Ruisu Volkov: Rising Storm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora